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A la tarde siguiente, habíamos acudido a la casa de Christian. Era sábado, por lo tanto, teníamos toda la tarde libre.

Cuando llegamos, Kate estaba esperando en la puerta. Al vernos juntos no tuvo ninguna expresión, después de unos segundos, Christian nos abrió la puerta y nos dio la entrada.

Kate entró primero, seguida de Alice, después entré y Christian cerró la puerta detrás de nosotros. Me sorprendí al ver la casa hecha un chiquero, Christian es muy ordenado para dejar su casa así. Había ropa tirada por doquier y varios vasos desechables vacíos por toda la sala de estar.

— Lamento el desorden, he estado algo ocupado las recuperando materias — se disculpó Christian.

— Tranquilo, el armario de Michael es peor — habló Alice.

Le miré sorprendido y avergonzado, ella me miró y soltó una risa pequeña. Christian la miró y se ruborizó rascándose el mentón.

— Supongo que no venimos a limpiar... — habló Kate.

— No, nos dividiremos — habló Christian entregándole una lista.

Kate tomó la lista y Alice se acercó con ella a leerla. Christian se acercó a mi con otra lista y me la entregó.

— Son muchas cosas — habló Alice sorprendida —. ¿Tienes tanto dinero?

— Incluso más — le guiñó un ojo a lo que Alice le ignoró —. Eh... Pueden ir a cualquier mercado y encontrarán lo de la lista, si ven que tardan, pueden dejarlo para mañana.

Christian le entregó una tarjeta de crédito a Kate y dinero aparte para el pasaje.

— Está bien. Adiós — Kate empezó a caminar hasta llegar a la salida, después de volteó y miró a Alice —. Ven, no pienso hacer ésto sola.

— ¡Oh, es verdad! — Alice comenzó a acercarse a ella —. ¡Adiós!

Kate abrió la puerta y ambas salieron de la casa. Christian y yo las miramos irse y después cruzamos miradas, me sentí incómodo. Pues ambos estamos enamorados de la misma chica.

— ¿A dónde iremos nosotros?

— Iremos al supermercado de aquí cerca — contestó mientras recogía los vasos desechables —. Puede que acabemos primero que las chicas.

— Está bien. En marcha — hablé y me encaminé a la salida.

Christian me siguió y cerró la casa con llave, las cuales guardó en uno de sus bolsillos, tiró en un bote de basura los vasos. Nos encaminamos a un supermercado que estaba a unas cuadras. Era nuevo, pero era muy variado.

Al llegar, tomé un carrito de compras y nos adentramos. Nos metimos al pasillo de licores y vinos. Christian tomó siete botellas de ron y las colocó en el carrito.

— Es mucho ron — hablé.

— Dos botellas son para mí, ya no me quedan en casa — contestó mientras seguíamos caminando.

— Ya... — lo miré unos segundos y suspiré —. Oye, he visto que te juntas mucho con Kate. ¿No estarán planeando algo, verdad?

La conciencia de Michael (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora