5:55 AM.
Las luces de su auto iluminaron su espacio en el estacionamiento al aire libre frente a el edificio de tres plantas en donde estaban las oficinas de su empresa. Consultoría Del Valle. Seguridad industrial. Miró tranquilamente las paredes beige con vistas verde oliva deslizando sus ojos hasta los cristales de la entrada por donde salia una luz tenue. Era demasiado temprano para empezar con las labores del día. Nadie en sus cabales llegaría a esa hora.
Él estaba ahí, parado frente a el edificio de oficinas dispuesto a empezar a trabajar en el proyecto más importante que su empresa tenia desde hacia un tiempo. Estaba llegando en el momento preciso, él ahora estaba listo para subir a un nivel mucho más avanzado para llevar a su empresa al siguiente nivel, el trabajo fue muy arduo, actualizar sus conocimientos en varias maestrías y doctorados en países muy avanzados estaba dando su fruto. Invertir en sus empleados para hacerlos mucho más competentes fue una excelente decisión y ahora daba sus frutos con el primer contrato que atraía a unos importantes clientes Japoneses a un sistema de seguridad muy impresionante.
Era un nuevo inicio. Desde que se trasladó a la ciudad de México con muy poco dinero en sus bolsillos, una madre desolada por la muerte de su esposo, no por la manera en la que había fallecido como sus tíos pensaban, no, ella le lloraba porque lo había amado y su perdida fue una tragedia para ella; desde el momento en que sus pies bajaron de las escalerillas del avión se prometió así mismo que se volvería un hombre exitoso a nombre de su padre: Carlos Del Valle.
No iba a tomar nada de la fortuna de su madre, de la familia Herrera Demich. No cedió a los ruegos de su madre de aceptar invertir parte de su dinero en su nueva empresa. No iba a hacerlo a pesar que sabia que estaba hiriéndola con su rechazo. Era imposible que dinero de esa familia corriera por las venas de su empresa. Parte de un complejo industrial que su padre había ganado en una apuesta de juego. Una ganancia que de inmediato puso a nombre de su hijo y que le hizo aguantar las ganas para usarlo en la adicción que lo llevó a acabar con su vida.
Después de la muerte de su padre, tuvo que hacer un recuento de los daños, no quedaba mucho para rematar y poder pagar a los acreedores que acosaban a su madre, como esposa de Carlos Del Valle, conocido ingeniero en Monterrey y jugador empedernido.
Lo vendió todo. No quedó un pedazo de suelo que le diera el dinero que necesitaba para pagar las deudas. Por desgracia había firmas en pagarés que tenían el nombre de su madre como aval de sus prestamos y deudas. Lo hizo por ella, quedaron arruinados y en vergüenza por la adicción de su padre al juego, la familia Herrera Demich, conocida familia involucrada en negocios de metalúrgica y minas en todo el país al fin pudo decir: "Te lo dije".
Ellos nunca estuvieron de acuerdo con que una de sus hermanas se casara con un ingeniero cualquiera, él no pertenecía a la privilegiada clase social en la que ellos se movían.
La historia de amor de su madre había sido como una hermosa historia de amor, no tenia muchas partes complicadas como las telenovelas que se acostumbraba a ver en las tardes, su madre, vio a el joven y apuesto Carlos Del Valle en una fiesta que era presentado por un viejo amigo de la familia como un buen chico, con una carrera brillante. Manuela Herrera Demich, se enamoró y como la hija de un hombre que amaba a cada uno de sus hijos y nunca les negaba nada le fue concedido su deseo a pesar de la renuencia de sus hermanos mayores.
Sus padres lograron tener una empresa exitosa. Además de construir una maquina industrial que ayudaba a hacer el trabajo de los obreros fuera más rápido y patentarla tenia una empresa que se dedicaba a ensamblar cámaras fotográficas y de vídeo de excelente calidad. Trabajaron para varias marcas muy reconocidas aquel negocio y el dinero que ganaba por la venta de la maquinaria que había creado les dio una vida desahogada, lo que merecía su madre y él como hijo único.
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TAN DELICADA COMO UNA ROSA CON ESPINAS
Romance¿Quién diría que sólo bastaban quince días para enamorarse? Nunca en la vida podía haber pasado por la cabeza de Rodrigo Del Valle. En su cerebro se mantenían asuntos más primordiales que el amor. Estaba su empresa y el deseo de llevarla al siguien...