2:07AM.
Gritos en la calle. Cristales chocando en el concreto. Una voz conocida que le llamaba fue adentrándose en su sueño.
- ¿Qué chingaos...
Su voz sonó gruesa y adormilada cuando fue despabilándose. Se levantó de un salto de la cama cuando escuchó un nuevo estruendo y corrió hasta la ventana-balcón de la vieja casa de principios del siglo pasado. No le importó que sólo vestía unos flojos bóxer y que su incipiente abdomen se mostrara con vello castaño cubriéndolo. Abrió la cortina de golpe y no pudo más que quedarse con la boca abierta ante el espectáculo que estaba a varios metros bajo él.
Rodrigo se movía tambaleante en medio de la calle rodeado por vidrios sobre un charco de liquido. Balbuceaba mientras alargaba una mano como queriendo levantar uno de aquellos cristales.
- Demonios - gruñó apenas moviendo los labios y rascó la barba que había había crecido demasiado por la noche.
Abrió la puerta del balcón y se inclinó recargando sus codos en el hierro forjado de la protección.
- ¿Qué demonios estás haciendo?
Rodrigo se detuvo y levantó la mirada hacia su amigo.
- S-se cayó - dijo con dificultad señalando los vidrios.
- Ya veo - suspiró Saúl moviendo la cabeza sin tener deseos de llamarle la atención. Estaba preocupado -. Ven a la casa, bajo a abrirte.
Su amigo se balanceo en dirección a la casa.
Saúl se metió frotando sus ojos somnolientos y jaló la vieja bata castaña que parecía un felpudo. Abrió la puerta de su habitación, se sostuvo de la barandilla de madera oscura que estaba en el pasillo y miró la sala en la planta baja. Era un reverendo desastre, había hojas de papel por todos lados y metros de tela cubriendo el piso de madera y rollos largos pegados a la pared como sus tiendas de telas en el centro.
Unos violentos golpes en los vitrales de la puerta desviaron su atención y bajó corriendo las escaleras esperando llegar a tiempo y evitar que Rodrigo rompiera sus amados y antiguos vitrales.
-¡Maldita sea Rodrigo! - gritó a toda voz y aumentó la velocidad patinando sobre el bien pulido piso de madera.
Abrió la puerta de un jalón, miró con furia a su amigo y lo tomó del brazo metiéndolo a su casa, después revisó su precioso vitral. No encontró ninguna fisura, sólo que el viejo mastique estaba hecho pequeños guijarros. Suspiró agotado y se giró para quedar frente a su amigo que torpemente movía una tela de su camino.
- ¿Qué demonios estas haciendo a estás horas en la calle? - Demandó irritado -. Estás jodidamente borracho cabrón. De verdad, estas fuera de control.
- ¡No tienes derecho! - levantó la voz y lo señaló con el dedo -, tú eres el juerguista mayor no puedes molestarte por que yo me haya pasado de copas...
- Tienes razón, me gusta la fiesta - asintió en un tono molesto -, pero a diferencia de ti lo hago para divertirme, no por una mujer...
- No es por...
- Por supuesto - respondió burlón.
- ¡Basta! - levantó la voz balbuceante -, yo no lo hago por una...
- Es mejor que dejes de negar lo evidente - gruñó Saúl ya enojado con su amigo -, va a llegar el momento en que todo va a explotar dentro de ti y va a ser difícil ayudarte a recoger los pedazos.
- ¡No tienes derecho! - lo señaló furioso -, ¡No sabes como la estoy pasando!
Saúl asintió y pasó una mano por sus alborotados rizos, rascó su cabeza sintiendo algo de lastima por su amigo. Si no le conociera aseguraría que se estaba enamorando de una extraña, tanto para su amigo y para él. Le preocupaba que esa muchacha estuviera metiéndose por los ojos de su amigo dispuesta a aprovecharse de él y su dinero.
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TAN DELICADA COMO UNA ROSA CON ESPINAS
Romance¿Quién diría que sólo bastaban quince días para enamorarse? Nunca en la vida podía haber pasado por la cabeza de Rodrigo Del Valle. En su cerebro se mantenían asuntos más primordiales que el amor. Estaba su empresa y el deseo de llevarla al siguien...