Capítulo 1

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Me sentía extasiado, como cada vez que terminaba un nuevo trabajo. A la vista de cualquiera podría llegarse a la conclusión de que vivía en una constante penumbra a causa de mi expresión siempre implacable e impacible, sin embargo mi rostro era solo la portada de mi contenido y eso era que yo me sentía dichoso al sumar un nuevo cuadro a mi galería. Remuevo mi café con la pequeña cuchara después de colocar dos medidas de azúcar y absorbo la belleza a mi alrededor con cada uno de mis sentidos: el aroma del humeante café, la suave y fría superficie de la taza, las chicharras que se confunden con las charlas y tan solo unos pocos autos, la noche cubriéndolo todo en esta cafetería al aire libre. Mi favorita por mucho, y sin embargo ahora anhelo jamás haberla descubierto.

El ambiente era mejor de lo habitual (aunque tal vez lo recuerdo así por lo que sucedió después) y sentí el deseo de hacer un homenaje al hermoso momento en mi sketchbook con mi pintura pastel, me detuve pues mi humor era demasiado bueno y no iba a arruinarlo así como así por el capricho de pintar conociendo que trazar la sensibilidad de una escena estaba fuera de mi alcance. Suspiro deseando tener un cuadro de esto en mi habitación cilíndrica, doy el primer sorbo del oscuro líquido lentamente.

—Espero que no te moleste que me siente aquí— sin alejar la taza de mis labios y sin girar mi cuerpo en su dirección dirigí una mirada de fastidio al insolente individuo, tenía la cabeza gacha y parecía apenada —Me molesta, y será mejor que te alejes— hablé recurriendo a utilizar palabras ya que mi mirada fue insuficiente, empezaba a ser irritante; nunca estuve habituado a convivir con la gente, incluso ahora sigue siendo repulsivo en cierto grado para mí —Lamento que así sea, en verdad. Pero no estaba pidiendo tu aprobación. Es una pena que exactamente aquí sea el ángulo perfecto, exactamente a un lado del amargado— la última frase la dijo entre dientes, no obstante intencionalmente con el suficiente volumen para que la escuchara. Si hubiera sabido con quién trataba habría temido de mí a tiempo. La silla a mi lado fue ocupada por ella y hasta ese momento noté su particular apariencia y equipo. Vestía una enorme (su escasa altura no le era de mucha ayuda) y gruesa chaqueta fea repleta de manchas y salpicaduras de todos colores, llevaba una igual de fea caja de madera igual llena de pintura que contenía equipo barato 'Claro, una pintora inexperta con aires de grandeza, justo lo que no necesitaba en este momento' pensé incorrectamente.

Con parsimonia acomodó todo en su sitio, incluso tenía un lienzo preparado en su caballete despertando curiosidad en mí, que a pesar de que fuera insignificante, se catalogaba como curiosidad desembocando en una sensación de extrañeza ya que había dejado de sentir curiosidad hacia un humano viviente hace muchos años, reservándola exclusivamente para con la mente de los más extraños y difuntos artistas. 'Debe ser una insípida estudiante de pintura' pensé de nuevo equivocado 'Insípida estudiante de pintura' repetí en mi mente concluyendo que sería un buen título para una nueva pieza de mi colección propia llamada 'Insípidas cosas' ya que es lo único que puedo retratar correctamente por mi cuenta. Cuánto me odio.

En silencio para no llamar su atención saqué de mi maletín mi precioso estuche de pasteles y lápices y un nuevo sketchbook adquirido en París de mi última estancia ahí. Elegí el lápiz indicado para comenzar y un escalofrío recorrió todo el camino desde la punta de los dedos con los que lo sostuve hasta mi espina como sucedía siempre que comenzaba un nuevo dibujo, a causa de la incertidumbre del resultado. Haciendo trazos rápidos pronto tenía mi base de su cabello ondulado ridículamente despeinado, su grandes gafas que resbalaban siempre por el puente de su linda nariz frente a sus ojos grandes, sus labios delgados cara delgada también, cuello agradable sobre su cuerpo de movimiento desgarbado. No pude evitar una risita burlona al dibujar su horrenda chaqueta.

La chica al parecer también había terminado el esqueleto de su cuadro y mezclaba un azul verdoso en su godete plástico, otra risita burlona 'Es imposible que tenga un buen boceto a tal velocidad' otro error, el tercero de la noche. Por mi parte deslizé mi índice sobre las barras de colores placenteramente hasta llegar al requerido.

Usé tonos oscuros y evité los brillantes, aunque esto habría sido lo más adecuado dado a su irritantemente burbujeante personalidad, había empezado a tararear una plegosteosa cancioncilla con sus cascos puestos. Saqué a relucir con los ocres y grises su lado oscuro. Coloreé su cabello pelirrojo, ojos olivo, piel rosácea, chaqueta fea color lodo verdoso con sus respectivas salpicaduras. Todo esto sobre un fondo tan profundo como lo era la noche logrando una pieza angulosa y como lo indicaba el título 'insípida'. Dando los últimos retoques aquí y allá sentí sus ojos sobre mí, sin importarme en absoluto continué hasta terminar

—Interesante— su vocecilla exclamó asomando a ver el boceto terminado, extendió su mano con motas verdes por toda ella señalando a mi versión de ella  —Es todo tan oscuro, es extraño ver mi rostro así. Parece tan, negativo— su voz sonaba confundida, sin embargo al voltear  ver su rostro para dedicarle una mirada de satisfacción (cuarto error) sonreía,  ella sonreía.

—¿Podría... quedarme con él?— se refería al dibujo, y por supuesto que no podía. Las cosas que hacía las hacía para mi beneficio, nunca para alguien más, y como no existía ningún beneficio que pudiera brindarme ella, no le entregaría el dibujo aunque para mí fuera insignificante. ¿Demasiado egoísta? Mi oficio se trataba de eso por completo, arrebatar lienzos ajenos, pintarlos con sangre, obtener lo que deseo de ellos, pagar a otros para hacerlo por mí o recibir dinero para hacerlo por otras personas. Hoy en día aún se pueden encontrar artículos sobre mí, y yo aún puedo leerlos en el periódico matutino sentado en alguna banca del parque sin que persona alguna sepa que se tratan de mí. Sin embargo estuve cerca de perder mi anonimato.

—No— fue mi áspera y simple respuesta, mi voz grave y fuerte la hizo dar un pequeño respingo ya que se hallaba muy cerca de mí, y yo todavía pensaba que eso sería suficiente para amedrentarla, pero las almas puras no temen tan fácil. —Te daré la mía a cambio, cuando esté terminada— reí como hace mucho no lo hacía, una carcajada irónica, incluso mis hombros se sacudieron; y es que era muy gracioso, quería que aceptara su pintura. Y aún si lo hiciera ¿dónde la pondría? ¿con las demás en la sala cilíndrica? Tal vez en la basura, pensé. Era demasiado cómico, pero no podría serlo correctamente hasta que señalara todos sus errores y quizá que jamás deseara volver a pintar. Dejé mi asiento y me asomé a inspeccionar la que tuvo que haber sido una ridícula pieza, ese fue mi quinto error y sorpresivamente, no el último.

Mi rostro seguía implacable, sereno, no podía darme el lujo de ser expresivo, malo para el negocio; sin embargo mi interior parecía estar revolucionando a la vista de uno de los más perfectos mares de pinceladas que he contemplado y tan sublime como en los buenos días del expresionismo. —Es una especie de homenaje a 'Terraza de café por la noche', por eso necesitaba justo este punto de vista. Pero en verde— si que era verde, el cielo, las excesivamente grandes estrellas al estilo Van Gogh, la luz de las lámparas tenían apariencia verdusca y los colores eran más intensos de lo que deberían. No era el estilo de Van Gogh, no puedo decir eso. Era el estilo de ella, como si 'Terraza de café por la noche' hubiera reencarnado en un ser totalmente distinto pero igual de hermoso. Era mágico, palabra que siempre me pareció estúpida y que usaría a menudo a partir de esa noche. Acerco mi mano y casi lo toco.

—Oye, eso no— como un reflejo tomó mi muñeca y la alejó —Suelta— 

—Lo siento— deshizo el agarre de mi saco, dejando lunares verdes en ella. Cuando se enteró usó la manga de su propia chaqueta para intentar borrarlos —¡Suéltame! ¡SI SUPIERAS QUIÉN SOY...!— mi brazo se alza amenazante, y lo habría dejado caer sobre su mejilla con fuerza como suelo hacer con los malos empleados, no sé qué me detuvo. Cubrió su rostro con su brazos y soltó un grito ahogado.

—Quiero la pintura— dije seco y acomodé mi saco—¿En verdad?— palmoteó algunas veces realmente emocionada —Mañana estará lista, nos vemos justo en esta mesa—. Di una última ojeada a la hermosa pieza inconclusa y otra a la extraña chica y recogí mis cosas para irme —Por cierto, soy Pauline— me extendió su mano pero su saludo fue ignorado, tampoco le dije mi nombre.

—Señor ¿quiere que mande su saco a la tintorería de inmediato?— Linda, la única persona a la que le tengo un poco de confianza y paciencia  ya que prácticamente me crió desde los siete inspeccionaba las manchas verdes en el puño de la prenda color vino —No te atrevas a tocar ese saco—

—Pero las manchas...—

—¡Así se queda, Linda!—                         


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