Capítulo 7

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Ambos sabían que estaban a punto de cometer una locura y de que había posibilidades de fallar, pero querían descubrir la verdad y eso los impulsó a seguir adelante con el plan.

El primer paso debía comenzarlo Minerva. Nuevamente tuvo que buscar la oportunidad para agarrar el celular de su padre y enviarle un mensaje a la madre de Julián citándola en el lugar y horario acordados. Luego Julián debía enviar lo mismo desde el celular de su madre al padre de Minerva, antes borrando el mensaje recibido de su parte.

El segundo paso los involucraba a los dos. Salieron de casa mintiendo que iban a verse con amigos y cada uno fue por su lado hasta estar lo suficientemente lejos para acercarse. Detuvieron sus pasos y quedaron uno frente al otro mirándose.

—¿Estás nerviosa? —Julián habló rompiendo el silencio.

—Un poco. —Minerva admitió— ¿Crees qué funcione?

—Eso espero. —él suspiro y continuó caminando— Si ninguno se presenta pensaremos que no son amantes, pero aun así tenemos la certeza de que son infieles.

—Prefiero quedarme sólo con lo segundo. —ella pensó en voz alta. Seguía sin poder imaginarse a sus padres juntos.

—Yo prefiero saber la verdad por completo, no a medias. —la contradijo Julián.

Sin decir más nada continuaron caminando en silencio. En cambio en sus cabezas no pararon de hablar. Minerva rezo para que la hipótesis de Julián no sea cierta, y Julián confiando en si mismo dio por asegurado la situación preparándose para no reaccionar mal al ver a su madre con el padre de Minerva.

Cuando llegaron a la plaza donde sería la cita se dedicaron a buscar un lugar con vista a la fuente en el centro ya que era el punto exacto de encuentro. No tuvieron suerte en su búsqueda y decidieron sentarse en el césped detrás de los arbustos junto a un árbol.

—Ahora sólo queda esperar. —comentó Julián.

—¿Qué hora es? —pregunto Minerva con pereza de sacar su celular.

—15:25 —respondio él dándole una ojeada al reloj en su muñeca— Deberían llegar en unos minutos.

—Sí, pero por si acaso se aparecen antes iré preparándome. —ella informó atrayendo la mirada de Julián.

Minerva llevaba puesta una campera negra con capucha y se la subió para cubrir su cabello, seguido del bolsillo derecho sacó unos lentes de sol y cubrió sus ojos celestes.

—¿Por qué tanta producción? —él evitó reírse pero se permitió burlarse.

—No pienso correr el riesgo de que me vean. —ella se defendió— Y tú tampoco deberías hacerlo.

Después de aconsejar Minerva extendió sus brazos hacia la capucha de la campera de Julián que era idéntica a la suya pero gris y cubrió sus rizos.

—Ok, cómo digas, mamá. —él contestó tarde y sintiendo que acababa de tratarlo como a un niño.

—Yo no soy tu madre pero creo que estoy viendo a la misma.—Minerva dejó el juego esforzándose por ver a la mujer.

—¿Dónde? —Julián preguntó de inmediato siguiendo su mirada.

—A un costado de la fuente. —ella señaló ayudando a que pueda encontrarla más rápido.

—Sí, es ella. —él afirmo tranquilo pero su acompañante comenzo a sentirse fatal— Sólo falta tu padre.

—También hay que ver cómo reaccionan —Minerva agregó negativa—, no podemos confirmar que son amantes por verlos juntos en una cita que nosotros programamos a escondidas.

—Analizando la situación, yo si puedo hacerlo. —Julián mantuvo firme su postura.

La chica decidió quedarse callada y con la mirada fija en la fuente, esperando a la llegada de su padre. Su corazón comenzó a latir cada vez más rápido y sus manos a sudar. Los nervios se habían apoderado de su cuerpo.

Al contrario él se encontró tranquilo pero eso no quitaba la angustia y preocupación que le generaba la situación. Queria convencerse a si mismo de que no le importaba, y en el fondo lo hacía sobremanera.

No pasaron muchos minutos cuando el hombre tan esperado se apareció dejando a Minerva y Julián boquiabiertos.

El padre de Minerva camino con seguridad hacia la madre de Julián y se saludaron con un beso en la mejilla seguido de un abrazo. Parecía como si ellos mismos hubieran programado aquel encuentro, actuaban de manera natural y espontánea.

De repente sus hijos sintieron algo caer sobre sus cabezas haciéndolos subir del infierno a la tierra para darse cuenta de que les habían arrojado una cartera. Ninguno de los dos entendió lo que pasaba hasta que Minerva vio a un chico alejándose y Julián a un policía acercándose. Él los vio encapuchados y junto a la cartera que acaban de robar, e inmediatamente los acusó.

Minerva y Julián se levantaron tan rápido como sus piernas comenzaron a correr. Desesperados corrieron con tanta prisa que se olvidaron de sus padres y pararon recién dos cuadras pasando la plaza cuando notaron que el policía ya no los perseguía.

—Maldita suerte la nuestra. —alzó la voz Minerva quitándose la capucha y arrojando sus lentes al suelo.

"Es tú culpa por encapucharnos como delincuentes" penso Julián mientras descubría su cabeza, pero guardo silencio.

—¿Quieres volver? —sugirió sosteniendose sobre sus rodillas e intentando recuperar aire.

—No. —la respuesta de ella fue inmediata, no quería volver a ver a su padre.

—¿Qué hacemos entonces? —Julián insistió.

—Vamos a tu escondite. —ordenó Minerva iniciando su caminata en dirección a la estación de trenes abandonada.

Julián no pudo negarse y camino a su lado. Otra vez quedaron en silencio mientras Minerva procesaba la imagen de su padre con la madre de Julián y él se preguntaba cómo continuar.

Una vez en el escondite tomaron asiento en la puerta del vagón con las piernas colgando y la mirada al frente perdida en la nada.

—¿En qué piensas? —preguntó Minerva después de tantos minutos en silencio.

—En lo mismo que tú, supongo. —Julián se encogió de hombros.

—¿Y ahora que haremos? —ella entendió que se refería a sus padres.

—Sé que tú necesitas más pruebas, pero para mí ya hay suficientes. —él repitió lo mismo que anteriormente.

Minerva no pudo responder porque un inesperado llanto la interrumpió y Julián volteo a verla sorprendido. Ella lloraba como una niña pequeña, igual a aquella noche donde la ayudo a huir de la policía.

—No me mires. —pidió tapando su rostro con sus manos.

Se sentía avergonzada por ser tan sensible pero no podía evitarlo, en algún momento iba a terminar explotando.

—Está bien. —Julián respetó su petición y volvió su mirada al frente.

Creyó entender los motivos que tenía Minerva para llorar y quiso consolarla de alguna manera amistosamente, sin embargo sólo se atrevió a rodear sus hombros con un brazo y acariciar ligeramente su hombro derecho.

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