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Aún recuerdo ésa noche, todo era normal, todo era igual, hasta que ocurrió...

Era una noche de luna llena en uno de las pequeñas ciudades de Estados Unidos, el cielo estaba despejado, las estrellas brillaban con una intensidad muy bella. La hermosa vista que me brindaba el balcón de la grandiosa casa de mi mejor amigo me ayudaba a distraerme del insoportable ruido que había dentro, era su decimoséptimo cumpleaños, entre todos le organizamos una fiesta con alcohol y música, pero nunca pensamos que sería tan ruidosa.

- Oye Mike.

Me giré con un ligero mareo en la cabeza, Chris estaba recargado en la pared del balcón con un vaso desechable lleno de ron en su mano derecha. Se acercó a mi con lentitud y un gesto de burla plasmado en su rostro.

- ¿Quién lo diría? El gran Michael Jones no puede con una simple cerveza - Chris se colocó a un lado mío sin quitar su cara de burla.

- Yo no soy tan borracho como tú, ¿recuerdas? - le respondí con el mismo tono.

Reímos por lo bajo para después mirar el enorme patio que tenía, olía a césped recién cortado, un olor que a mí me gustaba mucho, mi vista se posó en una pequeña fuente de piedra algo lejos de la casa, Chris también la miró.

- ¿Disfrutas tu fiesta? - le pregunté y Chris asintió - Que bien, porque si no, te podemos echar a patadas y la hacemos nuestra.

-Muy apenas puedes con Kate y quieres organizar una fiesta - dijo burlista dándole un sorbo a su vaso.

Suspiré con fastidio, Kate es mi novia desde hace algunos meses y ahora no me puedo librar de ella. No es que no la quiera, simplemente es muy pesada.

- No la menciones, por favor.

Miré a Chris suplicante, él me miró confuso.

- ¿Acaso terminaron? - preguntó con gesto relajado.

- No es éso - respondí mientras suspiraba -, sólo que me siento más tranquilo cuando estoy lejos de ella o temas que se dirijan a ella.

- Ya veo... - dió un sorbo a su vaso con ron, sin dejar de mirar la fuente. Después me miró y ladeó una sonrisa -, ¿recuerdas cuándo éramos pequeños y jugábamos en ésa fuente?

- Sí, y que el señor Mccartney nos decía "tengan cuidado con los deseos que piden a ésa fuente" - solté una carcajada -, y ahora lo único con que jugamos es con la cama.

- ¿Y si lo hacemos? - miré extrañado a Chris.

- Ahorita no traigo ganas, no hay ninguna guapa allá adentro.

-No me refiero a éso imbécil, me refiero a pedir el deseo a la fuente - Chris me dió un golpe despacio en mi hombro.

- ¿Acaso tienes 5 años?

- ¿Acaso eres marica?

Miré a Chris por unos segundos frustrado por su inmadurez y el dolor de cabeza que me estaba dando, me rasqué la nuca pensándolo y asentí rendido.

- Vamos, pedimos el deseo y regresamos a tu fiesta - hablé mirándole fijamente -. Sólo hago esto porque es tu cumpleaños...

- Está bien, miedoso.

(...)

Mientras caminábamos, sentía como algo me decía que era una mala idea, Chris iba delante de mí, miré el cielo, se estaba comenzando a nublar, y cuando estábamos acercándonos​ el olor del césped cambió a estiércol. Al estar frente a frente de la fuente, me dí cuenta de que aún funciona, en cambio todo a su alrededor estaba marchito y feo, Chris me entregó una moneda y me acercó a él.

- Según el viejo Mccartney - habló Chris -, tenemos que lanzar una moneda a la fuente y pedir un deseo.

- Es lo mismo que en las películas.

- Sí, y también dice que quién pida un buen deseo, se le cumple. Por lo tanto yo iré primero.

Dió varios pasos atrás y aventó la moneda justo en lo más alto de la fuente. Me miró con gesto de superioridad.

- ¿Qué deseaste?

- Se supone que si lo dices, no se cumple.

- Está bien... Mi turno.

Acerqué mi mano izquierda con la moneda, mientras intentaba pensar en un deseo, tardé varios segundos, pero no encontraba nada.

- Lo siento Chris, no se me ocurre nada.

- Pues no sé, eh, pídele algo a tu mente, a tu... ¿conciencia?, Ay no sé, pero de aquí no nos vamos hasta que pidas tu deseo.

- Pues desearía que mi conciencia, como tú le dices, estuviera aquí conmigo para que me dijera algo.

- Cálmate eh, que sólo te intento ayudar.

Chris me dió una palmada en la espalda tan fuerte que me dolió, provocando que soltara la moneda, le regresé la palmada.

- Mejor vámonos a tu fiesta, Kate no tarda en llegar y no quiero problemas hoy.

- Bueno.

Regresamos a la fiesta y como dije, Kate llegó y ya no me pude separar de ella. Pero no me pude concentrar en nada, porque sentía algo extraño, algo que me ponía extrañamente felíz...

La conciencia de Michael (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora