Capítulo X

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Seguí avanzando por aquel desfiladero de puertas.

Me

di cuenta de que seguían un orden específico. Las puertas eran: madera, metal, plástico...

Así continuamente no había vez en que fuesen distintas.

Los números se iban

alternando. Cada vez que pasaba por las puertas iban desapareciendo.

Me quede

quieta, mire hacia atrás. Me asome tras una columna que rodeaba la entrada del

edificio central en las que las puertas se encontraban.

Me tope con un espejo.

No era un espejo normal de esos que ves en un baño o de los que la gente solía

llevar en su bolso. Era un espejo grande, brillante, relucía bastante, alguien

lo había limpiado no era la única que andaba por ahí.

¿Me estarían siguiendo?

Me quede quieta mirando aquel reluciente espejo. Por un momento no podía ver mi

rostro... Me estaba asustando.

Leí un pequeño letrero que estaba tallado encima

de aquel gigantesco espejo. La escritura era fina, culta y sobretodo agradable.

Ese letrero me ayudaría a saber cómo poder utilizar el espejo, como poder

seguir avanzando. Pero estaba en latín...

Difícil veía el averiguarlo. El

letrero decía: errare humanum est. Algo entendía.

Por el mensaje creí que si

empezaba a recordar errores se me mostrarían entradas hacia la luz. Pero con lo

cabezota que soy sabía que era imposible reconocer que yo había hecho algo mal.

El espejo seguía sin mostrarme nada. Tenía que recapacitar pero me era

imposible.

Tenía demasiadas cosas en mi cabeza apenas podía pensar.

¿Que era lo

que me estaba pasando?

Un último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora