Anexo 4

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Creo que todos en algún momento les pusimos nombres en clave a las personas que nos gustan para poder hablar con más tranquilidad con nuestros amigos y de esta manera tener la certeza de que no íbamos a ser descubiertos.

Con mi mamá te decimos "rubio"

Algo no muy original si debo decir, pero a mi progenitora le gustaba.

Y acá viene, por decirlo de alguna manera, el más importante, ese que siempre se usa: "Lemon Pie"

Sé que probablemente si lo descubrieras, me mirarías divertido y preguntarías con tono burlesco: "¿lemon pie?" Y yo respondería tranquilamente aunque sin quitar el sonrojo que eventualmente se extendería por mis mejillas: "Sí, como el postre"

Que conste que yo no lo elegí, porque si sabía que cada vez que comería ese postre una imagen tuya se posaría en mi cabeza, jamás lo hubiese aceptado.

Fue una mañana en la que O saltó de repente como siempre cuando se le ocurría una idea y lo dijo. Y sin que estuviera de acuerdo o no, quedó así, por lo que no me quedó más remedio que acostumbrarme a él.

Sin embargo siempre existe aquel nombre que es nuestro y nada más que nuestro. Como la otra cara de una moneda, esa que queda oculta cuando no enfocamos en una; como nuestra personalidad, una parte se la mostramos al mundo y otra queda guardada para esas veces en la que nos encontramos completamente solos.

Pues, como todo eso, para mí y solo para mí vos siempre serás "Dayan"

Las cosas que nunca le dije (y probablemente no le diré) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora