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MinGyu salió de la cabaña tan rápido como pudo, sus patas se hundían en la nieve suelta haciendo que el cansancio se hiciera aún más evidente, estaba agotado, tan harto de todo que cada inhalación lo quemaba desde el interior, corría sin rumbo esperando encontrar la tranquilidad que su lobo necesitaba, y es que esas palabras le hicieron sentir como si nada hubiera valido la pena, todos esos años sufriendo en silencio, sacrificándose a sí mismo solo para estar al lado del hombre que amaba y que ahora estaba seguro, solo lo veía como un estorbo en su vida.

MinGyu ni siquiera había pedido algo a cambio, no habían promesas que le ayudaran a consolar al lobo que tiritaba en la oscuridad, con la esperanza de una marca que lo guiara a la calidez que necesitaba, y por años le fue fiel a ese trato absurdo que lo sometía a una tortura a cambio de gestos que le daban la ilusion de ser especial.

El dolor se apoderó del cuerpo del omega, un nudo cerrándose al rededor de su garganta con cada pensamiento, con cada hecho miserable que aceptaba en su vida. Quería gritar, aullar para desahogar la agonía que lo asfixiaba cada vez más fuerte pero la última fibra de orgullo en su ser le obligaba a resistirse, era lo único que le quedaba y no le daría el gusto de saber que seguía lamentándose por el.

MinGyu se dejó caer de bruces sobre la nieve en un último esfuerzo para ahogar el llanto de su omega, el frío calándole hasta los huesos y de repente ya no pudo levantarse más, por un momento le costó creer que su destino le había alcanzado, cubierto de nieve en un valle sin fin.

Recordó hace años cuando fue testigo del futuro que le esperaba en una pobre omega de la manada vecina solo un par de años mayor que él, la habían encontrado vagando en medio de una tormenta, tan débil y alejada de la realidad que a penas podía respirar. Él asistió a su abuela cuando intentaron salvarla, pero el frío ya había reclamado sus extremidades con grandes parches negros que tenían el hedor de la muerte y el sufrimiento de una vida. No habían marcas de otra naturaleza en su piel.

Antes de aquella mujer, su abuela le contaba historias de omegas que nunca encontraban a su alfa y perdían la razón, arrojándose a su suerte en las noches de tormenta. Ella creía que buscaban la forma de igualar el frío que sentían por dentro, entregándose a los vientos del norte en un beso mortal.

No volvió a mencionarlo. Quizá porque no lo creyó necesario después de que él lo viera por sí mismo o porque pensó que si eso no lo convencía, nada lo haría.

Sin embargo, ahora que yacía cubierto de hielo le hubiese gustado pedirle perdón, por todo el tiempo que la hizo preocuparse por él y si tuviera oportunidad de decirle algo mas sería que no era tan doloroso como parecía.

Los centinelas de las manada siempre decían que la muerte por frío era horrible y dolorosa, que te destrozaba lentamente hasta llegar a tu corazón. Para MinGyu era todo lo contrario, al fin podía dejarse llevar por el cansancio, era como quedarse dormido lentamente, con el viento que soplaba entre los árboles convirtiéndose en un arrullo distante con el que dejó todo atrás.

*

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El alfa atrajo el cuerpo del moreno aún más cerca del suyo, todavía podía sentirlo tiritando bajo su pecho desnudo mientras intentaba calmarlo con su propio calor.

Su lobo estaba deseaperado, lo notaba ir y venir en su interior tan impotente como él mismo, quería frotarse contra su piel hasta que sus mejillas recuperaran el color canela que adoraba, lamer las quemaduras que el hielo dejó en la punta de su nartiz hasta que sanara por completo, solo deseaba abrazarlo hasta que el invierno terminara y no pudiera hacerle daño otra vez.

MinGyu se acercó un poco más a él, buscando el calor que irradiaba su cuerpo. Era increíble cómo aún inconsciente sus lobos eran capaces de aferrarse a lo que necesitaban, el instinto buscando la seguridad del alfa que habían escogido.

Fue hasta el medio día que MinGyu empezó a despertar, sus manos recorriendo el cuerpo desnudo que lo presionaba contra las pieles de la cama, alcanzó a sentir un brazo musculoso y el aroma fuerte y espeso del roble en él.

Le tomó varios minutos asimilar lo que había sucedido y le concedió una revisión rápida a su omega para asegurarse de que estuviera bien, no pudo ser mayor su sorpresa cuando lo descubrió tan cómodo como él mismo buscando estar más cerca del alfa, como si no estuvieran prácticamente enterrados en su costado.

La luz del sol lastimó sus ojos cuando encontró las ventanas abiertas a un lado de ellos, la tormenta había dejado un cielo despejado y el único rastro de su paso por el pueblo estaba en su piel. Volteó a ver al hombre que descansaba a su lado, bolsas oscuras bajo sus largas pestañas como evidencia de la noche que pasó cuidándolo... no merecía tanta atención.

MinGyu se quedó inmóvil, cuidando hasta su respiración para evitar algún movimiento brusco en el que pudiera despertarlo, su mirada fija en las aves que revoloteaban fuera de la cabaña para secar sus alas. Y ojalá hubiera tenido un par para salir de allí y ahorrarse la vergüenza de verlo a los ojos.

-- Parece que el color está regresando a tus mejillas -la voz del alfa lo sacó de sus pensamientos, las notas de orgullo y satisfacción evidentes en cada palabra-

MinGyu quiso sonreír, mostrarle una cara que no dejara en evidencia lo mal que se sentía pero solo logró que sus ojos se humedecieran una vez más.

-- Está bien, Gyu -prometió, acariciando una mejilla demasiado fría para su propia tranquilidad- Lo siento tanto, no debí dejarte ir si estabas tan mal...

-- Esto es algo que pasaría tarde o temprano... solo he tenido la suerte de tenerte -la voz del omega quebrandose sin saber cómo continuar- gracias, Shownu.

* ° * ° *

*Se manifiesta*

Vamos a quitar la etiqueta de Meanie para poner la del MonTeen.

Usted puede descargar su odio justo aquí ----->

Bai.

Flores en invierno [ Meanie ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora