La Marca se escurría en el vaivén de las hojas de los árboles rechonchos; en más de una ocasión le perdieron rastro debido a lo errático que bailaba. Mateo y Mentor abandonaron el sendero por donde comenzaron y ahora deambulaban en el corazón de un bosque; que ante cualquier ojo inexperto lucía igual.
El evocatto se convirtió en caballo y el choque de los cascos estremeció la tierra. Mentor invitó a Mateo a montarlo para viajar más rápido, pero el evocador se negó. Entre sus argumentos agradeció el gesto, pero aseguró que nunca había conocido un lugar como ése y que le gustaría disfrutarlo más.
El viaje continuó con calma, con ambos caminando. Para sentirse más seguro, el tigre apareció y los ojos escudriñaron cada sombra, la nariz no dejó escapar al más mínimo aroma, las orejas clasificaron cada sonido y las patas echaron raíces sensoriales.
Largas horas pasaron mientras perseguían la Marca, por fortuna la frescura del ambiente favoreció la caminata. Cerca de una pendiente el ojo con cuernos desapareció, pero al no ser la primera vez que sucedía, no se extrañaron y siguieron caminando, en lo que ellos consideraron que era una línea recta. De súbito Mentor dio media vuelta.
– ¿Todo bien? –Mateo bien sabía que no era así. Intentó agudizar sus sentidos tanto como los de su compañero, pero no alcanzó la sensibilidad necesaria.
–Creo que no –las garras del evocatto se exaltaron, sus músculos se endurecieron como rocas, las rayas en el pelaje de su lomo se encresparon, las orejas y los ojos se movieron paranoicos para analizar el entorno–, hace rato escuché un ruido, y siento que cada vez está más cerca. Mis sentidos me gritan que es grande y pesado.
Mateo se acercó a su amigo y le echó el brazo sobre la espalda. En seguida, la tierra se estremeció con suavidad y Mateo la sintió. Las vibraciones se incrementaron hasta que de pronto el dueño de aquellos mini terremotos apareció detrás de unos árboles: una bestia alta y blanquecina, tan reseca que parecía estar hecha de piedra. A cada paso que daba unas escamas de su piel quedaban tendidas sobre el camino. El rostro de aquel ser aterró a los viajeros, era osco, frio e inexpresivo; con unas brillantes y cristalinas esferas negras por ojos y la boca dejaba al descubierto las puntas de sus dientes acerrados.
Antes de que algo terrible ocurriera, el tigre avanzó con cautela hacia el monstruo lo más amenazador que pudo para que la bestia retrocediera. El evocatto contrajo los labios para mostrarle al monstruo que él también tenía una dentadura filosa. Además, tiraba zarpazos con los que hacía lucir sus garras. Completó la demostración de poder con un rugido resonante.
–Tego ame –vociferó el monstruo alzando los brazos y chirriando balbuceos después–, biii biii, guiiboo liii.
–Corre Mateo –gritó el tigre pero el miedo provocó que el evocador no reaccionara tan rápido–. Vete –miró con furia a Mateo, quien despertaba de su letargo.
Haciendo un esfuerzo por deshacerse de su condición de estatua, el de la profecía huyó tan rápido como se lo permitieron sus piernas de plomo. Sentía que se movía torpe y burdo; aunque deseara evitarlo, no le era posible.
En cuanto Mateo se movió, la bestia intentó perseguirlo pero Mentor se interpuso, sus ojos chocaron y combatieron en silencio. El violeta de los ojos del tigre hipnotizó al oponente, pero un rugido desde sus entrañas lo despertó y de nuevo trato de ir por Mateo. El felino atajó al monstruo blanco con una mordedura en un brazo. Cosa de la que el evocatto se arrepintió muy pronto, se había visto obligado a soltarlo de inmediato debido al intenso sabor salado que tenía.
La bestia gritó colérica y embistió con un puñetazo al evocatto. Mentor se bebió la sorpresa, salió disparado y se estrelló con un árbol con tanta fuerza que lo astilló. En ese momento un letargo lo invadió y su cuerpo olvidó la consciencia; fatigado y adolorido quedó tendido sobre el suelo.
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La Flor de Synárah
FantasiaQuizá para Mateo no era mucha la historia que había detrás de su corta vida; sin embargo, sí era mucha la que lo acompañaba en ese mundo mágico que descubrió con algunos obsequios de cumpleaños y un espejo, que con su reflejo lo llevó a un lugar lla...