Capítulo 22

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Los días pasaban y Minerva se vio obligada a cumplir con su castigo. Incluso a no ver a Julián, pensaba saltarse esa parte, pero la mayor parte de su tiempo estaba en sesiones con su psicóloga o en clases particulares. Apenas podía mandarle mensajes por la noche y terminaba quedándose dormida sosteniendo el celular en su mano. Sumado a todo esto sus padres habían tomado otra decisión que la perjudicaba, y volvieron a intentar salvar su matrimonio. Minerva creyó que lo mejor sería ignorarlos, tal como su amigo se lo había sugerido. Por otro lado Julián hacía lo mismo ante sus padres que en un día discutían incontables veces. Pasaba tiempo en su escondite y esperaba que Minerva llegará, pero ella no podía escapar. Ambos intentaron mantenerse bajo control hasta que una tarde cayó sobre ellos la gota que rebasó el vaso.

Después de una cita con su psicóloga Minerva volvió a casa y al llegar pensó que no había nadie. No se escuchaban ruidos y no encontraba rastros de sus padres. Despreocupada subio a su habitación, pero una vez en el pasillo comenzó a escuchar el desgarrador llanto de su madre y apresurada irrumpió en el baño donde se encontraba.

—¿Mamá? —pregunto asustada al verla tirada en el suelo— ¿Qué te sucede?

—Estoy harta, muy harta. —su madre repetía sin cesar. Sus ojos estaban rojos y su perfume era fuerte debido a la botella de alcohol escondida detrás de su espalda.

—¿Estás bien? —Minerva insistió en preguntar torpemente.

—¡No! —el llanto de su madre empeoró y su voz se quebró cuando quiso subir el volumen.

—¿Por qué? —ella continuó preguntando con preocupación.

—Tu padre tiene la culpa. —su madre respondió enojada— Él tiene la culpa de todo.

"Era lo que temía" pensó Minerva. No cabía duda de que él volvería a arruinarlo todo. Busco las palabras más sutiles para preguntar qué hizo y su madre se adelantó interrumpiéndola.

—Sigue engañándome. —confesó confirmando todas las suposiciones de su hija— Vi los mensajes en su celular, sentí el perfume en sus camisas, y de todas maneras me lo niega. —se quejó frustrada por la situación— ¿Por qué ya no me ama? —pregunto para si misma ahogandose en lágrimas.

Minerva tenía mucho para decir, sin embargo, no podía pronunciar palabra alguna. La tristeza de su madre se había trasmitido a ella y luchaba para no largarse a llorar. Necesitaba verse fuerte y ayudarla de una manera u otra. No tendría paz hasta que las mentiras acabarán.

—¿Qué harías si te confiesa que tiene una amante? —se atrevió a preguntar tomando por sorpresa a su madre.

—Lo echaré de casa y le pediré el divorció, y será definitivo. —ella aseguro poniéndose seria— Le haré la vida imposible.

—Yo puedo confirmártelo. —Minerva soltó sin rodeos— También sé quién es su amante.

—¿Estás hablando en serio? —su madre se puso de pie y presto total atención.

—Sí, esta vez estoy más que segura. —juro con una mano en el corazón.

—¿Quién es? —pregunto ella confiando en su palabra.

—Kelsey Lyn. —finalmente Minerva se deshizo del secreto que tanto le pesaba.

Su madre quedo muda y con la mirada perdida en la nada. Su expresión era indescifrable y Minerva temió de su reacción. Si algo parecido tenían era lo extremadamente impulsivas que podían llegar a ser. Además de recorosas y vengativas.

—Voy a destruirlo. —prometió su madre.

—Voy a ayudarte. —prometió Minerva.

De repente se abrazaron y en ese abrazo no sólo demostraron apoyo sino arrepentimiento por las veces que se habían enfrentado como enemigas cuando el enemigo era otro.

En casa de Julián otro enfrentamiento estaba por iniciar y él hasta el momento no decidía aliarse a ningún bando. Su madre estaba actuando muy mal, pero su padre también lo había hecho en el pasado. Ambos tenían sus cosas buenas y malas, y eso dificultaba la elección. De todas maneras no podía elegir a ninguno sobre otro, quería lo mejor para los dos. Sin embargo, no encontraba la manera de lograrlo. Pensaba acerca del tema en cuestión y disimulaba mirar la televisión cuando su madre llegó a casa y fue directo a la cocina donde se encontró con su padre. Comenzaron a discutir y Julián no pudo evitar escucharlos.

—¿Dónde estabas? —su padre pregunto sospechando.

—Te dije que iba de compras con Pamela. —su madre se excusó usando a su amiga.

—Pamela llamó hace minutos para preguntarme por ti. —comentó él sorprendiéndola.

—Habrá llamado para verificar que llegué bien a casa. —ella fingió suponer.

—También me dijo que no te vio hoy. —su padre continuó.

Su madre quedó sin palabras y se vieron envueltos en un incómodo silencio. Julián quiso levantarse e ir a interrumpir, pero prefirió esperar unos minutos más.

—¿Estabas con tu amante? —se atrevió a preguntar.

—¿Vas a insistir con eso? —su madre pregunto molesta por las acusaciones.

—Lo haré hasta que me digas la verdad. —afirmó su padre— Necesito que me digas la verdad. —suplicó.

Nuevamente no recibió respuesta del otro lado. Julián escucho pasos y al dar la vuelta vio a su madre correr escaleras arriba. Decidió ir a ver a su padre y desde el umbral de la puerta en la cocina pudo observarlo escondiendo su rostro sobre la mesa y golpeando su puño contra ella. Se lo veía muy frustado y Julián se sintió igual. Ahora entendía lo que Minerva había dicho. No podía estar bien si le afectaba la situación de sus padres. Entonces decidió que lo mejor era ayudar a que las cosas se aclaren.

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