IV. Sappy.

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Pleno verano, la piel era acariciada constantemente por la suave brisa de la temporada. Clima de verano, clima de felicidad, ahora el clima del romance nos rodeaba por completo.
La pelea había pasado a un segundo plano lo cual me preocupaba pero no tanto como para deterneme y analizarlo en detalle. La luz del sol entraba entre las cortinas, mis hermanitas corrían de acá para allá en la casa mientras mi mamá desayunaba algo rápido. Le mande un mensaje a Dahlia para ver si podíamos vernos.

     Una vez respondido el mensaje, me dispuse a poner orden en la casa

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Una vez respondido el mensaje, me dispuse a poner orden en la casa. Hacer aquellas tareas tediosas como lavar los platos o fregar el inodoro. Un rato más tarde el celular vibró, era Dahlia indicándome que estaba todo okay y que podríamos salir a pasear.
Me calcé un short con una remera ajustada al cuerpo y me miré al espejo. Allí estaba yo. Tez morena, cabello verde y bastante delgada. Quedamos en andar en bici por lo que tomé prestada la de mi hermano y me eché a andar.
Nos encontrábamos siempre en el mismo punto, una plaza en frente a la comisaría. Llegué tarde, como es de costumbre y ella ya estaba esperándome y reservando un banco para mí.

- ¡HOLA!- grite desde atrás haciendo que se sobresalte. Tenía los audífonos puestos y apostaría a que estaba escuchando algo de The White Stripes.

- ¡Hola!- respondió de forma más apagada pero aún así alegre.

Observé el astibo de sonrisa en sus labios, su pelo castaño cayendo como bucles sobre sus hombros le daban una armonía perfecta a su apariencia. Luego mis ojos pasaron hacia sus ojos. Ojos nostálgicos y profundos que me transmitían un sentimiento casi indescriptible.
Nos quedamos observando a los niños jugueteando en la plaza y haciendo bromas sobre los pájaros que habitaban en aquellos árboles. El día estaba precioso, nos divertíamos con triviliades y no quería que se acabe jamás.
Las idas a la plaza se convirtieron en rutina y dormir juntas en un ritual. Hablábamos por teléfono por horas, me gustaba escuchar su voz. Me gustaba pasar mi tiempo con ella porque me divertía y me sentía comprendida. Era mi mejor amiga, esa era la razón.
Y así transcurrió uno de los mejores verano, siempre al lado de Dahlia. Cuando íbamos a su casa comíamos las increíbles pizzas de su mamá y en mi casa jugábamos al
Guitar Hero. Teníamos nuestros momentos de elocuencia. Reflexionábamos sobre qué era Dios, si existía o no. La relación espacio tiempo, el feminismo, la política. Lo hacíamos todo juntas.
Dahlia se sentía lastimada aún, problemas con los chicos. El problema es que la última vez todo se llevó a un extremo peligroso. Recuerdo una vez, tiradas en el suelo, le pregunté:

- ¿Ya lo superaste?- ansiosa esperé su respuesta.

- Creo que sí- respondió y no pude evitar sentirme contenta por eso.

- Creo que sí- respondió y no pude evitar sentirme contenta por eso

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La plaza Finochietto, Hurlingham

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La plaza Finochietto, Hurlingham.

Resiliencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora