7:31 AM.
El silencio fue el que le despertó. Sus ojos se sentían hinchados y resecos, además que le ardían terriblemente. ¡Necesitó un café! Pensó pasando una mano por su cabello. Por instinto abrió los ojos y buscó un trasto en color blanco en su escritorio...
Se encontró con el techo alto y una lampara por completo desconocida.
No estaba en su oficina, ni siquiera en la habitación de su departamento. Pasó una mano por su rostro frotando sus ojos somnolientos, parpadeó y ahora despierto miró a su alrededor. La habitación se encontraba en penumbras, podía distinguir el blanco techo las paredes claras con adornos de madera de no muy buen gusto, una puerta entreabierta de donde salia la luz que le enseñaba los muebles que adornaban el resto.
Frunció el ceño pasando una mano por la barba crecida que le irritaba la piel alrededor de la mandíbula y su boca. Apretó los labios sintiendo como si tuviera montones de algodón en su boca. La abrió un par de veces haciendo ruidos con la lengua y el paladar.
- ¿Qué horas son? - gruñó en voz baja incorporándose con ayuda de los codos sosteniéndose del blando colchón.
Un gemido muy suave le llegó junto a él. Miró las cobijas a su lado, un mechón de cabello oscuro se mostró entre el lío de sabanas y la colcha cobriza. Al principio se sobresaltó bajando un pie sobre la rugosa alfombra. De su boca salieron todas las malas palabras que se sabia y que nunca jamás diría en frente de su madre.
Se inclinó despacio hacia el bulto bajo las mantas. Con la punta de sus dedos levantó la colcha encontrándose con una maraña de cabellos oscuros ocultando parcialmente el rostro de la mujer. Frunció el ceño y se incorporó haciendo una mueca de dolor cuando una punzada surcó su frente.
Se levantó y sus pies desnudos tropezaron con ropa tirada en forma indiscriminada.
Sus jeans azules, y sus calcetines. Se inclinó a recogerlos, un suspiró llegó a él desde la cama seguido del movimiento del cuerpo dormido. Sostuvo con fuerza la ropa en su mano y miró nuevamente a la cama.
La desconocida estaba al descubierto. Sus labios rosados e hinchados por los besos que Rodrigo no recordaba estaban entreabiertos, su nariz pequeña y unas cejas en arcos perfectos enmarcaban unos ojos cerrados junto a las largas pestañas con, aún maquillaje se acomodaban como patas de arañas alrededor.
No creía que despertara al menos en los próximos minutos, quizá una hora.
Le echó una mirada, era bonita, no había duda acerca de ello; al menos borracho no perdía su toque para las mujeres. Se dibujó una leve sonrisa y movió la cabeza dando cuenta a lo absurdo de sus pensamientos. Estaba en una situación que no era normal en su vida, quizá si le hubiese tocado a Saúl no le haría levantar una ceja, pero era él, quien no acostumbraba a salir de juerga en medio de la semana y terminar en un hotel con una desconocida.
Caminó por la alfombra marrón que silenciaba sus pisadas inclinándose cada vez que encontraba alguna prenda femenina acomodándola al final en el sillón solitario de la habitación. Su camisa estaba sobre el respaldo, al menos no se había arrugado podría salir del lugar con algo de dignidad.
Fue hasta el baño y se miro en el espejo frente al lavabo. Pasó una mano por el cabello despeinado y lo arregló un poco con los dedos a falta de un peine. Sus ojos se fijaron en las muñecas desnudas. ¿Dónde demonios estaba el maldito reloj?
Cerró los ojos y las nubes que habían estado nublando su cerebro se fueron despejando.
La noche fue tomando un rumbo que no fue planeado.
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TAN DELICADA COMO UNA ROSA CON ESPINAS
Romance¿Quién diría que sólo bastaban quince días para enamorarse? Nunca en la vida podía haber pasado por la cabeza de Rodrigo Del Valle. En su cerebro se mantenían asuntos más primordiales que el amor. Estaba su empresa y el deseo de llevarla al siguien...