Capítulo 13

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—Eh, muñeco de porcelana, pasa la sal— el idiota de barba asquerosa y perforaciones en todas partes como si fuera un árbol de navidad con esferas señalaba el pequeño tarro de cristal frente a mí, siendo ignorado por completo, sencillamente seguí desgarrando el trozo de carne mal sazonada en mi plato con el desdén habitual. Me sentía preso de ese lugar apestoso a moho de estilo barroco que en sus buenos momentos llegó a albergar alguna familia burguesa o algo parecido. Comía la mala comida, dormía en las malas camas, perdí mi perpetuo respeto. Era un preso a voluntad propia.

—Que me pases la sal— acentuó las dos últimas palabras tal cual hablaría a un retrasado, tomé el último bocado de mi plato y vacíe la silla dirigiendo mis pasos a la cocina. "Tan sólo un maldito par de semanas, resiste solo eso, casi la tienes" mis nudillos se tornaban blancos a causa de la presión que ejercía sobre la vajilla. Por suerte ella no bajó a comer como era ya costumbre, no podría haberlo soportado.

Habría sido demasiado fácil si hubiera dejado la mesa con un punto a mi favor. Sentí de pronto una punzada de dolor en la cabeza y los blanquecinos granos de sal caer sobre mí, el maldito me lanzó el salero a la cabeza, añoraba mi poder de forma enferma. El plato en mis manos se quebró en dos, sentía correr su sangre en mi mente, sin embargo no me abalancé sobre él, inmediatamente.

A un individuo que siempre da rienda suelta a su carácter de mierda como yo, le es casi imposible cerrar la caja de Pandora cuando hay cosas importantes en juego, solía fracasar con frecuencia y esa no fue la excepción. Pero ¿por qué debería contenerme? ¿Qué era lo que estaba en juego?

La respuesta era obvia en realidad, pues no puedo pensar en algún otro factor que provocara el mismo impacto. Pauline.

Mis pies dieron una vuelta de 180° y la débil alarma que había tratado de mantener activa  contra los arranques de ira se ahogó. Cuando me di cuenta estaba golpeando al hijo de puta con el trozo de blanca porcelana, un surco rojo atravesaba su frente y se tambaleó unos pasos hacia atrás.

Se llevó dos dedos a la cabeza y los pasó por su frente para después comprobar que en realidad era sangre lo que manaba de ella, sus hombros se sacudieron en una carcajada muda, en ese momento me realicé de la silueta que dibujaba; midiendo dos metros y la piel debajo de sus tatuajes henchida a causa del ejercicio (o esteroides), a pesar de ello no me amedrenté, la adrenalina inundaba mi organismo y fue a causa de ello que pude levantarme después del par de golpes que me enviaron al suelo.

Percibí un sabor metálico en mi boca y jadeaba recuperando el aire que había perdido. Ésta vez no tenía ningún arma en mano, lo tenía prohibido, sí, prohibido. También pelear y no cumplir con la cuota mensual de imitaciones.

Una pregunta que podría rondar en el aire ¿Cómo ocurrió todo esto? ¿Cómo a alguien que solía beber copas y copas de poder?

Tiré un golpe directo a su vientre que no llegó a su destino desviado por su brazo más ágil, y sosteniendo mi puño quedé a su merced para recibir otros dos golpes en la nariz que se convirtió en una fuente del espeso líquido rojo. En este punto la docena de artistas criminales que conformaban la cuartilla de la nueva "cueva" se acumularon a nuestro alrededor y mareado me libré del agarre que me imposibilitaba dando traspiés por un momento, los demás vitoreaban al mastodonte barbado y me lanzaban ácidos insultos que resbalaban fácilmente por mi coraza formada durante años. El sujeto se abalanzó en mi dirección con la intención de clavar otro golpe a mi mandíbula impedido por un movimiento de esquive rápido por mi parte, su puño pasó por arriba de mi cabeza y su mandíbula estaba descubierta de modo que aproveché aquella oportunidad para propinarle un golpe lo suficientemente contundente para que perdiera el equilibrio, pero no para que cayera al suelo.

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