Joshua

106 15 1
                                    

Tenía que admitir que le gustaba caminar por el pueblo. No estaba en contra de aquellas citas que tenían lugar en un restaurante o en un departamento, pero el que Santiago le haya propuesto salir a caminar para conocerse, le pareció tan brillante como desconcertante.

Estaba seguro que iba a verse con él para tener sexo, aunque de repente se encontró conversando con una persona divertida, atractiva y con quien empezó a notar una buena química.

- No quiero que nos entretengamos en esto, pero necesito hacer la pregunta de rigor - dijo Santiago, tras media hora de caminata. - ¿Luna sabe que estás aquí?

- Lo sabe - comentó Joshua. - Me ha dado su bendición.

- En parte, me hace sentir tranquilo - dijo Santiago. - Pensé que me odiaba.

- No dije que no te odiara - respondió Joshua. - Sólo dije que me ha dado su bendición. La cual tampoco se la pedí. Pero, como bien sabrás, tu ex vive en un mundo un poco diferente al de los demás.

- ¿Acaso está enamorada? - preguntó.

Joshua no respondió. Se sintió incómodo por la pregunta.

- Lo siento, no me corresponde preguntar - se apresuró en aclarar Santiago. - Realmente no quiero que creas que salí contigo para averiguar sobre ella, porque en realidad no es así.

- Entonces, ¿por qué fue? - preguntó Joshua.

Santiago se acercó hacia él con una sonrisa en los labios. Pasando tres cuadras de la Plaza central, las luces del pueblo se comenzaban a distanciar y las penumbras se habrían paso junto con una picardía compartida.

Los labios de ambos quedaron al centímetro cuando Santiago escuchó un sonido que lo desconcentró.

A unos metros de ellos, distinguieron a dos jóvenes sentados en la entrada al bosque. Reían con fuerzas y tenían un cigarrillo encendido que compartían. Al instante, Joshua se dio cuenta que no era simplemente tabaco.

- No sé por qué hacen esto en un ambiente público - dijo Santiago, con un fastidio.

- ¿No estás en contra de su consumo?

- Por supuesto que no - dijo. - Pero en público, tengo que defender la ley. Ante que todo, soy policía. Espérame aquí.

Joshua se quedó en su lugar, sintiendo un golpe de adrenalina en cuanto lo vio partir. La imagen que brindaba Santiago de espaldas, continuaba siendo estimulante.

- No pueden hacer eso aquí - les dijo Santiago a los jóvenes.

- Sólo fumamos sin molestar a nadie - se defendió uno de ellos. Joshua no alcanzaba a divisarlos bien. - Haz de cuenta que no nos viste.

- No puedo hacer eso - respondió el oficial. - Vamos, apágalo y váyanse.

- No dejaremos de fumar - contestó el muchacho.

No había sido agresivo, pero algo en su afirmación hizo que Joshua se pusiera en alerta.

- ¿Quieres volver a prisión, Foxy? - comentó Santiago, también modificando su tono de voz. - No tienes por qué hacerlo difícil.

- Déjame en paz - insistió el que debía ser Foxy. - ¿Por qué no te relajas y fumas con nosotros?

- No quiero llevarte a prisión - ya no había ni una cuota de carisma en el muchacho con el que salió. - Si no obedeces, lo haré.

En ese momento, Foxy pareció notar la presencia de Joshua, a unos metros de distancia de ello.

Sintió un escalofrío.

- Oh, ya veo - dijo Foxy, incorporándose. - Quieres impresionarlo, ¿no? Quieres que nos vayamos para que tú y el muchacho puedan pasarla bien, ¿no?

Joshua se sintió incómodo. Lo cierto es que la presencia de los dos muchachos había interrumpido el primer beso, pero esperaba que Santiago no creyera que el pueblo le pertenecía sólo por ser policía y realmente los estaba corriendo por fumar en la vía pública.

- Foxy, estoy intentando evitar un escándalo... - la voz de Santiago cada vez sonaba menos simpática.

- El bosque es grande - insistió Foxy. - Pueden ir a hacerlo a otro lado. No tienes que tener sexo justo aquí.

- Foxy...

- No vas a hacer mucho sin tus uniformados detrás de ti - lo desafió Foxy, acercándose peligrosamente a Santiago. - No tienes autoridad aquí.

Y entonces, como si aquel duelo de miradas no fuera suficiente, Foxy le escupió en el rostro a Santiago.

Joshua abrió la boca, pero quedó paralizado del temor, convencido de que no iba a suceder nada bueno a continuación.

Santiago se giró a mirar a Joshua, con una especie de lamento.

- Discúlpame por lo que vas a ver - le dijo Santiago.

No sabía a qué se refería pero no tardó en averiguarlo.

De la espalda de Santiago, salieron dos largos tentáculos, dispuestos a atacar a los dos muchachos que tuvieron la mala idea de fumar marihuana cerca de la salida del pueblo. 

El Amigo Invisible (Compendio #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora