DIA 14

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7:34 AM.

Un sonido la despertó. Parpadeó entre las sabanas azules que parecían estar tragándola. Una maldición se escuchó en el piso de abajo. De inmediato ella se incorporó aún somnolienta. ¡Era domingo y tenia que marcharse del departamento! Era todavía temprano, pero era lo mejor ya no podía seguir lastimándose.

Se levantó apresurada corriendo a el cuarto de baño para darse una ducha rápida y preparar sus cosas.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Sentía como su corazón latía con fuerza y le dolía su pecho hasta el punto de no poder respirar. Era demasiado. Estaba consciente de los sentimientos que estaban abrumándola ahora mismo. Que el dolor era mucho más intenso que el que sintió cuando Paco se enteró de su engaño.

Amaba a Rodrigo Del Valle. Era la terrible verdad. Ese día era el fin de aquella estúpida decisión que tomó de involucrarse con el dueño de la empresa. Cerró la llave sintiendo un agotamiento en cada uno de los miembros de su cuerpo. Se enredó en una de las mullidas toallas, está vez eligió una gris perla y salió nerviosa de encontrarse con él.

No pudo evitar sobresaltarse. Rodrigo Del Valle estaba de pie frente al barandal de metal cromado en plata brillante recargado en sus brazos mirando hacia la planta baja al oírla se volvió mirándola con una fría indiferencia que la hizo estremecer como si estuviera en el mismo polo norte.

- Tengo que irme ahora - le informó de la misma forma -, tengo un compromiso. Por favor recoge todas tus cosas, seria un inconveniente para ambos que volviera y..., ¿entiendes?

- No sé preocupe - asintió María buscando la manera de no mostrar el dolor y la angustia que le estaba causando aquellas palabras -, no voy a tardar demasiado en irme de aquí. Mis cosas están preparadas.

- Esta bien - asintió con la cabeza deslizando sus ojos por su semidesnuda figura.

Rodrigo volvió a asentir. Las manos en los bolsillos de su pantalón de mezclilla se apretaron. ¡Demonios! ¡La deseaba! Verla así, con la piel húmeda por la ducha, el cabello negro mojado, pegado a su craneo. Ella estaba ahí, fresca, convirtiéndose en una fuerte tentación, a la que no podía volver a caer. No había un futuro, ni siquiera un presente para ellos. Era por eso que decidió comportarse frío e indiferente. Sabía que no era la forma de hacerlo, pero no encontraba otra forma de hacerle notar que las noches se habían terminado. Era lo mejor. No quería dramas.

La noche anterior lo sintió. Fue tan tangible que no pudo dormir después del acto. Ella sentía algo por él y eso estaba fuera de los límites de todas sus relaciones. No buscaba una relación seria con nadie, no por el momento. Su trabajo, su prioridad. Esa era la razón por la que prefería mantener sus relaciones con mujeres sin ningún compromiso.

Un par de noches, quizás una cena, ir a bailar; un poco de diversión y después un adiós sin dramas. Su pequeña María no era como las demás mujeres que entendían de aquel tipo de relación. Ella era mucho más vulnerable.

Él era culpable. Nunca debió enredarse con ella. Sus mundos eran diferentes. Ahora tenía que aceptar las consecuencias y hacerse cargo de ellas.

La miró nuevamente y se encontró con esos hermosos ojos chocolate y caramelo, éstos brillaban por las lágrimas no derramadas. ¡Maldita sea! Gruñó para sí, ¡no podía caer en la tentación y tomarla en sus brazos! Apretó las manos a sus costados al mismo tiempo que sus labios se fruncieron.

- Debo irme -. Le anunció -. Voy a el aeropuerto. Mi madre...

María asintió ajustándose la toalla. Sintió su mirada nuevamente recorriendo su figura y aguantó un temblor que empezaba a correr por sus piernas. Cruzó los brazos cubriéndose el pecho buscando la manera de parar los fuertes latidos de su corazón.

TAN DELICADA COMO UNA ROSA CON ESPINASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora