22: "Te he amado"

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Creo que ya me he excedido de contarte momentos primerizos, ¿no lo piensas así? Desde el día en que mis ojos te conocieron hasta la noche en que la sutileza estorbaba así que terminamos entregándonos con fervor, bajo luz de luna llena. Tantas son las veces que me pregunto cuál de los cientos de recuerdos que he construido a tu lado es el que alojo en mi pecho con más cariño, y escribiéndote pude hallar la respuesta que creí imposible de encontrar, porque atesoro esa mañana de domingo que permanece intacta en mis memorias, pues fue la primera vez que amanecí en el lugar donde pertenecía: entre tus brazos.

Me gustaría inventarte alguna mentira romántica, como que escapé del sueño debido al quedo ruidillo de los latidos de tu corazón, o que tus besos me acobijaron el rostro antes de darme cuenta de que había sido arrastrado de vuelta al presente; pero la verdadera razón por la que me vi obligado a despertar fue mi espantosa manía por adueñarme de las sábanas al dormir, cosa que te dejó desprotegido y tiritando de frío en medio de un crudo amanecer de invierno.

—Bebé —te escuchaba llamar entre dientes castañeantes— perdón por molestarte, pero de lo contrario creo que la causa de mi fallecimiento será hipotermia.

No me digné a abrir los ojos mientras tomaba las acolchadas mantas y a tientas cubría tu absoluta desnudez con ellas, apresurando a ocultarme en tu pecho, buscando transmitirte el calor del que privé a tu cuerpo tantas horas. En mis cabellos recibí el suspiro de alivio que dejaste escapar al momento de entrar en contacto con mi tibia piel, y pronto tus gélidas manos se postraron sobre mi espalda descubierta, haciéndome pegar un respingo. Supe que lo habías hecho a propósito cuando tu risa ronca endulzó mis oídos, siendo esa tu venganza por lo que te había hecho pasar una noche entera.

— ¿Alguna vez lo imaginaste? —balbuceé entre sueños, pues tus caricias me impedían aterrizar por completo en la realidad— Solías burlarte de mí porque era incapaz de ocultar mi desagrado; eso parecía divertirte tanto. Hemos peleado más veces de las que hemos tenido una charla amena, cuando me mudé a lo que resultó ser tu habitación no parecías contento, y a pesar de todo esto ocurrió, nosotros ocurrimos.

Contuviste el aliento por unos segundos, como reteniendo las palabras, y no me molestó esperar para saber tu perspectiva del asunto. Era un calmo momento en donde lo único que percibía eras tú, acaparándome los sentidos con tus delicados cariños que caían cual rocío sobre mis sonrosadas mejillas. No había sentimiento que se comparara con el de tener la oportunidad de sostenerte cerca y recibir tus atenciones, así que con los labios sellados deposité pequeños besos en tus clavículas, sonriendo porque se me habían concedido los anhelos sobre adorarte.

—Para enamorarme de ti me bastó una mirada —dijiste. Ni siquiera necesité verte para saber que acompañabas mi sonrisa con la tuya— La idea de mi persona cayendo en la perdición debido a tus encantos jamás me sonó a algo descabellado, y aunque una parte de mí no quería admitirlo, quererte me sonaba como algo correcto. De repente llegó el día en que finalmente te percataste de mi nombre y de mi existencia, pero al comienzo tus acciones me hicieron creer que el chico por el que estaba ido me veía igual que el resto, como un fenómeno de circo que desagrada a todos, la entretención chiflada que se lleva la atención para ver cuándo se digna a cometer una ocurrencia.

La culpa se arrastró tortuosa por mis venas después de aquella confesión. Pensé en mi horrible yo del pasado, aquel que te había juzgado en base a algo tan hueco como la apariencia y que utilizó la necesidad de ir a un psiquiátrico como si se tratara de un insulto; aquel que fue un idiota y nunca se detuvo a pensar si estaba lastimando tus sentimientos. Deseé entonces que el reloj retrocediera hasta llevarme de vuelta a ese salón de clases humorado a vacío, para obsequiarte una sonrisa desde el primer momento, porque al parecer, aunque nunca creí en tus palabras azules, era un gesto suficiente para hacerte sentir contento.

Índigo [ksj + myg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora