12- Escritorio.

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El rubio se cruzó de brazos para acomodarse, y con suavidad respiraba con sus orbes cerrados, acurrucado en las raíces del gran árbol que todavía estaba intacto de las acciones maliciosas de los hombres, Outer notó tras largos minutos de silencio que se había dormido.

Su respiración era delicada, su cabello desde su distancia notaba lo sedoso que era, su pecho subía tras inhalar profundamente. Las causas de que tuviera un apego al árbol o se quedara allí era todavía un misterio, y quizás hubiera sido mejor pregunta que hacer una muy general con muchos vacíos para no dejarlo con duda.

El peliazul solo estaba a tres pasos, distraído por tal persona que había hecho su rutina de trabajo distinto, hasta acoplar sus pensamientos por todos los misterios que llevaba consigo.

Esos días donde solo veía al joven arrullarse en el árbol y descansar era bastante calmado, pero Outer apreciaba al menos que podía saber que su trabajo tenía un poco más de sentido.

Decidió entonces un día sentarse en su escritorio y escribir con su mano izquierda una declaración sobre la belleza que podía tener los enemigos, solo como un poema del que no iba a nombrar ni a Stave ni a él mismo, solo usar su habilidad en las metáforas antes de colocarla en el postal al consejal de su pueblo, suponía que con algo podía empezar.

Una vez terminado su poema, se lo aprendió, para así recordar las cosas de las que antes no había tenido interés.

Flor Andante. ¦ OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora