[SEIS]

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Josh.

Dejo que el examen de alemán con el diez rodeado en la mesa. Lo sabía. Sabía que este sí me iba a ir bien. Cojo el móvil que está en la mesa y empiezo a leer el artículo. Siempre hago eso después de cada gala, porque sé que, aunque no debería, me interesa saber lo que la gente opina de mí.

La siguiente persona de la que hablamos hoy se considera una de las personas mejores vestidas de la noche: Josh Hill. Hijo del famoso empresario, y de una de las abogadas más influyentes del país, el joven tiene un futuro prometedor. Ayer mismo acudió a una gala para acompañar a sus padres y hay que decir que parecían muy unidos.

Ruedo los ojos.

Uy, sí. Una cosa exagerada.

Miro la fotografía que han adjuntado, y veo a mamá y papá sonriendo con total normalidad y a mí con una cara que parece que me quiero morir.

Si a eso se le llama salir genial entonces seré super modelo.

Una de las cosas que más gusta de Josh Hill no es su apariencia, sino su sonrisa. Su humildad. La mayoría de gente que ha tenido el privilegio afirma que Josh Hill es una de las personas más humildes y respetuosas del mundo.

Sonrío sin poder evitarlo.

Además de esa sonrisa que siempre tiene en su cara. En serio, ¿quién no tiene un flechazo con este chico? Amable, sonriente, y siempre luce más elegante que nunca. Y es que el traje que llevaba ayer, a pesar de no ser algo del otro mundo, le quedaba como un guante.

¿Y tú qué opinas?

— ¡Josh! — escucho a mi madre gritar.

Ya estamos. Qué pesada es Dios mío.

Guardo el móvil en mi bolsillo de mi chándal y bajo las escaleras. Hoy hace un día más frio de lo normal. A través de la cristalera del comedor veo que el sol está tapado por unas nubes oscuras y parece que va a llover.

— ¿Qué pasa? — pregunto cuando veo a mamá sentada en el sofá con las piernas cruzadas. Aunque está en pijama, lleva una coleta perfectamente hecha y la cara impecable.

— Quería hablar contigo. Ayer te fuiste directo a tu habitación, y no pudimos decirte nada.— levanta la vista de su móvil y me mira fijamente.

Ah sí. Me fui a mi habitación sin ni siquiera preguntar, porque sabía que comentarían algo de la gala. De porque estaba hablando con una de las camareras, y porque la ayudé a recoger un vaso.

— ¿Cuál es el problema ahora?

— Sabes perfectamente de qué quiero hablar.

Me desafía con la mirada.

— Tú me obligaste a ir. No tienes derecho a decir nada. Yo quería un vaso de agua, me acerqué y se lo pedí. Ella estaba un poco distraída y se le cayó así que le ayudé porque eso es lo que hacen las personas, ¿no?

Sigue mirándome fijamente, supongo que tratando de intimidarme. Creo que, si no fuera porque la conozco lo suficiente, debería tener miedo. Esta es la mirada que le dedica a sus enemigos antes de destruirlos con solo chasquear los dedos. Pero a mí no hay nada que pueda hacerme, ya que le perjudicaría a ella también.

— Me parece muy bien que le ayudases a recoger el vaso, aunque ese es su trabajo. Pero teníamos a todas las cámaras posadas en nosotros. En ti también. Tu padre y yo te dijimos lo importante que era esta gala, y tú te pones a recoger vasos. ¿Tienes idea de lo que dice la prensa? Dicen que estás saliendo con ella. ¡Por Dios, Josh! No queríamos llamar la atención, ¿no lo entiendes?

Me paso las manos por mi pelo. ¿Por qué siempre se tiene que estar quejando de todo lo que hago? Siempre anda buscando defectos y las imperfecciones a todas mis acciones.

— ¿Y por qué tienes que buscar siempre el porqué de todo? Lo hice porque se le cayó el vaso, y quise ayudarla. Y ya está. Si la prensa se ha fijado en eso, me parece muy bien, pero yo no soy como tú, que te importa tanto lo que ellos piensen. Así que ahora, si me dejes, iré arriba a descansar como hacen la mayoría de adolescentes un sábado.

Sin que diga nada, me encamino hacia la escalera para subir de nuevo a mi habitación, con el corazón a cien. Mi madre vuelve a hablar cuando ya estoy por el segundo escalón. Lo hace con la voz firme, serena.

—Hoy tienes entreno.

— Lo sé. Pero quiero tomarme un descanso, porque me duele la espalda muchísimo.

La miro de reojo para encontrarme con su ceño fruncido. Pues claro que no se lo cree porque no es cierto. Mi espalda está perfectamente, solo que no me apetece para nada entrenar hoy. Estas semanas han sido muy estresantes y me apetecería descansar un poco, aunque solo fueran un par de horas.

Como mamá no dice nada, vuelvo a mi habitación, y me tumbo en la cama. Cojo la guitarra y empiezo a tocar unos acordes, eso sí, muy flojito. Solo está mamá en casa, aun así, no puedo arriesgarme a que me oiga.

Estoy tocando los acordes de una canción, cuando mi móvil vibra. Es un mensaje de Instagram. De una de las animadoras.

Oye, guapo, ¿vendrás a la fiesta de esta noche?

Lo pienso durante unos segundos.

Mamá no me va a dejar de coña, pero esta vez pienso en lo que realmente quiero. Pienso en que hace muchísimo tiempo que no me divierto y que llevo muchos fines de semana estudiando como un loco.

Así que tecleo la respuesta sin pensarlo más.

Sí.

Ella me responde casi al instante.

Genial, nos vemos allí.

(...)

Espero hasta que la última luz de casa esté cerrada, y dejo el plato de pizza vacío en la mesa. Sí, estaba tan enfadado con mi madre que me he subido el plato y he cenado aquí. Además, prefiero ver una película mientras ceno que escuchar lo que ella dice. Me pongo los zapatos y abro la ventana.

Está bien, Josh. Miles de personas han hecho esto. Así que tú también puedes. Eres el capitán del equipo. ¿Qué es lo peor que te podría pasar?

Intento poner el pie en la parte de la parece que parece más estable, pero este me tiembla mucho.

Genial. Tanto deporte para que ahora me tiemble el maldito pie.

Vuelvo a mirar hacia abajo, y siento miedo dentro de mí. Cierro los ojos y respiro hondo. Está bien, Josh. Tú puedes hacerlo.

Vuelvo a abrir los ojos, y sin mirar hacia abajo pongo los pies en el lado de la pared de antes. Y no me tiemblan en absoluto. El corazón me a cien por hora mientras bajo y justo cuando estoy a punto de tocar el suelo y cantar victoria, siento un fuerte golpe en mi culo. En mi espalda también.

Emito un leve quejido.

Genial Josh, no podías lucirte más.

Sacudo mis pantalones sin dejar de refunfuñar y me pongo de pie, empezando a caminar hacia la que se supone que va a ser una de las fiestas más increíbles de todo el año. Llego a la casa en menos de diez minutos, y juro que se puede escuchar la música desde casi un kilómetro de distancia. Hay mucha gente fuera de la casa, medio borrachos, y yo me pregunto de qué manera han chantajeado a los vecinos para que no llamen a la policía.

Me hago paso entre la multitud de gente que apenas puede aguantarse de pie y entro dentro. Un par de personas me saludan, y una chica que creo que es rubia me da un paso con la cara sonriente.

Yo bebo un sorbo del vaso sin poder impedir que una sonrisa aparezca en mi cara también.

Cómo echaba de menos esto.

JOSH & LEAH [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora