Capítulo 2

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-Vas a decirme a dónde se lo llevaron, mierdecilla. Escucha bien, te voy a dar una última oportunidad para decirme todo lo que te pida. De lo contrario olvidaré sacar tu cabeza del agua la próxima vez- el aire en los pulmones de ese sujeto estaba acabándose y mi paciencia también, sus brazos se movían desesperados salpicando por todas partes intentando encontrar un poco de oxígeno de forma excesivamente molesta. En una situación normal habría mandado a alguien para esto, de modo que no tuviera que estar estropeando mi costosa ropa, pero es bien dicha la frase 'Si quieres que algo se haga bien, hazlo tú mismo' ya que a causa de dos estúpidos bastardos que hicieron mal su parte ahí estaba, haciendo el trabajo sucio.

Finalmente tiré del manojo de cabellos que sostenía y el hombre aspiró bocanadas de aire con dificultad y renovado brío -Te escucho- tiré otra vez y de forma violenta de su cabello de modo que quedara su rostro empapado frente el mío -No voy... a hablar.... hijo de puta... de todos modos... vas a matarme-.

-Correcto, lástima que no tengas ninguna familia que pueda usar. Suerte que será fácil desaparecerte sin que nadie se entere- con furia volví a sumergirlo reanudando sus intentos por respirar, miré el segundero de mi reloj, suficiente para contar sus últimos momentos. Paulatinamente sus brazos dejaron de agitarse al igual que el resto de su cuerpo, dejé que se sumergiera sin interés y quité el guante de mi mano-¡Llévatelo y tíralo del puente! Que parezca un suicidio ¡Y por el amor del cielo que alguien me traiga información que sí sirva!-

-Si señor-

Abrumado me encerré en la habitación cilíndrica en la cuál había en hueco entre las exquisitas piezas de arte, faltaba una pintura allí que no pude conseguir y estaba haciendo que me hundiera en la miseria pues no sólo dejé el cuadro, dejé un importante testigo.

***

Esa noche me hallaba de nuevo en aquella mesa del café, tal como acordé con la chica cuyo nombre no recordaba, mirando el segundero del reloj suizo en mi muñeca mientras bebía un latte con canela en una espléndida taza de porcelana color rojo. Ya que Pauline no llegaba intenté captar el cuadro de la taza despidiendo humo blanco. 'Mierda' arranco la hoja de mi cuaderno y la tiro lejos molesto. De pronto una silueta apareció entre las sombras acercándose a la apartada mesa en la esquina de la terraza, ella recogió la bola de papel y la desarrugó mientras caminaba hacia mí.

-Me gusta- la vi esbozar una sonrisa

-Es mediocre- lo arrebaté de sus mano, lo doblé y guardé dentro de mi saco evitando que volviera a tomarlo -Pero, la escena es perfecta. Sabes dónde encontrar la belleza- se sentó en la silla frente a la mía y colocó su barbilla sobre sus manos y los codos en la mesa como una niña. No sabía que hacía pero no llevaba la pintura consigo y no me hacía ninguna gracia.

-¿Dónde está?- la idea de haber perdido el tiempo me perecía una burla -¿La pintura? Aquí no. Está en casa- llevé mi mano a mi sien suspirando 'Tranquilízate, no debes golpear a nadie en público. Recuerda que estás siendo buscado ahora' -Y dime ¿por qué está ahí y no aquí?- susurré para no gritar iracundo -Tuve que hacer horas extra en el trabajo y vine aquí inmediatamente. Puedes esperar a que la traiga, si quieres- saqué mi billetera y dejé la paga por el café azotando los billetes fuerte en la mesa, Pauline retrocedió un paso.

-Sube- mi auto estaba justo en frente -En verdad, yo la traigo. No te preocupes- dijo la pelirroja sin moverse de su sitio, empezaba a tener miedo -Sube ya- necesitaba esa pintura en mi galería por que era simplemente arte y ella estaba complicando todo de mala manera -Prefiero no hacerlo. Puedes quedarte con el dibujo-.

Exploté. La obligué a subir al auto tomándola fuerte del brazo dejando una marca rojiza en él y ella ni siquiera gritó, sólo pedía y pedía que la soltara sin respuesta -¿Por qué quieres tan desesperadamente esa pintura? ¿Por qué?- ¿Por qué? Podía tener literalmente cualquier cuadro del mundo. Dios, soy un puto traficante de arte en lienzo, nunca me importó obtener el permiso de nadie y ahora estaba llevando a la señorita a casa para lograr que me entregara un cuadro que valía como mucho lo que le costó el lienzo. No respondí a su pregunta, ella jugueteaba incómoda con el llavero de su mochila.

-Oh no- exclamó cuando llegamos a su casa, volteé a verla y había terror en su mirada. Esa fue la primera vez en mi vida que una expresión así me provocó algo, quería protegerla pero yo no podía proteger a nadie -Está aquí. Creí que no volvería- murmuraba entre dientes muy nerviosa, frente a su casa había una asqueroso auto viejo -¿Ahora qué?- dije sosteniendo con fuerza el volante dado a que ya eran demasiados obstáculos y yo no podía renunciar al maldito cuadro.

-Es, mi padrastro, incluso tuve que llamar a la policía para deshacerme de él cuando llegó ebrio hace meses. Pensé que no volvería, pero es mi tutor legal- se encogió en el asiento envolviéndose en su chaqueta fea y con la manga enjugó sus lágrimas que brotaban una a una -Dame tu teléfono-

-¿Ah?- hice un gesto con la mano para que me entregara su móvil, lo hizo y guardé un número de contacto en él. -¿Qué fue lo que hiciste?- respondió sin estar segura de cómo eso la ayudaría. La verdad es que no planeaba ayudarla, salí del auto y abrí la puerta de su lado -Sal-.

-No, por favor, por favor- se encogió más en el asiento rehusándose a salir. Tomé su brazo nuevamente y tiré de ella, cayó al suelo dejando salir un grito ahogado -Sólo llama cuando pueda recoger la pintura- ocupé de nuevo el asiento del conductor y arranqué. A través del retrovisor observé que alguien salía de la casa, la chica seguía en el suelo y el sujeto la levantó de un tirón, después le propinó una bofetada que la mandó al suelo otra vez. Frené inconscientemente.

'No es, tu problema' reanudé la marcha y aceleré hasta perder la escena de vista.

Lienzos CarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora