Dia 15

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10:00 AM.

La jefa de recursos humanos miró a María de una manera que la paso de nervios. Parecía querer entender el motivo de su renuncia o tal vez estaba especulando sobre ella. Los ojos castaños tras los lentes la recorrieron como si fuese un espécimen a estudiar.

- Lo siento - le devolvió la carta de renuncia después de doblarla y meterla al sobre. -. Debes llevarla personalmente al señor Del Valle. No estoy autorizada para atender esto. Él se encarga de liquidar a los empleados.

- ¿No puede dársela usted? - inquirió María en un ruego.

No quería volver a ver la cara de Rodrigo Del Valle unas vez más, ya había sido demasiado. Después de aquel domingo. No era posible una humillación más grande. Esa situación era la que la estaba llevando a done estaba ahora. A renunciar al mejor trabajo que había tenido ya que le daba oportunidad de encargarse de su otro trabajo que cumplía con un pequeño sueño ahogado por su padre.

- Lo siento María - levantó las manos mostrando su impotencia. -. Son ordenes. No puedo hacer nada ante esto. Conoces al jefe mayor - bajó el volumen de su voz -, no le gusta que pasen por alto sus ordenes. Podría despedirme.

María asintió. Tomó la carta de la mano de la licenciada, miró el sobre blanco. Había trabajado toda la tarde de ayer en ella. Intentó ser lo más formal posible, ocultando lo mal que se sentía por terminar con todo lo que la unía a ese hombre que culpaba por acabar con todo lo que tenía. No evadía sus propias culpas. Era imposible que hubiese pasado lo que pasó si ella no estuviera involucrada. Bajó la mirada sintiéndose derrotada mientras un suspiro escapaba de sus labios.

- Si quieres renunciar tienes que subir y entregar personalmente la carta - La licenciada la miró aún curiosa por esa nueva orden. La tenía en su correo electrónico. -, aunque me sorprende que estés renunciando. Eres muy buena empleada, me gustaría que siguieras trabajando para la empresa...

- ¡No! - respondió alterada. Sus dedos casi arrugaron la carta -, necesito hacerlo. Causas de fuerza mayor.

- Entiendo. - asintió amable aunque curiosa.

- Bueno, voy a tener que subir a la oficina del jefe - respiró resignada -, si no queda otro remedio.

- Lo siento María - le sonrió amable.

María asintió y salió de la oficina de recursos humanos.

María se movió inquieta en el cubículo del elevador mientras subía al siguiente piso. Su estómago estaba revuelto. Sus manos sudaban y sus piernas no dejaban de temblar. Lanzó un tembloroso suspiro y cuando el aparato se detuvo miró las puertas aún cerradas con el corazón desbocado y una sensación de inseguridad y terror que estaba a punto de hacerla correr de regreso. No, no podía claudicar. Llevaba demasiado tiempo teniendo miedo a enfrentarse a los hombres por culpa de su padre y ahora ella estaba sola y no podía dejar que su miedo surgiera. No ahora. Suspiró profundamente y buscó fuerza para salir del elevador.

Miró a los empleados que se movían por el piso con seguridad. Algunos de ellos la miraron con curiosidad, quizá recordándola de algunos días atrás. Levantó la barbilla y sostuvo con ambas manos nerviosas el sobre que llevaba su renuncia.

No hubiera querido volver a enfrentarse a él, pero al parecer el destino estaba en su contra. Se había resignado a no tener nada que ver con él, sabia que era lo mejor. El amor que sentia por él se desvanecería con el tiempo, sería mucho más fácil si no volvía a verlo. Ahora sus planes no estaban saliendo como queria, pero debía pensar en que erala ultima vez que le vería. La ultima vez que estaría a su lado, aunque preferiría que eso no sucediera.

TAN DELICADA COMO UNA ROSA CON ESPINASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora