Capítulo 10

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Cuando despertaron por un momento Minerva y Julián olvidaron todo lo que estaba pasando, hasta que Minerva se dio cuenta de que estaba durmiendo sentada en el sofá con la cabeza sobre el hombro de Julián y este mismo se dio cuenta de que uno de sus brazos la rodeaba. Ambos se sintieron un poco incómodos y tomaron distancia con la excusa de querer estirarse.

—Buen día. —Julián habló en medio de un bostezo.

—Espero que sea bueno. —murmuró Minerva acomodando su cabello.

Suponiendo que su acompañante estaba de mal humor Julián prefirió callar y se puso de pie para abrir la puerta del vagón dejando entrar al sol.

—¿Quieres ir a desayunar? —preguntó volviendo al sofá.

—No me digas que en el vagón de al lado tienes la cocina. —Minerva bromeó haciéndolo reír.

—No —negó Julián con una pequeña sonrisa—, conozco un lugar aquí cerca.

—Ok, vamos, pero no tengo nada de dinero conmigo. —avisó ella señalando sus bolsillos.

—No te preocupes por eso. —él sacudió una mano hacia el costado restándole importancia — Vamos, sígueme. —pidió saliendo del vagón.

Minerva se acercó para bajar y se sorprendió cuando él le extendio su mano para ayudarla pero de todas maneras la tomó. Julián se encargó de cerrar la puerta y comenzó a caminar al frente para guiarla. Salieron de la estación por una dirección contraria a la de sus casas y llegaron a una peatonal con varios negocios en su largo.

—Llegamos. —Julián anunció señalando el café cuyas paredes estaban pintadas de rosa.

Él entro conociendo el lugar y a todos los que trabajaban ahí, pero ella se preocupó en que alguien conocido los vea. En ese momento recordó que sus padres no sabían dónde estaba y saco su celular de sus bolsillos para ver que tenía muchos mensajes y llamadas pérdidas de su mamá. Tomó asiento en la mesa más cercana y comenzó a escribir.

"Estoy en casa de Evie, no nos llames, volveré a casa más tarde." decía el mensaje que le envió a su madre.

"Si mi mamá te escribe o llama por favor dile que estoy contigo, discutimos y salí a caminar un rato largo" escribió para su mejor amiga.

—¿Todo bien? —preguntó Julián después de saludar a sus conocidos.

—Mi madre estuvo intentando contactarse conmigo. —Minerva señaló su celular— Nuevamente le dije que estoy en casa de mi mejor amiga.

—Bueno, estamos en la casa de mi mejor amigo. —comentó él en broma— Toda su familia trabaja aquí.

—¿Me recuerdas su nombre? —ella pidió para saber de quién hablaba.

—Hazel. —Julián se limitó a responder.

—Oh, el enano acosador. —pensó Minerva en voz alta— Lo siento, es que vive detrás de las chicas diciéndonos que somos muy lindas y demás.

—Tiene razón contigo. —él se atrevió a confesar.

Una mujer alta y robusta se apareció para pedir sus órdenes y salvó a Minerva que no sabía qué responderle a Julián.

—Ya sabes qué me gusta a mí, tía María. —comento él dirigiéndose a la mesera.

—Sí, lo sé. —afirmó ella dedicándole una sonrisa y volteó a ver a Minerva— ¿Y para la señorita?

—Café. —eso era lo único que solía desayunar.

La mujer de nombre María anotó todo y se retiró prometiendo traer el desayuno pronto.

Julián mantuvo la mirada sobre Minerva esperando una repuesta a su último comentario y ella decidió cambiar de tema.

—¿Volverás a tu casa? —preguntó poniéndose seria.

—Tengo que hacerlo. —Julián respondió soltando un suspiro— ¿Y tú?

—También. —Minerva coincidió e hizo un mohín.

Aquella mueca en sus labios desapareció al recordar el beso que se habían dado con Julián la noche pasada. No negaba que le gustó, pero le asustaba. Era lindo y a pesar de conocerlo poco parecía un chico bueno. No obstante, la situación de sus padres volvía incómoda su situación.

—¿Qué crees que haya pasado? —ella volvió a hablar empezando a hacerse ideas locas.

—¿Con nuestros padres? —él pregunto dudando de si le entendía y Minerva asintió— No creo que sean tan valientes para juntarse a aclarar las cosas entre los cuatro, pero lo descubriremos al volver.

—No quiero. —murmuro ella lloriqueando como una niña.

—Si quieres puedes esperar en el escondite y yo iré a ver cómo están las cosas. —sugirió Julián.

—Por favor. —Minerva aceptó sin dudarlo.

Una sonrisa fue la respuesta de Julián y se quedaron en silencio hasta que llegaron sus desayunos. Luego de que Minerva terminará con su café y él con su chocolate caliente y galletas con chipas, se despidió de la tía de su mejor amigo que también era como su tía y le agradeció por la comida gratis antes de abandonar el lugar junto a su vecina.

Caminaron juntos devuelta al vagón, Julián abrió para que Minerva pudiera quedarse dentro y volvió a salir esta vez rumbo a su casa. Estaba ansioso por reencontrarse con sus padres así que apresuro el paso, pero cuando llegó a su casa se detuvo en la puerta unos largos segundos mientras tomaba valor.

Tus padres no están en casa. —una voz conocida le habló y Julián volteó encontrándose con la señora Clarissa.

—¿Hace mucho salieron? —él preguntó deseando no tener que esperarlos mucho tiempo.

—¿No sabes lo que sucedió? —ella respondió con otra pregunta y una expresión seria.

—No —Julián se limitó a responder con preocupación— ¿Qué sucedió?

—Ay niño, lamentó mucho lo que voy a contarte. —la señora se acercó y palmeó su hombro— Anoche tus padres y el matrimonio de enfrente tuvieron una fuerte pelea en medio de la calle, hubo tantos gritos y golpes que tuvimos que llamar a la policía y se los llevaron. —contó todo exageradamente.

Julián se quedó boquiabierto con ambas manos sujetando su cabeza. No podía creer lo que acaba de escuchar. Todo era culpa suya y de Minerva. Ahora sí estaban en graves problemas.

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