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El cielo había oscurecido por completo cuando MinGyu llegó a la cabaña de JaeHyun, el pobre chico había recibido la paliza de su vida, pero era lo suficientemente estúpido como cualquier otro alfa como para seguir sonriendo a pesar de los golpes. O al menos eso fue lo que el moreno pensó cuando lo encontró tirado en la cama con un muy molesto Doyoung a su lado, el beta parecía estar dispuesto a terminar el trabajo que el resto de los chicos no pudieron hacer con solo mirarlo.

— Si tiene esa cara significa que va a sobrevivir –interrumpió el omega al escuchar los reclamos del beta— al menos hasta la próxima selección.

— Sigo sin entender por qué se toman tan en serio esas estupideces —el pelinegro seguía paseándose por el pequeño espacio que quedaba entre la cama y la mesita de la habitación—

— Explotarían si no lo hicieran —exclamó cansado, había trabajado toda la Mañana y solo quería regresar a dormir a su casa. No esperaba que Byul lo llamara para revisar al chico— déjame verte.

— Valió la pena —se defendió—

— Deberías quitar la cara  que tienes —reclamó Doyoung una vez más— no necesitas esas responsabilidades en este momento.

— Suficiente, Do —ordenó Mingyu— una palabra más y vas a esperar afuera como el resto.

— Es injusto, los omegas siempre se quedan a un lado aunque estén haciendo un drama.

— Pero no eres omega —la expresión de MinGyu suplicaba un poquito de comprensión— y no estás angustiado sino enojado y te entiendo, son unos idiotas  pero necesito que te calles.

El pelinegro se contuvo de mala gana simplemente se cruzó de brazos observando a MinGyu hacer su trabajo, los hematomas eran grandes al rededor de sus costillas pero tras palparlas confirmó que ninguna se había fracturado. Lo que le preocupaba era la herida que tenía sobre su hombro, los colmillos de lobo le abrieron la piel y la sangre, escandalosa como era, había hecho un desastre de su piel clara, había pasado demasiado cerca de la arteria y no pudo esconder una mueca cuando fue consciente del riesgo al que lo sometieron. Por fortuna no necesitó más puntadas para controlar la hemorragia, Jae era muy joven y la fuerza de su lobo lo curaba a sí mismo con rapidez.

— Necesitas descansar —declaró el omega cubriendo el pecho del alfa con una manta— para mañana los moretones deben estar a la mitad y la herida habrá cerrado casi en su totalidad, pero no te muevas demasiado y regresa a la guardia en dos días más.

— El entrenamiento empezará mañana, MinGyu —respondió el alfa como si fuera algo obvio— No puedo perderlo

— No vas a servirle a la manada si te desangra a media transformación —concluyó, dando el tema por zanjado y obteniendo una mueca del chico—

— Yo me encargo que no se mueva —intervino el beta más tranquilo y lo acompañó fuera de la pequeña habitación— es algo necio pero es solo porque intenta hacerse un lugar en la manda.

— No caigas en esa farsa, Se lastiman apropósito porque quieren que uno esté encima de ellos lamiendo sus heridas —bromeó tratando de aligerar el ambiente, aún podía notar la tensión del beta tornándose los dedos como si no supiera qué hacer—

— Ojalá pudiera hacer algo por él —sonrió con impotencia y MinGyu comprendió de inmediato.

No era común que un alfa se emparejara con un beta, los alfas eran instintivos, dominantes, se guiaban por su lobo la mitad del tiempo y la otra mitad lo hacían con el olfato, el aroma de los betas era demasiado débil, casi imperceptible, las marcas entre ellos no eran más que un acto simbólico pues eran incapaces de compartir las emociones de su lobo como una pareja alfa-omega lo haría, no era raro ver que los betas se limitaran a estar con otros de su mismo tipo y que aquellos más atrevidos se involucraran con algún omega, pero un alfa jamás tomaría a un beta varón, estaba mal visto, era casi una ofensa a la madre Luna y era aceptar que el linaje moriría en ellos.

Flores en invierno [ Meanie ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora