-Capítulo 14-

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"¿Puede un ser humano llegar a comprender plenamente a otro?"

"Cuando deseamos conocer a alguien e invertimos mucho tiempo y serios esfuerzos en este propósito, ¿hasta qué punto podremos, en consecuencia, aproximarnos a la esencia del otro? ¿Sabemos en verdad algo importante de la persona que estamos convencidos en conocer?"

Aquellas estrofas acababa de leer Flor, de un libro de uno de sus escritores favoritos, Haruki Murakami. Esa noche, que parecía ser interminable, luego de acostar a Ivo en su cama, Flor, aún removida por lo que había sucedido horas antes, decidió seguir leyendo aquel libro que tenía abandonado en una repisa de su habitación.

Esa estrofa le retumbó, le hizo ruido, generó pensamientos y cuestionamientos en su interior que nunca se detuvo a planteárselos alguna vez.

¿Cuánto conozco a Jazmín? ¿Cuánto Jazmín me conoce a mí?

Hacía ocho años que no se veían, fingían conocerse, pero la verdad era que no se conocían en lo absoluto. Flor, por su parte, se quedó con aquella Jazmín de diecinueve años de edad, esa edad en la que uno es fresco, tiene ganas de explorar, de experimentar, conocer el mundo. Aquella chica que cautivó su alma desde el primer día en que la vio, que, sin decirle nada, ya había conquistado su corazón con una simple mirada furtiva. Aquella Jazmín que se fijaba en los pequeños detalles, quien tenía en cuenta y escuchaba todo lo que Flor le decía con mucha atención. Aquella chica, que se acercaba a las personas a acomodarles la ropa salida de su lugar, quien siempre dejaba el último sorbo de café en la taza. Ella, que dejaba papelitos escritos y dibujados en los rincones en donde solía Flor concurrir con frecuencia. Ella, que cuando la Estrella le pedía a gritos salir a bailar, la convencía de que se quedaran a escuchar música y dibujar con lápices sobre hojas de papeles de colores. Quien no podía usar otro perfume que no sea el suyo, su propio aroma, ese olor característico que solo ella llevaba, una esencia a coco, que dejaba en todo lo que tenía cerca.

Aquella chica, quien le prometió nunca separarse de ella.

Esas cosas simples que para Flor hacían a Jaz única, temía que hayan desaparecido con el paso del tiempo.

Ya no estaba segura de si esa Jazmín permanecía en ella, dudaba, y era normal. Hacía mucho tiempo que dejaron de ser alguien la una para la otra, o tal vez si, lo siguieron siendo, pero de forma muy abstracta. Ambas se quedaron con los buenos recuerdos, con las cosas lindas que vivieron y a partir de ellas, idealizaron una persona que creían conocer, pero no era del todo cierto.

A pesar de ello, Flor estaba segura, lo sentía muy en el fondo de su corazón, que la esencia de Jazmín permanecía intacta, de la cual ella se enamoró profundamente, ahí estaba, escondida, esperando a ser descubierta nuevamente.

Sumergida entre los miles de almohadones que había sobre su cama, y dejando el libro a un lado, un recuerdo llegó a su mente al igual que una estrella fugaz. Aquel día, en el que sintió que conoció por completo a Jazmín, aquel día en donde llegó a saber hasta el número de lunares que tenía sobre su piel aterciopelada. Ese 14 de febrero, donde sus almas y sus cuerpos se encontraron por primera vez.

Recordó todo ese día, desde la mañana hasta el anochecer.

Ese día, en el que estaban entusiasmadas por festejar su primer día de los enamorados, ambas sabían que esa noche iba a darse lo que tanto esperaban, lo que tanta incertidumbre les daba.

Recordó aquella invitación por parte de Jazmín, quien luego de ir a desayunar juntas le dejó debajo de su taza de café una nota que decía "te espero esta noche en casa", seguido de unos puntos suspensivos y debajo, en la esquina derecha, firmaba con una letra jota cursiva.

Razljubit (Flozmin)Where stories live. Discover now