-¡Demonios! - gruñó molesto y salió de la oficina a largas zancadas - ¡María!
Salió detrás de ella. No le importaba lo que los demás pensaran de seguir a una empleada por los pasillos de las oficinas principales; lo único que quería era evitar que se fuera, que se alejara de él.
- ¡María! -.Volvió a llamarla.
Los empleados se quedaron en silencio. La escena que estaba ante ellos era mucho mejor que sus respectivos trabajos. No era usual ver a el director y dueño de la empresa salir detrás de alguien, mucho menos de una mujer.
Hubo algunas cejas levantadas al ver tras de quien iba. Todos conocían muy bien a María. Ella les había vendido alguna vez aquel delicioso café, que preferían al asqueroso que el contador y su achichincle compraban para ahorrar. Varias miradas fueron hasta la joven que buscaba huir del lugar con lágrimas en su bonito rostro.
-¡Maldición María! -, gruñó Rodrigo alcanzando a la joven sosteniéndola del frágil brazo. -. Aún no hemos terminado de hablar.
- ¿Q-qué e-stá haciendo? - María lo miró con sus hermosos ojos llorosos.
Estaba muy sorprendida. Evitaba mirar a los empleados que mantenían su atención en ellos. Agitada llevo su mano libre hasta su cara para limpiar las lágrimas que mojaban sus mejillas. Movió la cabeza negando ansiosa que dejará de hacer lo que estaba haciendo y la soltara.
-¡Por Dios! - balbuceó nerviosa intentando disimuladamente soltarse de el agarre -, ¡Por favor déjeme!, ¿No sé da cuenta...
- ¿Que todos nos están viendo? - inclinó la cabeza hacia ella. Demasiado cerca... -. Si, me doy cuenta de que todos los ojos están puestos sobre nosotros. Si no hubieses huido de mí estaríamos en la intimidad de mi oficina y terminarías de escuchar lo que tengo que decir.
- No puedo con esto - sollozó bajando el rostro completamente sonrojada -, no puedo quedarme a escuchar sus mentiras. ¡Cómo se burla de mí!
- No estoy burlandome de ti - replicó Rodrigo mostrando molestia en su voz inclinándose mas a ella -. Nunca antes en toda mi vida le he dicho a alguien más mis sentimientos. Eres la primera mujer que he amado.
-¡No puedo creerle! - se movió molesta. Sus ojos chocolate y caramelo brillaron como oro viejo . -. ¡Está haciendo esto por su orgullo! ¡Porque no soy tan ingenua como usted creía! ¡Porque soy una simple mujer que cayó en sus palabras y que...
-¡Maldición María! - suspiró Rodrigo algo agotado. La rodeó entre sus brazos acercándola a su cuerpo. -. Nada es así. Quizá al principio fue una manera de quitarte de mi cabeza. De demostrar que no había nada, sólo una obsesión por esa maldita taza de café y esos hermosos ojos que venían con ello. Nunca fue mi intención enamorarme.
- No, no puedo...
Rodrigo acariciaba su cabello muy suavemente, como si fuera algo muy querido. Sus labios tocaban las hebras oscuras mientras aspiraba el aroma característico de su pequeña María. Se sentía completo, absurdamente cálido y amado. Porque estaba seguro que su pequeña María lo amaba tanto o más que él a ella.
Había olvidado por completo a sus empleados que estaba seguro que todas las miradas estaban sobre ellos y no le importaba. Quizá era una buena manera de mostrarle a María que de verdad la amaba, que era capaz de demostrarlo ante cualquiera. Por ella.
- Lo siento - musitó ella entre suaves sollozos. -. No puedo creer, es..., difícil creer que de alguna manera está enamorado de mí. Lo único en lo que puedo pensar es en que quiere es seguir aprovechándose de mí y después botarme como lo hizo ayer en el aeropuerto frente a su madre.
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TAN DELICADA COMO UNA ROSA CON ESPINAS
Romance¿Quién diría que sólo bastaban quince días para enamorarse? Nunca en la vida podía haber pasado por la cabeza de Rodrigo Del Valle. En su cerebro se mantenían asuntos más primordiales que el amor. Estaba su empresa y el deseo de llevarla al siguien...