Miraba por la ventana con evidente molestia.
Mudarse era una mierda, aún no entendía por qué sus padres insistían en hacerlo si ellos tenían trabajo en cualquier sitio.
El dinero no hacía falta, pero pudiendo pagar buenas universidades en buenas ciudades, sus padres creían conveniente pagar lo que creían que era una buena universidad en un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad.
Todo era un asco.
Eso sin contar que faltaba menos de un año para su graduación.
Siempre quiso pasar esa fecha junto a sus amigos de toda la vida.
Pero gracias al deseo de sus padres de llevar "una vida más tranquila" eso no se podría.
Y por mucho que dijo que quería quedarse a vivir solo, sus padres se lo negaron con la excusa de que dependía económicamente de ellos y mientras eso sucediera, tenía que obedecer a sus órdenes.
Tampoco era que deseaba oponerse a la voluntad de sus padres, ya que gracias a ellos había crecido siendo una persona educada, obediente, amable y con todos los lujos que había deseado.
Sin importar que ya era un adulto joven de 23 años, debía obedecer a sus padres tal como se lo habían enseñado.
Seguía mirando por la ventana del auto y no podía ver nada más que nubes y árboles.
Suspiró cansado, ya tenía aproximadamente 5 horas de estar así y aún no llegaban a su destino.
Así que decidió recostarse en el asiento y dejar que las nubes blancas le dieran la tranquilidad necesaria para quedarse dormido.
...
Definitivamente no era lo que esperaba.
Esa casa era más pequeña que la anterior o mejor dicho, muchísimo más pequeña.
Era igual a las demás de ese modesto barrio.
Pero agradecía al cielo tener su propio baño y una habitación adicional para hacer allí una oficina improvisada.
Acomodó un par de cosas que traía consigo mientras dejaba que los del camión de mudanza terminaran de bajar las cajas restantes.
Sus padres parecían estar alegres con todo, ellos sentían que su vida mejoraría en ese lugar, sin contar que estaban pensando en expandir sus negocios.
Él los observaba mientras estaba sentado en las escaleras, aburrido.
Su padre se acercó a él dando palmaditas en su espalda para finalmente sentarse a su lado.
- ¿Y?
Wonho se quedó esperando una explicación para esa pregunta, pero no llegó.
- ¿Y qué? No entiendo papá.
- ¿Y qué tal la casa? ¿El barrio? ¿Te gusta? No has dicho una palabra desde que llegamos...
Wonho le regaló una leve sonrisa.
- Ah, eso... pues... Esta bien... o sea, se que les gusta mucho y eso está bien, yo solo... estoy cansado.
- Tienes razón... nos gusta mucho y me alegra que a ti también.
El hombre sacó su celular de la bolsa y lo miró fijamente unos segundos para luego regresar su vista a Wonho.