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El silencio en el bosque era sepulcral, después de la última batalla con la manada enemiga todos los animales se habían refugiado en sus madrigueras para escapar de los colmillos afilados de los lobos.

El alfa se movía con sigilo entre los árboles, sirviéndose de la ayuda de la diosa Luna que por esa noche había estado de su lado, y lo agradecía, porque todo apestaba a masacre, a la sangre de sus enemigos esparcida en la maleza, al cansancio tras una batalla que pareció interminable y que les obligó a arrebatar vidas que no debían perderse. Era una guerra tan absurda como cualquier otra.

WonWoo aprovechaba su pelaje azabache para moverse entre las sombras, asegurando que sus lobos se encontraran a salvo, podía notar el cansancio cuando sus miradas se cruzaban en la oscuridad, el dolor por las heridas, el nerviosismo de tener tan lejos a sus omegas, pero seguían de pie a su lado, fieles hasta la médula, esperando la menor señal para levantarse ante una nueva batalla si era necesario.

Llegó hasta los límites del territorio, donde una hilera de cadáveres descansaban junto al arroyo que servía de frontera entre ambos pueblos. Lobos de todos los tamaños se encontraban rígidos, bañados en sangre y con la piel desgarrada. Les había ordenado dejarlos ahí, no como una burla ni como advertencia, sino para brindarle la oportunidad a sus dolientes de darles santa sepultura y que los omegas que habían dejado atrás tuvieran una lápida a la cual llorar.

Un segundo grupo de lobos salió de las sombras del bosque, Shownu, un lobo de pelaje cenizo y casi tan grande como el mismo alfa, se acercó a este para anunciarle que estaban listos para levantar guardia a lo largo de la frontera. WonWoo fijó sus ojos oscuros en el recién llegado, cediéndole el liderazgo de la cuadrilla con la que se presentó y ordenándole la supervisión de cada lobo que quedaba bajo su mando, a diferencia de los que hicieron frente al primer ataque, estos eran en su mayoría betas, o alfas demasiado jóvenes que aún no tenían experiencia en batalla.

Shownu asintió sumiso ante las indicaciones de su alfa y un instante después había desaparecido en el bosque con la mitad de la manada, listos para levantar guardia en los puntos de seguridad.

Para el resto, era tiempo de descansar.

Las puertas del pueblo se abrieron en cuanto los centinelas los vislumbraron en la oscuridad, el silbido característico de la manada alertó a la pequeña tribu que los guerreros habían regresado. Todos salían de sus hogares en medio de la angustia y la desesperación, aterrados de descubrir que sus parejas se encontraran heridas o peor aún, que no estuvieran ahí.

Era peor para los omegas más jóvenes, aquellos que recibieron su marca cuando a penas alcanzaron su madurez, omegas como Chan estaban hechos un manojo de nervios, tratando de soltarse de los betas que habían sido los encargados de cuidar de ellos mientras sus alfas se encontraban ausentes.

WonWoo iba a la cabeza de la formación, inmenso e imponente como solo el alfa del pueblo podía, su pelaje aún más oscuro por la sangre derramada de sus enemigos y su pecho hinchado de orgullo, porque pudo regresar con bien a cada lobo que se llevó para proteger a su gente. Las familias se aglomeraban emocionadas a cada lado del sendero, cargando las pieles con las que se cubrirían sus guerreros cuando volvieran a su forma humana. Se abrazaban entre sí cuando lograban divisar a aquel que los mantuvo con el alma en un hilo o simplemente rompían a llorar de la felicidad de saber que volvían a salvo, pero nadie se acercaba a las bestias que desfilaban entre ellos.

Nadie excepto Seungkwan, que dio un grito en cuanto divisó a cierto lobo de ojos castaños, se soltó de Solar, que había tratado de contenerlo desde que la alarma sonó y se lanzó sin titubeos a su alfa. El lobo, que avanzaba al mismo ritmo que sus compañeros, se vio contrariado por un instante, congelado entre la necesidad de lanzarse a lamer a su omega o seguir las órdenes de su alfa que ya estaba observándole de reojo.

Flores en invierno [ Meanie ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora