Capítulo 19

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Su mirada estaba pérdida en la nada y no podía dejar de pensar en sus padres. Ya llevaba más de una semana sin volver a casa y no los extrañaba pero vivir en el vagón cada día era más difícil. De todas maneras sentía que se debían una conversación con sus padres después de todo lo ocurrido.

—¿Julián? —Minerva se dirigió a él tomandolo por sorpresa. Ni siquiera la escucho entrar.

—Hola —Julián saludo intentando sonreír.

—¿Todo bien? —ella no tardo en notarlo raro y se apresuro a preguntar mientras tomaba asiento a su lado.

—Sí. —él no mintió, sino que dudaba de su estado— ¿Y tú?

—Todo sigue igual. —resumió Minerva sin nada nuevo para contarle ya que él sabía absolutamente todo— ¿En qué piensas? —agregó otra pregunta por curiosidad.

—En mis padres. —respondió Julián siendo sincero.

—¿Los extrañas? —ella intentó adivinar.

—No —él negó de inmediato— Es que creo que debería ser más como tú, debería dejar de esconderme e ir a enfrentarlos. —confesó sin rodeos.

—Concuerdo en que deberías enfrentarlos, y volver a tu casa. —Minerva aconsejó amistosamente pensando en su bien— Pero no seas como yo. —suplicó y negó con la cabeza.

—¿Por qué? —Julián busco saber sus motivos.

—Porque no puedes quedarte aquí toda tu vida, en algún momento tus padres vendrán a buscarte y deberán volver a estar frente a frente. —ella explicó su primer comentario.

—Me refiero a ser como tú. —él aclaró soltando una risita.

—Oh —Minerva entendió y golpeó la palma de su mano contra su frente— Porque no siempre es bueno actuar por impulso, sobre todo si estás enojado.

"Fue bueno actuar por impulso cuando te ayude a huir aquella noche" pensó Julián con una sonrisa en el rostro pero no se atrevió a decírselo.

—Tienes que volver a tu casa. —ella insistió.

—Lo haré. —él finalmente tomó una decisión.

Después de conversar un rato más ambos se dirigieron devuelta a sus casas. Julián estaba muy nervioso y Minerva intentaba tranquilizarlo haciendo chistes tontos, funcionó hasta que llegaron a destino y tuvieron que separarse cada uno por su lado. Sintieron ganas de darse un beso pero sabían que no podían hacerlo ahí y se conformaron con dedicarse una mirada de apoyo.

—¡Suerte! —Minerva exclamó en voz baja y entro a su casa.

—Gracias, voy a necesitarla. —Julián respondió aunque ella ya se había ido, tomo aire y entro rápido a su casa antes de arrepentirse.

Apenas puso un pie dentro comenzó a mirar hacia todos lados buscando a alguno de sus padres. Quiso llamarlos pero tenía un enorme nudo en la garganta que le impedía hablar. Escucho ruidos en la cocina y a paso lento se acercó. Parado en el umbral de la puerta pudo ver a su padre observando por la ventana con una taza en la mano. Raspo su garganta para llamar la atención y él volteo lentamente.

—Volviste. —su padre adivinó.

—Volví. —Julián confirmó.

—¿Para quedarte? —su padre busco una respuesta más clara.

—Sí. —él respondió con duda.

No obtuvo contestación del otro lado y se quedaron en medio de un incómodo silencio sin alejar la mirada de uno a otro.

—¿Estás al tanto de todo lo que sucedió? —volvió a hablar su padre.

—Sí. —Julián se limitó a responder evitando entrar en detalles.

—¿Por qué acusaste a tu madre? —su padre hizo la pregunta que tanto esperaba hacerle e impaciente espero una respuesta que lo conformará pero su hijo no podía dársela.

—Fue un malentendido. —él se justificó.

—¿Y qué te llevo a entender mal las cosas? —su padre insistió.

—Ya no importa, papá. —Julián le resto importancia nervioso ante tantas preguntas.

—A mí me importa. —aseguro su padre— Si tu madre me es infiel quiero saberlo. —pidió firmemente y su mirada penetró aun más en la de su hijo, como si intentará leer su mente.

De nuevo Julián guardo silencio y se tomo su tiempo para pensar en si debía contarle todo a su padre o no, pero se demoró demasiado y se vieron interrumpidos por su madre que acababa de llegar del supermercado. Tenía la cabeza dentro de un bolsa verificando que esté todo y recién vio a Julián cuando dejo las cosas sobre la mesa. Él no sabía qué esperarse de su reacción y aun así se sorprendió al verla inmóvil sin una expresión descifrable. Pensó en decir algo primero y no pudo, por eso espero que su madre lo hiciera.

—¡Nunca más vuelvas a desaparecer por tantos días! —ella estalló sintiendo una mezcla de tristeza y enojo. Estaba triste porque lo extrañaba y a la vez el enojo se debía a lo sucedido con el padre de Minerva.

Julián no dijo nada, agacho la cabeza y espero a que continúe con su regaño.

—Ve a bajar las bolsas que quedaron en el auto. —su madre ordeno más calmada y desviandose del tema.

Sorprendido pero dispuesto Julián obedeció y supuso que quizá era mejor dejar las cosas así, más adelante habría tiempo para charlar.

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