Capítulo XV

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El dolor aumentaba con los segundos. Necesitaba irme, encontrar esa luz pero no sabía que hacer.

Mis lágrimas empezaban a formar un riachuelo que seguía un camino específico. Era como si alguien las dirigiese. Todo aquí era muy raro me dije. No me moleste en buscar una solución, nada en la vida tenía respuestas así que... ¿para que saturar mi cerebro con más preocupaciones?

Deje de llorar, me sequé las lágrimas con un pequeño pañuelo de mi madre, ella me enterró con algo que poder recordarla, se esperaba que el paso hacía la luz no iba a ser nada fácil.

Empecé a seguir el pequeño riachuelo que había formado. Llegaban a un pequeño lago. ¿Que grande es esto? Me dije. Apenas podía seguir, el dolor me estaba matando quería desaparecer de este mundo, de la vida de todos, todo era demasiado duro para alguien que sufrió tanto en su vida como yo.

Estuve contemplando el pequeño lago que habían formado mis lágrimas. Me veía reflejada, era raro. Era un alma. Me quede embobada mirando mi reflejo. Me vinieron recuerdos de mi juventud, de todo lo que me había estado pasando antes de morir, antes de llegar "presa" aquí.

Vi a una pequeña joven, encerrada en el baño, llorado, intentando dejar de llorar, intentando estar mejor... Pero nada le mejoraba. Me daba pena aquella niña. La seguí observando, estaba cogiendo algo de uno de los cajones superiores del estante de arriba, estaba bastante afilado... Creí ver una cuchilla, pero serían imaginaciones mías.

En efecto me dijo el alma. Es una cuchilla, no moriste de un repentino coma, te suicidaste.

Me descoloqué bastante. Ella me dijo sigue mirando. La hice caso. En efecto era yo, me había encerrado. Me acerqué la afilada cuchilla a mis venas más visibles. Poco a poco fui introduciéndola...

Veía sangre correr por mi cuerpo, veía como cada una de esas pequeñas gotas me recorrían por mis blanquecinas muñecas. Sabía que la sangre de mis venas no iba a ser lo único que me quitaría la vida.

Más abajo en uno de los armarios del lavabo se encontraban unas cuantas pastillas, las cogí. Me tomé tantas como pude. Una sobredosis...

-No entiendo. ¿Por qué me he hecho todo esto? Le pregunté.

-¿Es que no te acuerdas? Me replicó.

-No. Le conteste angustiada.

Te diré que nunca tuviste una vida fácil, siempre has sido criticada por todo lo que hacías,siempre has tenido en tu interior una depresión eterna,estabas medicada. Pero pasaste de toda esa mierda, o al menos es como así la llamabas.

Sin esas pastillas, veías las cosas realmente como eran, veías todo el daño que te estaban causando los de tu alrededor.

No pudiste más te encerraste en el baño y como podrás comprobar ahí paso todo.

-¿Por qué? Grité. Yo solo quería un poco de atención ser como los demás, quería encajar. ¿Es que pedía mucho?

Un último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora