9: "Te he despertado"

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La asfixiante sensación de que la estrechez de las paredes del elevador en derredor mío iba en aumento perturbó mi calma por segundos lentos e irreales. Quizá se debía al excesivo número de cajas que intentaba subir conmigo al tercer piso, esas que me daban más apariencia de torre de cartón que de muchacho cuya vida se ha vuelto un desastre gracias a una mudanza no planeada. 

Aún sigo sin comprender cómo pude avanzar con cuatro cajas en mi brazo y dos maletas arrastrando, era una fortuna que Hoseok tuviera el sábado libre para ayudarme con mis pertenencias. Nos detuvimos frente a la blanca puerta cuya superficie lucía el número "3012" en color dorado, suspirando cansados pues nuestra energía había tomado vuelo y escapó por la ventana de la pesadez. Necesitaba adquirir más fuerza en los brazos, ya no había campo para excusas.

—Bueno Gi, piso tres, habitación tres mil doce, suerte con el resto —brindó palmaditas en mi espalda que fungían como un mal intento de motivación antes de darse la media vuelta, dejándome lidiar solo con mi nuevo y desconocido compañero de habitación.

Acerqué mi puño a la puerta y lo escondí detrás de mi espalda sucesivamente, repitiendo la acción tantas veces que creí me estaba volviendo demasiado tímido. Eran las ocho de la mañana de un sábado, ni siquiera sabía si alguien dormía dentro de aquella habitación o sólo había un espacio vacío. Imploré al cielo porque no se tratara de la segunda opción, pues me habían informado que no podrían darme una llave debido a que la única copia estaba extraviada y hacía falta hablar con el actual inquilino del dormitorio para que diera la suya prestada. Me dijeron que el chico se había negado, ¿era eso una buena señal? Ni de broma.

Lleno de inseguridad, golpeé tres veces con mis nudillos haciendo un sonido tan ridículamente leve que me avergoncé a mi mismo. Tomé un respiro profundo y me enderecé sobre mi espalda, acercando mi mano para exigir la entrada de una forma más decidida y menos patética, el problema fue cuando nadie atendió a mi llamado y caí en cuenta de que cualquiera de mis dos terribles e incómodas posibilidades estaba a la vuelta de la esquina.

Una y otra vez golpeteé la blanca madera, con el corazón acelerado pues nadie se dignaba a permitirme el paso, y cuando estaba a punto de dar el milésimo golpecillo la puerta se abrió de repente, llevándose mi equilibrio con ella. Recuperé la postura como pude, y cuando acomodaba mis gafas en el puente de mi nariz creí que los cristales de éstas se habían roto distorsionando así mi campo de visión. Lo que estaba frente a mis ojos debía ser un error.

Estabas de pie frente a mí, y mientras tu mano derecha estaba demasiado ocupada sosteniendo la perilla de la puerta, la izquierda rascaba tus ojos para despejarlos del sueño. La temperatura se me subió al rostro al percatarme de los ajustados pantalones negros que apenas alcanzaban a cubrir tu cadera, y la ausencia de una camiseta cubriendo tu torso desnudo no hizo nada más que hacerme sentir que el aire había desaparecido, escondiéndome detrás de las palmas de mis manos como si éstas fueran a hacerme desaparecer. La imagen de tatuajes dispersos sobre la nívea piel de tu pecho me atormentaría por la eternidad.

—Esto debe de ser una pesadilla Min YoonGi, porque de seguro te encuentras dormido en tu apartamento y tienes que despertar para comenzar la mudanza. ¡Por supuesto que tu nuevo compañero de cuarto no es el bastardo de Kim SeokJin semidesnudo!, qué imaginación más pervertida tienes, ¡despierta ya! —me exigí a mí mismo, rogando al cielo porque mis absurdas palabras fueran transformadas en una realidad, pero al destapar mi rostro pude verte riendo con ganas.

—Ah, este chico —murmuraste, limpiando lágrimas imaginarias de las comisuras de tus ojos— no sabía que podías ser tan gracioso Min, pero lárgate de aquí —sentenciaste falto de piedad y me azotaste la puerta en la cara, desatando mi mal humor.

Índigo [ksj + myg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora