Ya es de madrugada, el viento aulla su lamento nocturno acompasado por el sombrío canto de las ninfas. Sus voces entonan alabanzas entorno a los fríos lindes al pie de la montaña sagrada del basto bosque antiguo.
Mis ojos rojos y desorbitados lamentan la resequedad de incontables noches sin dormir. Permanezco recluido en un rincón de mi árbol en posición fetal, aguardando al llamado ensordecedor de la criatura que mora en mi lúgubre aposento.
"Todo esta bien, todo esta bien, todo esta bien..."
Me balanceo con la cabeza entre las rodilla y mis palmas cubriendo mis heridos oídos. Fútiles y lastimeros son mis intentos por convencerme de que esta noche estaré exento de mi tortura. Mi vista se desparrama frenéticamente de un lado a otro, buscando una luz de esperanza entre esa insondable oscuridad que pesa sobre mi alma.
Soy un druida de ochocientos años, soy el guardián del bosque sagrado y uno de los cinco Libuigam, los elegidos por los seres místicos del bosque... Como fue que termine derrotado? Solo puedo decir que yo mismo me condene a un destino incierto.
Debilitado, abatido, burlado por la suerte... Soy el esclavo de la cría mortal de la mismísima muerte en vida. El esclavo de un animalito espíritu que creía salvar de ser devorado por bestias salvajes y que resultó ser mi verdugo.
No se cuantas eras han bastado para entregar mi libertad al olvido desde nuestro fatal encuentro.
Miumiumiu! Miumiumiu!
Su chillido infernal es preludio del réquiem mortal, apenas se despertó, después de solo dos míseras horas de letargo.
MIUUU! MIUUUU! MIUUUUU!
El sonido de su berreo abominable aumenta frenéticamente. Ya no tengo salvación, es demasiado tarde para mi, moriré...
--Druida, no vas a atenderlo?
Una luz de salvación enceguece mi masacrada vista. Por la ventana una ninfa ha venido a salvarme.
--Liberame... Por piedad...
Extiendo mi mano en súplica, estoy desesperado, sólo ella, quien ha acudido a mis suplicas puede salvarme.
--Hay no seas ridículo! Apenas llevas tres días de estar cuidando a este bodoque tan tierno y hermoso.
La ninfa entra flotando por la ventana dejando su suave estela de estrellas. Sostiene a la criatura entre sus delgados brazos de pálido color.
--Quién es el bebé mas hermoso? Quién?
La ninfa acaricia al engendro demoniaco con su dedo. Este se retuerce tratando de tomar su maculo dedo de doncella con sus terribles zarpas.
Temblando observó como la inocente cae presa del depravado monstruo... También es tarde para ella.
--Oye! Druida! Qué esperas, ve a calentar su comida. Esta hambriento.
Con la cabeza gacha arrastro mis pies hasta el bloque de hielo donde tengo su cubeta rebosante de maná. Lo caliento con mi magia y lo paso a un biberón.
La ninfa me entrega en brazos al esclavista y una vez en mis manos le doy la ofrenda.
Munch munch munch
Entonces caigo en la cuenta de que soy un masoquista, esta es la misma historia de siempre. El motivo por el que no he abandonado al torturador es por que es endemoniadamente hermoso!
La primer vez que lo vi, abandonado, ciego e indefenso en un claro junto al lago, su cuerpecito rechoncho temblaba de miedo ante los aullidos de los dioses lobo.
Como druida que soy, respeto el flujo natural de la vida. Fue fácil al principio, simplemente decidí pasar de largo, si su madre lo había abandonado era porque era débil o estaba enfermo.
Miu~
Un ruidito casi inaudible emanó de su pequeño cuerpo, se arrastro como pudo hasta mi pie y restregó su nariz húmeda en mi piel. Mi corazón se estremeció como nunca lo había hecho. Dentro de mi surgió la necesidad de protegerlo, el instinto paternal no me permitió abandonar a la desdichada criatura.
Así que sigo aquí. Sin dormir, sin descansar ni un momento, cuidando del indefenso cachorro que me mira con sus apenas abiertos ojitos que guardan los secretos del universo, porque literalmente parecen cúmulos de estrellas.
--Sabes de que especie es?
La ninfa pregunta curiosa sin apartar la vista del cachorro de no se que.
--No. De hecho no he podido identificarlo, aun es muy pequeño.
Justo iba a depositar en su lecho de musgo al animalito cuando rodó entre mis palmas.
Observe con lentitud como su cuerpo se caía de mis manos para estrellarse contra el frío y duro piso de madera.
La ninfa extendió sus manos alarmada casi al mismo tiempo que yo, manoteamos en el aire con los rostros deformados por el terror.
Entonces el diminuto cuerpo se rodeo de un aura espiritual poderosa de intenso color dorado y extendió unas magníficas alas emplumadas.
La ninfa y yo contemplamos pasmados la revelación de la criatura.
No era un simple animal pequeño, obeso y voraz... Era la cría de un dios no identificado.
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Criando a una bestia mítica ancestral
FantasiSoy un druida no una niñera! Eso pensaba cierto druida de ochocientos años, el guardián del bosque mas antiguo sobre la faz de la tierra y uno de los cinco guardianes supremos. Sin embargo, ahora es el esclavo y padre adoptivo de un tierno cachorro...