Prólogo

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Podría haber tenido las más exquisitas pinturas en el mundo, pero siempre habrá algo que me faltará: Talento.

Y no estoy diciendo que no lo tenga, puedo hacer una perfecta reproducción de un Da Vinci o Renoir sin dejar escapar un sólo detalle, sin embargo, no tengo esa misma confianza cuando estoy bajo una verdadera noche estrellada. Me falta eso que caracteriza a los ídolos del arte, no puedo decir a ciencia cierta lo que es pero siempre lo noto cuando me siento a contemplar los lienzos por horas justo en medio de la habitación alta cilíndrica. Es lo que separa una verdadera obra de arte de un lienzo con plastas de color.

Pero ella siempre lo tuvo, maldita sea, desde la primera pintura me cautivó. Las gruesas pinceladas con que vestía la lona preparada tenían cada una su propósito, las delgadas eran endemoniadamente precisas, su técnica pulcra y lunática a la vez, los colores danzantes pero sincronizados y el resultado; sólo puedo decir, mágico. Supe que estaba perdido cuando me di cuenta que la admiraba a ella y no a sus cuadros; como si fuera tan bella como las pinturas de mi galería. Desearía volver en el tiempo y evitar que nos conociéramos, porque ella era un ángel y yo un demonio, porque ella pudo haber sido salvación y ahora ni ella ni yo podremos alcanzarla.

Lienzos CarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora