D-O-L-L-H-O-U-S-E #𝘿𝙮𝙡𝙖𝙣

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Al fin es de noche. Es como si después de la cena tuviéramos permiso de tirar nuestros guiones, tirar nuestras máscaras y despedirnos del público. Al fin la obra del día de hoy se había acabado. Aplaudí lento con una sonrisa irónica.

Todavía podía recordar las palabras de mis padres con supuestas felicitaciones. "𝐁𝐮𝐞𝐧 𝐝𝐢𝐬𝐜𝐮𝐫𝐬𝐨. 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞𝐛𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐝𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐭𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐬𝐞 𝐦𝐚𝐪𝐮𝐢𝐥𝐥𝐚𝐣𝐞, 𝐦𝐢𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñ𝐞𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐧𝐨 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚𝐬 𝐜𝐞𝐫𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐩𝐫𝐨𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐚 𝐲 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐣𝐨𝐯𝐞𝐧𝐜𝐢𝐭𝐚 𝐧𝐨 𝐮𝐧𝐚 𝐟á𝐜𝐢𝐥." Había dicho papá.

"𝐀𝐝𝐨𝐫𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐥𝐚 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥𝐨𝐠𝐢𝐚𝐬𝐭𝐞 𝐚 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐩𝐚𝐝𝐫𝐞𝐬, 𝐦𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢ó 𝐜𝐫𝐞í𝐛𝐥𝐞. 𝐌𝐞 𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐢ó 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐫𝐞𝐚𝐥 𝐞𝐥 𝐩𝐥á𝐬𝐭𝐢𝐜𝐨 𝐞𝐧 𝐭𝐮 𝐬𝐨𝐧𝐫𝐢𝐬𝐚." Obviamente mi hermano.

"𝐌𝐞 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐧𝐭ó, 𝐦𝐢 𝐚𝐦𝐨𝐫. 𝐏𝐞𝐫𝐨 𝐚 𝐥𝐚 𝐩𝐫ó𝐱𝐢𝐦𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐮𝐛𝐚𝐬 𝐚𝐥 𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐧𝐨 𝐭𝐞 𝐚𝐜𝐞𝐫𝐪𝐮𝐞𝐬 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐚 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐝𝐞𝐥 𝐫𝐞𝐟𝐥𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐡𝐚𝐜𝐞 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐧𝐨𝐭𝐞, 𝐩𝐮𝐞𝐬... ¿𝐜ó𝐦𝐨 𝐝𝐞𝐜𝐢𝐫𝐥𝐨? 𝐥𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐡𝐚𝐛𝐥ó 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐛í𝐚𝐬 𝐞𝐦𝐩𝐞𝐳𝐚𝐝𝐨 𝐚 𝐬𝐮𝐛𝐢𝐫 𝐝𝐞 𝐩𝐞𝐬𝐨." Y por último mi madre.

Había dejado el plato de lado sin ninguna expresión y me dediqué a sólo escuchar la conversación de mi familia. Mi hermano había estado controlando su risa mientras tomaba mi comida y la ponía sobre su plato. A veces lanzaba con su tenedor las cosas que no le gustaba a mi plato y murmuraba un "𝐥𝐚𝐬 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨".

Dylan suele decir que me veía mejor, que estaba logrando un peso saludable. Cuando notaba que volvía a mis malos hábitos lo mas común era que el chico organizara algún picnic o pasara mas tiempo conmigo para vigilar mis comidas.

Solíamos hacernos la comida del otro para al otro día en la escuela-en donde en general nos la pasábamos todo el día-y sabia que no podría no hacerlo porque si la olvidaba, él me haría comer la comida que había traído para mi y él no probaría ni un sólo bocado.

¿𝐋𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬? 𝐁𝐮𝐞𝐧𝐨, 𝐚𝐬í 𝐦𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐲𝐨 𝐭𝐨𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐞𝐦𝐨𝐬 𝐚 𝐞𝐦𝐩𝐞𝐳𝐚𝐫 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐣𝐮𝐞𝐠𝐨. 𝐓𝐞𝐫𝐦𝐢𝐧𝐚 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐫. Había dicho la primera vez que falté a lo que se convirtió en nuestra costumbre. A él le encantaba mi cuerpo y a mi también. En esa cena olvidé los cometarios desagradables de mis padres y de mi hermano. Sonrisas que se escapaban al recordar las dulces palabras del chico castaño, las lecciones y regaños cariñosos.

De nuevo al comienzo, como había dicho todos dejaron de contenerse, la habitación de mis padres era utilizada por sólo uno de ellos y su acompañante. Asqueroso rechinido y estúpida cama. Podía asegurar que las únicas veces que mis padres le dieron ese uso a su cama fueron para tener a mi hermano y a mi.

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