10: "Te he comprendido"

1.8K 374 64
                                    

Me gusta sentarme a beber una taza de té junto a ti y conversar sobre nuestro primer amanecer juntos, cuando programamos las alarmas lo más temprano posible con tal de no permitir que el otro ocupara la ducha primero, sólo que existía un pequeño problema que no fue pronosticado por ninguno de los dos. Atrapados detrás de esas cuatro paredes, no fuimos capaces de concebir el sueño hasta que el sol estaba a pocas horas de alzarse en el cielo. Teníamos tanta suerte de que fuera domingo.

Estaba realmente nervioso cuando te dignaste a aparecer hasta la media noche, intentando no emitir ruido alguno (cuestión ilógica ya que sólo pretendía dormir a costa de la preocupación que me causaba tu prolongada ausencia nocturna). Impaciente, conté hasta tres y opté por proseguir sumido en el papel de chico durmiente, guardando mis reclamos para la mañana siguiente si es que te encontraba al despertar. 

No quería darte un exagerado sermón por no informar en dónde te encontrabas —pues lo que hicieras con tu tiempo me era de nula relevancia—, sino que te habías ido y me dejaste varado ahí, sin poder salir pues no tenía forma de volver a abrir la puerta, y créeme que mantenerme callado no estaba dentro de mis opciones. 

La piel se me heló ante la caída del anochecer. Septiembre estaba a unos cuantos taches sobre el calendario y con él llegarían los primeros síntomas del otoño: delicadas ventiscas y hojas desvaneciéndose en un acaramelado color ámbar. Me había cubierto el cuerpo con las frazadas suficientes para no congelarme mientras era sostenido por los brazos de Morfeo.

He sido demasiado friolento desde que tengo uso de razón, por lo que fue una ingrata sorpresa el sentir la tela blanca de mis sábanas adherirse entre mis piernas cuando escuché el cierre de tus pantalones bajar, seguido del roce de tus muslos contra la ajustada mezclilla deslizándose hasta caer sobre el suelo en un ruido sordo. Desvestirse junto a mí era innecesario, pero eres y serás una caja llena de sorpresas hasta el día en que la dicha de respirar me sea arrebatada.

Ojalá no hubiera planificado mi mudanza a una hora tan temprana, porque me hubiese ahorrado el precio de conocer tu pecho desnudo y sentir desespero por admirar esos tatuajes más de cerca, descubrir su significado a través del tacto y así saber si la sedosidad de tu blanquecina piel no era sólo una bella apariencia.

Desesperado, imploré a mi torpe corazón que aquella inesperada atracción hacia ti no se tratara de algo más que frustración por llevar meses sin inmiscuirme en caricias ajenas, y rogué a mis desquiciadas hormonas que dejaran de hilar grotescos pensamientos porque comenzaban a afectarme el torrente sanguíneo. Cuando dichas súplicas no surtieron efecto alguno en el rumbo de mis pecaminosos deseos, estuve convencido de que habías llegado a mi vida sólo para causar problemas.

Interminables segundos después escuché la puerta del baño cerrándose detrás del quedo sonido de tus pasos, y resoplé agotado antes de lanzar lejos aquellas telas pesadas que me derretían la piel. Debía de hallar la forma de dormir pronto, pero mi prioridad en ese instante era deshacerme hasta de la más pequeña gota ocio, pues éste me incitaba a profanar tu inalcanzableimagen dentro de mis más culposas cavilaciones

La volátil imaginación de la madrugada tendía a convertirme en un irracional ser capaz de hacer lo que fuera con tal de sentirse lo suficientemente cansado. Tenía manías deplorables, debía evitarlas sino quería quedar como un completo pervertido frente a ti. 

Llevando a mi mente fuera de un mundo que tenía por objetivo dar sosiego al atrevimiento de mis emociones, tu teléfono comenzó a vibrar en medio del cúmulo de mantas desordenadas sobre tu cama, y apresuraste a correr fuera de la ducha para atender. Por tu permanente apariencia de chico malo supuse que se trataría de alguno de tus misteriosos amigos esperándote para escapar a alguna fiesta, o tal vez un ligue que habías dejado colgado hacía semanas, el cual esperaba por tus manos a mitad de la noche para entregar su soledad a cambio de unos minutos de olvido; pero fruncí el entrecejo al escuchar tu saludo, el cual rebasó por mucho los límites de lo sorpresivo.

Índigo [ksj + myg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora