Capítulo 4 | Días Sin Tranquilidad

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KEVIN

La noche parecía estar tranquila; en silencio, en un ambiente cálido y la bella luz de la luna reflejándose en nuestra ventana. Sin embargo, notaba como Casey temblaba mientras se aferraba a su almohada. Estábamos acostados: ella me daba la espalda pero podía asegurar que estaba despierta. Veo que ninguno de los dos ha podido dormir.

— ¿Qué pasa, cariño? —me acurruqué en ella—. Estas temblando ¿Quieres una manta?

—No—se giró por completo hasta que pude ver sus ojos cristalizados—, es sólo que...

—Dime, estoy aquí para ti.

Mostró una sonrisa triste. Acaricie su mejilla y sentía como su piel se erizaba mientras soltaba un suspiro suave.

—Tengo miedo a que las pesadillas vuelvan—susurró—. Nunca se van.

— ¿Quieres que traíga tus pastillas?

—No—ha negado con la cabeza—, ya me cansé de las pastillas. Quiero dormir sin tener la ayuda de la medicina.

Seguí acariciando su mejilla hasta que se acercó a mí para recostarse en mi pecho. La abracé con cuidado y miré el techo en silencio como lo hizo ella.

Nuestro entorno se volvió pacífico, nadie decía nada y —tal vez— nadie pensaba en nada. Nuestros cuerpos estaban unidos para formar calor del frío que nos rodeaba y en esta noche, después de todo lo extraño que pasamos, obtuvimos paz.

...

Un aroma causó que mi propia nariz despertara, un aroma a vainilla se alcanzaba a percibir desde la cocina. Al percatarme de que Casey no estaba a mi lado, tuve la impresión de que no logró dormir, otra vez. Me levante con un poco de pereza de mi cama y camine con cuidado directo a la cocina. Al llegar, la encontré a ella frente a la estufa cocinando unos hot cakes en silencio. Rodeé mis brazos en su cintura mientras besaba lentamente su nuca.

—No pude dormir—dijo con tranquilidad—. Pero no quería despertarte.

—Sabes que a mí no me molesta acompañarte en las noches—le sonreí—. Recuerda que en las noches hacíamos lo nuestro—reímos juntos.

A veces en las noches nuestra intimidad avanzaba un poco, sin embargo, a causa de sus pesadillas que empezaron a ser muy difíciles de controlar para ella, tuvimos que dejar a un lado nuestra relación íntima.

—En la mesa está tu malteada, supongo que iras a correr hoy.

—Hoy no—bese su mejilla y me acerque a la mesa del comedor para tomar asiento mientras no le quitaba la vista encima—. En realidad debo prepararme para mañana.

— ¿Mañana verás a alguien? —me miró por encima de su hombro curiosa.

—Algo así.

Casey se acerca con nuestros platos al comedor y los deja con cuidado en la mesa para después tomar asiento frente a mí. Me acerca mi desayuno mientras aún mantiene su expresión de curiosidad.

—Mañana empezare a trabajar—digo al momento de soltar un suspiro.

Ella alzó la mirada hacia mí mostrando una mirada inexpresiva. Intuía que no lo esperaba en lo absoluto mi noticia.

—Di algo—dije impaciente ante su silencio.

— ¿Qué puedo decir? —Trató de sonreír— No digo que está mal, es sólo que...

—Dime—tome su mano—, si quieres puedo dejarlo.

—No—soltó de inmediato la palabra—, a lo que me refiero es que... tú tienes la suerte de trabajar porque no tienes un problema. Pero yo sí. Yo quiero ayudarte en los gastos, no quiero que tú lo hagas solo.

Una Parte De Mí | Segunda temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora