VI. Creo que yo también.

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Me colocaba una remera suelta cuando Dahlia me mandó un mensaje preguntándome si podríamos salir aquella tarde. Me tuve que negar, ya había hecho planes con Leia de quedar en mi casa. Pero... ¿Y si ambas venían? Sonaba a un excelente plan y no habría problema alguno. Se los planteé y encantadas aceptaron.
El reloj digital marcaba las siete cuando escuché unas palmadas en la puerta. ¿Se trataba de Dahlia o de Leia? Moon no estaba invitada dado a que era la archienemiga de Leia básicamente. Finalmente giré el picaporte y era Dahlia, siempre tan puntual. Vestía un suéter a rayas azules y blancas combinados con unos jeans lavados.
Cuando Leia llegó nos dispusimos a jugar al TEG. Y, como es costumbre, acabé por enojarme y poner mi atención en otra cosa. Leia nos comentaba los problemas que tenía con su novio virtual y el chico que en verdad le gusta. La respuesta era obvia, dejar al novio virtual era la solución. Yo no tenía problemas en la matería del amor, excepto por el hecho de que siempre acababa enamorándome de personas homosexuales. Sentía que era una especie de castigo divino. Podríamos decir que ninguna de mis amigas tenía mucha suerte en el amor.
Tomé me guitarra y empecé a marcar el ritmo de Seven Nation Army. La cantaba como si fuese la última canción del mundo. Seguí con Fell in love with a girl y The Hardest Button to Button. Leia lo filmó todo y luego nos arrojamos en mi cama a charlar. Me acerqué a Dahlia, se sentía cómodo, se sentía cálido. ¿Qué era lo que tenía ella que me atraía tanto? Me reí recordando aque sueño en el que una azafata me tiraba una macumba para que me enamorase de Dahlia.
Se había hecho tarde y fue ahí cuando el primer teléfono sonó, el de Leia. El padre le exigía que se esté temprano en la casa y que era muy peligrosa la calle. Una vez Leia se había ido nos quedamos acurrucadas con Dahlia, abrazándonos y muy cercanas.

- ¿Y si le preguntás a tus papás si podés quedarte hoy también?- propuse, ya que Dahlia ya se había quedado la noche anterior.

- Está bien.- aceptó un tanto insegura pero con un destello de esperanza en sus ojos.

Salté sobre ella y la regué de besos, me sentía tan contenta de que podríamos compartir otro día más de nuestras vidas juntas. Ella se sonrojó y llamó al padre. Mientras tanto, yo planeaba las cosas que podríamos hacer aquella noche para pasarla bien. Estaba super eufórica hasta que Dahlia alzó la mirada y negó con su cabeza. En media hora la vendrían a buscar y yo podía sentir como algo se rompía dentro de mí. Lo único que me reconfortaba, al menos un poco, era que seguiríamos charlando más tarde vía Whatsapp. Pero no era lo mismo que tenerla físicamente frente a mí.
Lo sucedido me dejó un mal gusto en la boca, cené a la velocidad de la luz y me dejé caer sobre el colchón.
Tomé mi teléfono y abrí el chat de Dahlia.

Tomé mi teléfono y abrí el chat de Dahlia

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Resiliencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora