Capítulo XI

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Mi cerebro estaba saturado, decidí echarme una pequeña

siesta antes de avanzar.

Me quede dormida mirando el espejo. Pasaron las

horas...

Algo me despertó, era como un ruido frio y siniestro. Lo notaba cerca

era parecido a una presencia de algún espectro. No me preocupe. No me podían

hacer daño. Cada vez lo notaba más cerca.

¿Que era lo que me seguía? Y ahí la vi.

Respiré, cogí el oxígeno necesario y me dirigí a ella.

Dejé mi vergüenza a un

lado. Afine mi aguda voz y le hable.

- Al fin te dignas a aparecer. Le dije

-Pensaba que no tenías lengua. Me dijo el alma pérdida. 

Estaba ya harta, quería quitarme estas pesadas bolas que me tenían presa. 

-¿Cómo me puedo liberar de estas pesadas bolas? ¿Cómo? Le dije angustiada

Se incorporó y respiro hondo. Me temía que lo que me iba a decir no me

agradaría. 

-Veo que has encontrado el espejo. Me dijo

-Sí, pero... ¿de que me va ayudar? Le pregunté.

-Haces demasiado preguntas para llevar ya 2 años muerta ¿no?

-2 años... Dije asustada. 

Me empecé a preocupar demasiado. Era imposible, me acuerdo perfectamente del

día que retiraron mi cuerpo del cementerio.

¿Cómo es que nadie me había dicho

nada?

¿Cuánto tiempo puede estar un alma vagando?

Me estaba estresando ¿Que

podía hacer?

Un último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora