Capítulo 18

19 0 0
                                    

Consciente de que Pauline no podría correr mucho más en su estado miré sobre mi hombro repetidas veces para cerciorarme de que no nos siguieran, 'Creo que, ganamos esta batalla' pensé para mí al comprobar que efectivamente nadie seguía nuestros pasos. Paré en un instante para recobrar el aliento y así lo hizo también mi niña pelirroja.

Nuestras miradas conectaron apropiadamente esta vez, sin nada ni nadie que quisiera evitarlo así que lo único que se interpuso entre sus ojos y los míos fueron las lágrimas que se acumularon sobre los suyos. Su pálida mano cubrió su boca tratando de ahogar una serie de sollozos desesperados por salir -Pensé que moriríamos- dejó salir entre estos de forma entrecortada, la acerqué a mi pecho acomodando su oído sobre mi caja torácica. Tomé su mano libre y la posé sobre su propio corazón latente -Sin embargo estamos vivos- desvió el agarre de su mano hacia su vientre ligeramente abultado -Los tres- y a pesar de la mirada brillante a pesar de las lágrimas y llena de esperanza que me regaló, mi gozo tenía una nota amarga pues ¿Qué haría yo con una criatura?

Dejarlo a la suerte y esperar que algo sucediera.

-No quiero temerte más, no puedo soportarlo. Tengo que confiar en alguien, alguien que pueda ser mi ancla a ésta realidad- es verdad que debió pasar un tiempo tan difícil como yo, con el sentimiento de responsabilidad de una madre, sus delirios y nadie para mantenerse cuerda. Un escalofrío se expandió a todo lo ancho en mi interior y las dos partes de mí peleaban por predominar 'Aléjate lo antes posible' '¿Qué? ¿En medio de una ciudad desconocida?' 'Protégele hasta la muerte' 'La muerte es lo que le espera estando contigo' -No puedo protegerte- susurro pegado a su cabeza rojiza a la vez aspirando su dulce aroma, los sonidos de la vida cotidiana romana parecían envolvernos pero no afectarnos mientras seguiamos dentro de nuestra burbuja muy particular a mitad de la acera.

-Entonces iré contigo sin condiciones. No serás responsable por mí, sólo yo lo seré. Si me prometes que vas a darnos la mano cuando siento que floto hacia una pesadilla- se apretó más contra mí, sentía sus temblores y entendí que sus delirios no desaparecerían, sólo serían controlados cuando Pauline lograra aferrarse a algo más fuerte que la locura, un ancla. Ya que estaba condenada a una vida así, lo menos que podía hacer era ceder y mantenerme a su lado aunque ésto fuera poco ortodoxo. Ahora debía encargarme de mi propia condena para lograr aquel nuevo objetivo -Seré tu ancla. Pero deberás cubrir tus ojos cuando lo diga- pues yo sabía muy bien que aquello no era el fin de mis muertes; que lo que vendría luego sería terminar con Salvatore, ir por Collins, los único seres que se interponían ahora entre nuestra tóxica unión. El amor cambia muchas cosas, pero no las mentalidades violentas, nunca.

-Perdóname, mi passerotto, fue una estupidez traernos aquí. No sé por qué lo hice- me mecía levemente resguardando al pequeño gorrión anaranjado como un nido al viento invernal sin importar que mi camisa enjugara las gotas saladas de su rostro -Sólo querías confrontar tu pasado, como cualquier persona- me sostuvo con más fuerza, de forma empática -Sólo que el pasado de cualquier persona no es un asesino serial- entre los ligeros sollozos percibí una pequeña risa, casi como si fuera un chiste lo que me arrancó una a mí también; y un temblor, del cual ignoraba su existencia, paró. Mis músculos tensos sin que lo supiera se relajaron y supe que escuchar esa risa sería mi adicción para siempre.

Sentí un impacto al hombro -¡Fíjate!, están en medio de la acera- gritó lo primero y farfulló lo segundo un hombre bajo y gordo al tiempo que se abría paso al empujarnos y nos sacaba de aquella burbuja a salvo del exterior, miré a mi alrededor a las jaulas que me retenía. Ninguna.

Tomé repentino la muñeca de Pauline y caminé con paso firme hacia la primera tienda de conveniencia, a un par de calles más adelante mientras la pelirroja se quejaba y soltaba preguntas al aire -¿Qué sucede? ¿A dónde vamos?- pero ya no me sentía yo mismo; o quiero decir que me sentía un poco más como yo mismo, Elian Napoli.

Lienzos CarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora