Capítulo 46: Descontrol

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La tenía arrinconada contra la pared y devoraba sus labios de una manera casi salvaje

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La tenía arrinconada contra la pared y devoraba sus labios de una manera casi salvaje. Ella en un principio se asustó y lo apartó. Aunque siendo sincera, su fuerza de voluntad no era tan fuerte que digamos. Simplemente se dejó llevar porque era justo lo que había deseado desde hace mucho. Y si en un principio pensó con miedo que alguien podría descubrirlos, que Olivia no tardaría en llegar de esa reunión y si los descubría así la iba a despedir, poco a poco se fue abandonando a esas sensaciones y siguió adelante.

El huésped Alec Reagan de la suite ejecutiva principal fue a la oficina de housekeeping con la clara intención de ver a Camila y aprovechar la situación si la encontraba sola. Y para su suerte fue así. Durante ese tiempo en que ella dejó de ser su mucama, habían tenido comunicación constante. Él sabía cuál era su correo como trabajadora del hotel, y pronto supo su número. Aunque Cami era consciente que quizá para ese joven empresario ella no pasaba de ser un capricho pasajero y que eso no era una maldita comedia romántica donde el rico se fijaba en la mucama latina y empezaba el drama, era difícil no fantasear. Porque siendo sincera, él no era el único que quería tener sexo ahí.

Alec pasaba algunos días en New York como siempre, y aunque le escribió para quedar una noche de esas, ella no aceptó. Sabía que ese "salir" era básicamente "vamos a coger", pero considerando según sus cálculos que estaba en sus días fértiles prefería no arriesgarse. Pero obvio que al descarado de Alec eso le importaba muy poco.

Empezó con unos requerimientos que en verdad no necesitaba para su habitación, ella le dijo amable que eso debía de solicitarlo en conserjería primero. Él asintió, iba camino a la puerta y ella pensó que estaba de salida. Cerró la puerta y con toda rapidez se precipitó sobre ella. Así la tenía como siempre la había querido.

Le robaba el aliento en el beso más apasionado que ella jamás había recibido. La temperatura no dejaba de subir, ella ya no pensaba, solo quería más. Claro que quería hacerlo con él, y aunque tener sexo en su oficina era una fantasía que no podía resistir, sacó fuerzas para separarse de él un poco. Ahí no.

—Tiene que irse señor, Reagan... —dijo apenas aún agitada. Él le sonrió mientras se acomodaba la ropa, esa sonrisa tan tentadora que la hacía temblar.

—Ven esta noche a mi habitación, no te arrepentirás —ella le sonrió de lado. Ojalá fuera tan fácil como él lo planteaba.

—Claro —contestó, aunque en realidad no estaba segura si le iba a cumplir esa fantasía.

—Nos vemos. —Alec salió, y en menos de un minuto alguien entró en su oficina con una enorme sonrisa. Pero esa sonrisa le dio miedo, era malvada. Quizá había escuchado todo.

—Hace calor, ¿no? —le dijo Estelle—. Toma, requerimientos para las habitaciones. Nos vemos... —Camila se quedó quieta sin saber bien qué pensar. Si esa mujer había escuchado todo estaba perdida. Felizmente ya era su hora de salida, tenía que ir a desahogarse con alguien urgente.

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