Lo bueno dura poco, eso es lo que dicen. Y eso es lo que pasa. Quizá porque en realidad acabamos por acostumbrarnos a aquello que hace fascinante a ese algo por lo que deja de perder su esencia ante nuestros ojos. Quizás algo más se encarga de arrebatar aquella esencia. Quizá nada de lo que digo tiene sentido.
Dejé de ir al colegio, estaba cursando sexto año. No fuí al viaje de egresados ni participé en ninguna reunión. Nunca me interesó nada de lo que estaban haciendo. De hecho, nada me interesaba. Solía cantar y tocar la guitarra, lo máximo que llegaba a hacer era tararear una canción. Me aburría la música, me aburrían las películas, me aburría la vida. Y con todo esto la ansiedad que me genera el tema Dahlia iba en aumento.
Le propuse mil ideas, una pareja abierta, ser amigas, ser novias. Ella aceptó a todas y yo ninguna. Había un problema en mi interior, sabía que había algo malo en mí. Recuerdo haber mencionado que Dahlia carecía de autoestima por lo que se la pasaba haciendo comentarios negativos a cada rata. Eso me enervaba. Estaba cansada de tratar de ayudarla a salir de un pozo en el que estaba yo adentro.
A veces la miraba y me parecía fea, otras la miraba y me parecía preciosa. ¿qué podía hacer? Mis pensamientos y sentimientos no concretaban entre sí. Yo quería hacerla feliz pero ¿hasta qué punto?
Una de las tantas noches en las que hablábamos empezamos a discutir, quería dejarme. Justo dió la casualidad de que me mandaron a comprar y me eché a correr. Quería huír de Dahlia, de mi vida, de mi misma. Corrí gritando y llorando entre la gente en plena noche. Corrí desorientada y ví pasar el tren en frente de mis narices. ¿Qué sentía por Dahlia? ¿QUÉ SENTÍA POR DAHLIA?
Pasé las vías del tren y seguí corriendo hasta que ví a la policía. Yo todavía llevaba el uniforme puesto, no quería meterme en más problemas. Respiré hondo y caminé de regreso a casa. Imaginándome qué me diría o que me esperaba.
Al llegar a la esquina de mi casa mi gato, Zara, estaba esperando y corrió hacia mi encuentro. Entré en mi casa, estaban por llamar a la policía. Mi madré me gritó desesperada y angustiada, mis hermanas se asustaron, todos nos asustamos aquella noche.
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Resiliencia.
Teen FictionTodo comenzó cuando el reloj dió las doce de la noche aquel 10 de enero del 2016. Dejé que el fuego consuma por completo el pabilo de la velita de mi pastel y salí corriendo. Me abrí paso entre la gente, entre los globos, entre el murmullo de los in...