X. El final de un comienzo.

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Me levantaba diariamente con un fuerte dolor de cabeza, como si hubiese dormido con una bandita elástica alrededor de mi cabeza. Tenía muchas náuseas y cada vez que los médicos me preguntaban si había una probabilidad de estar embarazada sonreía, era imposible. Me cuestionaba mi relación con Dahlia y mis sentimientos para con ella, ¿debía dejarla? ¿Acaso la amaba? ¿Por qué sufría tanto por el hecho de pensar en dejarla? ¿Me daba culpa o era el amor que me retenía? ¿Me daba algún beneficio la relación? Claramente no.
La luz alumbraba mi rostro por lo que me cubrí con el antebrazo. No quería levantarme, no quería moverme más. No veía sentido alguno para hacerlo. Y cabe destacar que Dahlia no era el único problema en mi vida, también teníamos el factor de una madre abusiva y unos hermanos irrespetuosos. Yo, Connie, la hermana mayor de 6 hermanos. Me presento un poco tarde creo.
Me tomaba mucho trabajo relajarme y el dolor de cabeza no cesaba, incluso a veces se unía al de estómago. No sabía qué hacer, ni cómo hacerlo, ni cuándo hacerlo. Estaba perdida y confundida, consumida en un espiral de pensamientos negativos rondando mi cabeza. ¿cuál era el punto de todo aquello? ¿Hasta dónde me sacrificaría para hacer feliz a Dahlia? El amor, si es que lo tuve, no es lo único necesario para una relación.
Me desperecé y me levanté a desayunar. Tomé un mate cocido oyendo los gritos de mi madre a mis espaldas. Una vez tuve el uniforme puesto, huí. ¿A dónde podía huir? Era otra de mis constantes preguntas. Venía ahorrando para comprarme un nuevo teléfono, iríamos con mi padrino aquel 3 de junio a comprarlo. Esa fue mi primer gran deuda, una de las tantas.
Las clases eran monótonas, nada realmente de interés. Todos se regodeaban jugando al truco o con sus bellísimos celulares. Moon tenía el Samsung Galaxy J7 y Dahlia tenía un Moto E segunda generación. Sí, las envidiaba si eso se preguntan.
Volvía a casa desganada y anhelaba a que llegase el fin de semana para comprarme el teléfono. Y finalmente llegó el día en el que me compré el LG Lion y descubrí que podría jugar a los sims. Estaba mas que contenta, pequeños gustos de una niña capitalista de clase media.
Una tarde, de camino al colegio, iba escuchando Figure it out de Royal Blood cuando una motocicleta se estacionó justo enfrente mío. Pueden imaginarse la secuencia, había pasado tan solo una semana desde que había comprado el teléfono. Se me cayeron los audífonos y pude oír el griterío.

- ¡DAME EL CELULAR! DALE, DÁMELO- vociferó el ladrón un tanto nervioso, un tanto apurado.

- NO, NO TE VOY A DAR NADA.- grité de regreso cuando empezamos a forcejear.

La situación estaba en constante loop y paulatinamente fuí rompiendo en llanto. Miré a un costado y observé a una compañera de clase. Le habían robado a ella también. Me arrojaron al suelo y me saranderaron de un lado a otro. Y entonces... se cansaron y huyeron. Me había salvador. La Policía llegó tarde, como es de esperarse. Hice la denuncia, fuí al colegio y finalmente, me regresaron a mi casa.
Este hecho me dejó persecuta por varias semanas, no podía ni oír el rugir del motor de una motocicleta.
Corrían los días como si de agua se tratase, no le encontraba sentido a nada ni a nadie. ¿Qué haría con Dahlia? Las chicas habían organizado una reunión para el siguiente sábado, quizá eso me alegrara un poco.

Resiliencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora