Como todos los días apenas salieron de la escuela Minerva y Julián iniciaron camino hacia sus casas. No juntos, sino por separado. A pesar de vivir uno enfrente del otro hace diez años y asistir a la misma escuela nunca habían hablado.
Minerva se mantuvo en la vereda a su izquierda y conecto los auriculares a su celular para ir escuchando música. Necesitaba relajarse un rato antes de llegar a su casa y encontrarse con sus conflictivos padres.
Julián cruzo la calle y camino por el lado derecho. A diferencia de su vecina no necesito de su celular para escuchar música y en voz baja comenzo a cantar él mismo interrumpiendo sus propios pensamientos.
Llegaron a destino al mismo tiempo y entraron cada uno a su casa sin dedicarse ni siquiera una insignificante mirada.
En el momento en que Minerva atravesó la puerta escucho a dos personas discutiendo en voz alta, ambas hablaban por encima de la otra y el diálogo era indescifrable. Se quito los auriculares y descubrió que se trataba de sus padres, aunque era obvio. Ellos vivían discutiendo, más ahora que atravesaban una crisis matrimonial.
Minerva quiso ignorarlos y subir directo a su habitación, pero no pudo y entro a la sala dispuesta a intervenir.—Hola, sí, llegué y en la escuela me fue bien, gracias por preguntar. Ahora voy a subir a mi habitación y no quiero escucharlos, así que por favor bajen el volumen. —parada en medio de sus padres hablo con rapidez, llamando la atención.
—Minerva, esa no es manera de dirigirte a nosotros. —su padre contesto enojado.
—¿Y cuál es la manera? ¿Gritándoles como lo hacen entre ustedes? —alzo la voz sin miedo. En verdad la ponían de muy mal humor en pocos minutos, sobre todo su padre.
Él no supo qué responder y guardo silencio intentando calmarse. Su madre tampoco hablo, esperaba que Minerva suba para seguir gritándole a su marido. Todavía tenía mucho por decirle.
—Así me gusta, que estén en silencio.—
Minerva confesó obteniendo una mala mirada de su padre.—Hija, por favor, sube a tu habitación. —su madre suplico fingiendo tranquilidad.
La chica cedió pensando que la discusión no continuaría y sin decir más abandono la sala para correr escaleras arriba hacia su habitación. Desde abajo sus padres esperaron a escuchar su puerta cerrarse y luego volvieron a donde se habían quedado.
—¡Maldición! —exclamó sin poder creer que se comportarán como dos idiotas.
Ante la mirada de Minerva sus padres en vez de parecer un matrimonio de 18 años entre dos adultos parecían un noviazgo de 5 meses entre dos adolescentes.
Nuevamente recurrió a la música y se puso los auriculares para luego acostarse a dormir. Pues esa era la única manera de evitar escucharlos.
A quienes si les interesaba la discusión era a una parte de los vecinos más cercanos que paraban sus orejas para escuchar cada palabra, según ellos lo hacían por si necesitaban ayuda pero en realidad lo hacían de puros entrometidos.
Uno de esos vecinos era el padre de Julián que se sento en la cocina a tomar el té y al oír los gritos no pudo desviar su atención de lo que estaba pasando en la casa de enfrente.
—Lo que estás haciendo está muy mal. —su esposa apareció descubriendo lo que hacía y desaprobando esa acción.
—¿Tomar el té? —él bromeo fingiendo inocencia.
—Escuchar discusiones ajenas. —ella aclaró dedicándole una mirada poco amistosa.
—Mamá tiene razón, a ti no te gustaría que los vecinos escucharán cuando ustedes discuten. —Julián llegó a la cocina en busca de algo para comer y se sumo a la conversación.
—Nosotros nunca llegamos a discutir tan mal. —su padre aseguro con duda y miro a su esposa esperando que estuviera de acuerdo con él.
Aquellas palabras hicieron que por la mente de Julián y su madre pasarán los recuerdos de muchas discusiones tan fuertes como la de los padres de Minerva.
—No digas idioteces. —finalmente ella respondió en su contra.
—No son idioteces, es la verdad. —él insistió en tener la razón— ¿Por qué lo niegas?
—Porque recuerdo con detalles todas las malditas discusiones que hemos tenido. —solto brutalmente.
Sin necesidad de seguir escuchando Julián supo que esta irrelevante conversación terminaría en otra importante discusión y sigilosamente abandono la cocina para después salir de casa e ir a su escondite.
En casa de Minerva la misma también decidió salir ya que no podía conciliar el sueño de lo mucho que la alteraba saber que en el piso de abajo sus padres seguían tirándose mierda. Llamó a su mejor amiga Evie y pidió permiso para ir a visitarla, ella aceptó con gusto y comenzo a preparar todo para recibirla.
Ese día Minerva paso la tarde bebiendo cervezas con su amiga y Julián lo hizo solo mientras fumaba y componía canciones.
Al caer la noche el destino los hizo volver a casa a la misma hora, pero ninguno noto la presencia del otro.
Minerva entro a su casa abriendo la puerta con torpeza, era consciente de la hora así que trato de ser silenciosa para que sus padres no la descubrieran. Otra cosa por la que quería evitarlos era porque estaba borracha. En puntitas de pie subio las escaleras y una vez arriba se detuvo al escuchar a sus padres hablando.
—Dime la verdad. —su madre hablo con la voz débil entre sollozos— ¿Estás con otra mujer?
Los efectos del alcohol desaparecieron de su cuerpo y sus sentidos despertaron. Conocía los problemas de sus padres pero nunca se imagino que podría haber una tercera persona en discordia. Una parte suya no quería saberlo y prefería desconocer de la situación, y otra parte la hizo mantenerse a la expectativa de lo que su padre vaya a responder.
—Sí. —una sola palabra basto para arruinarlo todo.
El mundo de Minerva se vino abajo y no entendió por qué si hace tiempo todo marchaba mal. Enterarse de que su padre le era infiel a su madre fue la gota que rebasó el vaso y la ayudo a darse cuenta de que en verdad era un hombre malo.
Podía soportar que sea distante con ella, podía soportar que no le prestará atención, podía soportar que sea egoísta y superficial, lo que no podía soportar era que lastimara a su madre.
En su interior nació el deseo de lastimarlo de la misma manera. Si no lo pensaba dos veces hubiera entrado a la habitación para golpearlo, pero tuvo una idea mejor.
Tan silenciosa como al llegar bajo las escaleras y salió a la calle. Por razones que no conocía el auto de su padre estaba afuera y no en el garaje. Se acercó para inspeccionar ese objeto que su padre parecía amar incluso más que a ella, acaricio el capó y dio la vuelta para levantar un viejo palo de béisbol que su vecino había tirado a la basura esa misma tarde.
No quiso pensar ni darle lugar al arrepentimiento, sujeto el palo con fuerza, lo llevo hacia atrás, tomo aire y comenzo a golpear el auto descargando toda su furia. Cada golpe que daba era por algo malo que su padre le había hecho a ella o su madre. Un golpe por ausentarse en su infancia, un golpe por olvidar su cumpleaños, un golpe por no darle a su madre la atención y el amor que se merece. Sintió satisfacción al imaginar el rostro de su padre cuando vea el auto hecho pedazos. De repente vio que algo comenzo a prenderse fuego e hizo unos pasos hacia atrás dándose cuenta de que había ido demasiado lejos.
A corta distancia escucho la sirena de un auto de la policía y entro en pánico quedándose paralizada.
—¡¿Qué hiciste?! —escucho a una voz desconocida gritarle y sintió la presencia de alguien a su lado — Ahí viene la policía.— Julián comentó intentando hacer reaccionar a Minerva y al no obtener resultados por impulso la agarro del brazo para arrastrarla con él— ¡Corre! ¡Rápido! —la apresuro desesperado porque no los alcancen.
No sabía por qué había salido a ver qué pasaba ni por qué estaba ayudandola pero ya no había vuelta atrás.
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Daddy Issues
Teen FictionTerminada. Adoro que tengas problemas paternales, yo también los tengo. 《N°10 en #DaddyIssues de entre 96 historias》 《1 en #ProblemasPaternales de entre 10 historias》