II. Cartas mojadas.

21 1 0
                                        

     Al día siguiente amanecí anímicamente mal. La noche pasada podría haber sido una pesadilla tranquilamente, pero todo fue real. Todos preparábamos nuestros trajes de baño, toallones, mantas y comida para dar comienzo a la pool party. Acomodé las cortinas para que entre algo de luz en la habitación. Ahí tragué saliva, el cielo estaba completamente oscuro. Aquellas nubes grises sentenciaban que aquel día no sería mejor que el anterior. Me sentía maldita, el universo conspiraba en mi contra y yo no podía hacer nada al respecto.
Llegamos a un acuerdo, dado que el trasporte ya estaba pago, decidimos ir y tratar de pasarlo lo mejor posible. Me parecía irónico. Me peleé con una amiga porque no quería meterse en una pileta, y ahora no podía meterme en la pileta porque estaba lloviendo. Fue un viaje largo, lluvioso y aburrido. Aprovechamos la versión pirata de Spotify para escvuchar música. Green Day, Oasis, Queens Of The Stone Age, entre otras, deleitaron nuestros oídos con sus maravillosas composiciones.
Al llegar el suelo estaba todo embarrado y corrimos en dirección a un pequeño lugar de abastecimiento y centro de recreación. Moon y yo no íbamos a bajar los brazos. Compró una baraja de cartas por $60. Creo que fue la baraja más cara que pagó en su vida, pero Moon no dijo nada. Se estaba esmerando en mantenerme contenta y estable. 
Y así transcurrió nuestro día, durmiendo y jugando partidas de chin-chón en el autobús. Durmiendo nuevamente y peleando por quien hacía trampa o no. Y, finalmente, nos quedamos en silencio, observando las gotas golpear las ventanillas para luego deslizarse grácilmente sobre el vidrio. La verdad es que sí dimos una vuelta por el lugar pero el viento y la llovizna era insoportable, preferimos quedarnos encerradas y poco a poco muchos se dieron cuenta de que esa era la mejor opción. Así fue como se llenó el autobús para ir de regreso a casa.
Llegábamos con el cabello mojado y enmarañando. Moon se dispuso a preparar sus cosas para marcharse y me ví obligada a rogarle para que se quede una noche más. Quería su compañía, quería saber que ella sí estaba conmigo y que podría llegar a divertirme un poco más.
Ya todos sabemos lo que hizo Moon.
Sí, aceptó.


Resiliencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora