10. Un día

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El día siguiente al combate entre Quinn y Mireya decidieron que sería de descando a petición de la maga. Quería ver los otros combates y su Maestra había pasado más de tres horas hasta que convenció al de Shadowheart para que cediera. Las heridas de Mireya no eran leves, pero los curanderos que la habían atendido tranquilizaron a todos, sobre todo a Sam, al decirles que no corría ningún tipo de peligro. 

Se levantó cuando escuchó los primeros gritos en el pasillo. Tardó más de cinco minutos en recordar donde estaba y más de una hora en estar lista para salir. Nunca antes había sentido sus músculos tan rígidos y exhaustos; cada movimiento resultaba un suplicio. Supuso que así era como se sentían todos los magos novatos en su primer día, pero merecía la pena.

La luz de la mañana era tan intensa que tardó un par de minutos en acostumbrar la vista. Cuando lo logró, examinó el campus como si fuese la primera vez. Seguía siendo tan grande e imponente como el día anterior. Tardaría un par de meses en ver aquel lugar con otros ojos y para entonces estaría más pendiente de otros asuntos.

En la cafetería, a pesar de ser más de las once, tan solo habían algunos grupos de magos. La cafetería resultaba ser más pequeña de lo que Heather esperaba, pero aun así tenía capacidad suficiente para albergar en su interior a todos los magos de Dragonwings. Las mesas estaban dispuestas en torno al símbolo del gremio dibujado en el suelo, formando el contorno de un dragón. Las paredes (como todas las de Dragonwings) eran muy altas y estaban pintadas de un blanco marfil. Sin embargo el techo era precioso: Heather alzó la cabeza y vio que habían dibujado en tonos dorados lo que parecía la lucha entre varios magos. El único que habían dibujado en otro color supuso que era el Tirano. Tenía sentido puesto que se decía que fue Dragonwings quien logró vencerle, aunque nadie era capaz de asegurarlo.

—¡Eh, Heather! -Al escuchar su nombre, se giró y vio a Luke acercarse.

Parecía mucho más contento y animado que el día anterior; hasta había recuperado la sonrisa de hacía años. Llegó hasta Heather y ésta se fijó en que no estaba sola. Un chico (debía ser de su misma edad) iba junto él, pero al ver que se detenía al lado de Heather puso una mueca de incomodidad que no le pasó inadvertida a Luke.

—No hace falta que te quedes Adam -contestó y el chico asintió. Antes de irse, hizo un gesto de despedida hacia Heather y ésta hizo lo mismo-. ¿Puedo invitarte a desayunar?

—Es gratis -ironizó ella cruzándose de brazos.

—Vamos, solo quiero charlar un rato contigo -respondió casi como una súplica. La pelirroja se sorprendió al verle con tantas ganas-. Aunque no lo creas te he echado de menos. A ti y a Edward. Tienes que contarme muchas cosas, ¿no crees?

Al principio Heather dudó, pero finalmente acabó cediendo.  Cogieron un par de cupcakes y se sentaron en una de las mesas laterales de la cafetería.

Durante los primeros minutos fue Luke quien habló. Le contó a Heather la clase de aventuras que había vivido, los amigos que había hecho y su experiencia en los anteriores Grandes Juegos Mágicos. La chica escuchaba en silencio cada palabra que él decía y de vez en cuando intervenía con una exclamación de asombro. Poco a poco las exclamaciones pasaron a ser oraciones completas y finalmente en risas. Luke había vivido toda clase de hazañas y la forma en las que las contaba, devolvió a Heather al pasado, cuando ella y Edward escuchaban las increíbles historias que su amigo les contaba. Heather era demasiado incrédula entonces para sospechar que la mitad de ellas eran inventadas, pero poco le importaba.

Cuando llegó el turno de Heather, ésta le relató como un día ella y Edward se metieron en un almacén de Frogcakes y se pasaron más de medio día flotando de todos los dulces voladores que comieron. Luke se maldijo a sí mismo por no haber estado allí. La maga siguió hablando durante largos minutos en los que le narraba todo lo que había hecho aquellos últimos años, hasta su llegada al gremio.

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