15- Luz.

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Semanas de lluvia, ya iban a cumplir la tercera donde las gotas caían con fuerza. El peliazul debía quedarse allí pese el frío que carcomia su cuerpo, pero al menos cada día por medio podía ver a su querido amigo que disfrutaba del clima, se sorprendía que no se enfermara, más teniendo en cuenta que siempre estaba descalzo y no llevaba mucha ropa puesta, solo una tela encima y shorts.

Ambos yacían sentados en las raíces, Outer había podido persuadir que el adverso estuviera en el área bajo su paraguas, allí Stave solía reír bajo cuando podía mojar con gotitas el rostro impropio.

— ¿habrá día que dejes de mojarte por completo?

— No lo creo posible, me gusta el agua aunque las primeras veces es ácida. Duele.

— ¿Duele?

El rubio se quitó el moño de su cabello para peinarlo con sus dedos, aunque ante su pregunta agitó su cabeza para mojarle, haciendo que el tema quedara hasta allí con éxito, Outer no pudo quejarse por poder ver la hermosura del adverso, realmente era muy lindo, y tuvo una gran necesidad de también peinarlo.

— ¿Q-Qué haces? —Dijo el de pecas con un tono confuso, el peliazul cumplió su cometido de poder tocar más allá de sus manos, deslizar sus falanges por su suave cabello, que pese al estar mojado tenía una sensación más allá de lo creído.

Outer no respondió, pero bajó el paraguas cuando la lluvia dejó de hacerse ver, el de pecas con su orbe visible permaneció quieto, teniendo escalofríos visibles.

— Tienes un hermoso cabello... —Respondió.

El aludido tenía sus mejillas coloradas, teniendo que sonreír nerviosamente, tomó la mano dudando en un principio para guiarlo hasta su mejilla, y así inclinarse a su palma.

No hablaron por más de diez minutos, ambos se habían inclinado al tronco del árbol y solo chocaron su mirada el resto del momento.

Outer notaba gratamente la suavidad de su mejilla, sus pecas eran preciosas, todo de él era único e hipnotizante.

— Stave...

— ¿Hm...?

— ¿Por qué vienes acá...?

— Porque me gusta estar acá... Tampoco es que tenga un lugar donde ir...

— ¿No tienes un hogar?

— Sí lo tengo. Pero no puedo volver. —cerró sus ojos, dejándose al sentir como el pulgar impropio seguía con sus mimos.

El guardián sentía su tacto casi irreal, era cuando se cuestionaba por completo la existencia de aquel joven, de quien había sido la luz de su rutina, quien le hizo ver que las personas podían convivir... Era una lástima que no pudiera pasar el otro lado y poder fortalecer su relación de otras formas, y no solo apenas conocerse del uno al otro.

Aunque ver su cabello dorado deslumbrar con los primeros rayos de sol después de días valía la pena al estar en pleno exterior.

Flor Andante. ¦ OuterStaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora