6. {Del libro prohibido}

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CAPÍTULO 1: Aster

Los pies desnudos de la joven golpeaban el suelo a un ritmo frenético, acompasados por el sonido de su respiración agitada. Atravesó el pasillo más veloz que la sombra que la seguía y giró la cabeza para comprobar que aún disponía de un par de metros de ventaja. Desgraciadamente tropezó y rodó varios metros por el suelo, su cuerpo girando sin cesar y el mármol del suelo golpeándola y arañándola hasta que se detuvo gracias a un brazo oscuro que la inmovilizó. La sombra llegó hasta ella y el brazo que había alargado tomó forma. Forma humana.

Un chico, tan solo un par de años mayor que la joven, lucía su cabello negro azabache despeinado ligeramente hacia la derecha y sus ojos oscuros brillaban en la negrura de la noche. Era un muchacho alto, de constitución esbelta. Su rostro a primera vista impactaba y hacía retroceder a cualquiera, sus ojos eran auténticos pozos de oscuridad que otorgaban la sensación de que si permanecías más tiempo a su lado, te acabarían absorbiendo.

La joven se levantó adolorida y se lanzó a los brazos del chico que la estrechó contra su pecho.

-Gracias –murmuró separándose del chico.

-Eres muy torpe Kate, deberías ir con más cuidado –le advirtió el chico con voz más seria de lo que pretendía.

-Lo sé, lo sé. El problema es que es difícil correr sin que este vestido te moleste –replicó la joven mostrándole un amplio y largo vestido rojo que conjuntaba con su cabello color fuego.

El chico se puso a su altura poniéndole las manos en sus hombros y sonriendo levemente. Para él cada gesto de simpatía resultaba un auténtico horror, no obstante era su hermana y para ella siempre podía guardar algo de su escaso cariño. Le apartó un mechón rojo de su cara y se lo colocó tras la oreja.

-No te preocupes por eso, solo has de aguantar una hora más hasta que padre concluya la ceremonia y entonces podrás quitarte el vestido –intentó consolarla el muchacho.

Kate suspiró pero se dio por satisfecha.

-A partir de hoy asumirás el control del gremio, ¿verdad? –le preguntó Kate a su hermano, aunque se trataba más bien de una afirmación.

-Sí –contestó él con una nota de frialdad que desearía no haber reflejado-. Sin embargo sabes que seguiré siendo tu hermano y este el gremio donde hemos crecido, no cambiará nada, es solo un título.

-Eres muy fuerte, seguro que al final acabarán nombrándote uno de los diez Magos Supremos y entonces no te veré más… -murmuró Kate para sí misma, pero su hermano la escuchó.

-Kate –dijo obligándola a mirarle a sus profundos ojos negros. Luego añadió con voz grave-: ¿Recuerdas lo que te digo siempre? Pase lo que pase, estemos donde estemos, siempre nos quedará la magia que nos une. Tú eres luz, yo oscuridad, por eso somos hermanos y siempre estaremos unidos. 

-Eso espero Aster -suspiró la chica y se marchó de la habitación corriendo.

El muchacho la vio alejándose y se preguntó si debía seguirla e intentar tranquilizarla. Finalmente acabó desechando aquella idea, tenía cosas más importantes que hacer y su padre acabaría poniéndose furioso si no volvía a sus quehaceres.

Regresó a sus aposentos y abrió la ventana que daba al exterior del gremio; su futuro gremio. Tigertooth se encontraba rodeado por un bosque neblinoso y el sol jamás salía, tan solo se veía la eterna luna llena que iluminaba el cielo oscuro. Aster poseía el poder de la oscuridad y las sombras como su padre y se adaptó con facilidad al ambiente de Tigertooth. Su hermana, por el contrario, heredó el poder de la luz y las ilusiones de su madre y ni tan siquiera por aquel entonces se había acostumbrado a aquel aire lúgubre que cubría el gremio.

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