9. Viento oscuro

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El ambiente estaba colmado de gente que había acudido a Dragonwings para presenciar los combates que estaban a punto de llevarse a cabo. Se había hecho un sorteo para determinar el orden y Quinn y Mireya serían los primeros en combatir. Heather respiró más calmada al ver que no sería la primera en batallar. Miró a su rival, Diana, y vio que ella también la observaba, aunque en su rostro vio una sonrisa perversa que le hizo mirar hacia otro lado. Vio que Arya, sentada delante de ella, jugaba con sus dedos y miraba de un lado a otro continuamente. Arya era la última en combatir, pero parecía más inquieta incluso que Heather.

En el centro del patio había un campo que se usaba para los entrenamientos, según le había explicado Jack. Era una arena enorme, su amplitud era comparable a la del estadio en el que se celebraban anualmente los Grandes Juegos Mágicos. Athkor podría aterrizar y despegar sin problema alguno, incluso tendría espacio para batallar contra otro dragón. Las gradas que envolvían la arena estaban a rebosar de magos, todos ellos ansiosos por ver los choques que estaban a punto de producirse. La mayoría gritaban el nombre de sus representantes y aplaudían cada vez que las pantallas que habían instalado enfocaban a los magos.

Aquello no hacía más que acrecentar la ansiedad de Heather. No estaba preparada para luchar, no contra alguien de Shadowheart. Seguía preguntándose porqué había sido tan idiota de haberse sumado a aquello. Simplemente había sentido el impulso de hacerlo, ni siquiera se había detenido a pensar las consecuencias que su decisión pudiese acarrear. Buscó a Alex entre las gradas en las que el público se había acomodado y le vio en la primera fila junto a Jack y Sam. Miraba constantemente hacia donde ella se encontraba con una expresión de preocupación que Heather no recordaba haberle visto antes. Jack observaba con aversión a Quinn y Sam seguía mirando a Mireya; Heather tenía la impresión de que algo había ocurrido entre ellos dos. Sin embargo no era el momento de preocuparse por asuntos como ese.

En aquel momento el Maestro caminó hasta situarse en medio de la arena y alzó ambas manos, abarcando todas las gradas. Se había cambiado de ropa y ahora lucía una túnica blanca y dorada, como los maestros de Firefénix y Shadowheart. Heather supuso que aquello también sería la normativa del Consejo.

—Me complace poder recibiros a todos vosotros, magos tanto de Shadowheart como de Firefénix. Como todos sabréis, los Grandes Juegos Mágicos de este año se acercan. Dentro de un mes… dentro de tan solo un mes –Merlín hizo una pausa y sus ojos recorrieron las gradas, contemplando a cada uno de los presentes. Se detuvo un momento sobre Alex y sonrió.- los equipos de cada gremio se reunirán en el estadio y lucharán cara a cara para ver quién es el más fuerte. Este espectáculo centenario que se lleva celebrando desde la muerte del Tirano y que representa la unión de todos los gremios, por muy oscuras que fueran sus intenciones en un pasado. Sin embargo hoy nos hemos reunido para presenciar los duelos de seis de nuestros magos a petición de éstos. Estoy seguro de que nos ofrecerán una espectacular demostración de su poder. Así pues, no me explayaré más y dará comienzo el primer enfrentamiento entre Shadowheart y Firefénix: ¡Quinn Allen contra Mireya Jefferson!

Una agitación se elevó entre el público y los dos contrincantes salieron a la arena. Ambos caminaban con paso seguro, intercambiaban miradas autoritarias, esperando que uno de los dos cediera. Pero los dos seguían avanzando sin detenerse. Heather les miró con un pequeño destello de admiración. Tanto Quinn como Mireya tenían la misma edad que ella, sin embargo los dos parecían tener un poder mucho mayor al suyo. La joven maga sentía que había un abismo entre ella y aquellos dos magos. Un escalofrió le recorrió la espalda y supo que estaba a  punto de presenciar un combate extraordinario.

Tanto Mireya como Quinn (y todos los que iban a pelear posteriormente) se habían cambiado y ahora llevaban ropajes blancos y plateados. Heather vio que Mireya mantenía las manos dentro de su largo vestido; seguramente escondía algo.

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