Capítulo XIV

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Estuvimos vagando durante toda la noche, mis ojos se caían, necesitaba descansar, echar una cabezada, pero era inútil mi cabeza iba a explotar demasiados pensamientos tenía en mente.

No paraba de observar cada movimiento de mi familia, no entendía nada de lo que hacían. Me quedé dormida.

Atrapada en el sueño me imagine la vida perfecta sin complicaciones pero me desperté y todo cambio.

Estaba harta, harta de sufrir, de esconderme para llorar aunque nadie me viera sufrir, ya que estaba muerta. Sabía que debía marcharme de este mundo nada me hacia algún bien. Nadie me había querido.

Varios minutos después de una larga charla con mi subconsciente, ella me hablo.

-Me impresiona lo pesimista que eres. Me dijo.

-¿Acaso crees que no tengo motivos? Nadie me conoce, nadie sabe como soy. Sí, puede que haya sido porque nunca he querido que me conociesen, pero estoy harta. Veo todo en blanco y negro. Solo quiero encontrar la luz, esa maldita luz para que me lleve lejos de aquí, quiero dejar de sufrir. Me fui llorando y desaparecí.

Ella me dejo tranquila, pensó que lo mejor era esperar unos días.

Los días pasaban, yo seguía mal.

-Por mucho que sufras no vas sentir más dolor del que sientes. Me dijo el alma.

-¡Déjame tranquila! Le grite.

Solo quería estar sola, necesitaba saber que fue lo que hice mal. ¿Por que seguía aquí?.

Me quería ir pero nadie me facilitaba las cosas. Al fin y al cabo yo era mi único estorbo.

Un último adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora