Josh.
Sigo corriendo bajo el cielo nublado. A pesar de que mis piernas duelen, y me cuesta respirar, me digo a mí mismo que puedo llegar al final de la calle. Que debo llegar.
Una vez mis pies llegan a mi objetivo, dejo de correr y empiezo a andar.
Esa chica es un misterio. Lo supe desde el primer momento en que la vi. Hay algo en ella. No sé el qué, pero hay algo en ella que me llama la atención. No tengo ni idea de si son esos cabellos castaños, esos ojos oscuros o su manera de actuar. O que la encontrara en una de las galas.
Tal vez es porque siempre está en la biblioteca. Como yo. Solo que ella no está estudiando, sino leyendo un libro.
¿Por qué tiene que estar leyendo un libro en la biblioteca? Eso puede hacerlo en el patio.
Leah es la típica chica que siempre había pasado desapercibida para mí, no obstante, una vez que la he visto, no puedo dejar de pensar en ella.
Paso el cuarto de hora de vuelta a casa pensando en Leah. En cómo pude descontrolarme tanto la noche del viernes. Yo no hago eso. Jamás lo había hecho hasta la semana pasada. No soy el típico chico que se emborracha, y se acuesta con alguien sin conocerlo.
Además, debido a eso todos los rumores del instituto son sobre nosotros.
Cuando abro la puerta de casa ya escucho a mi madre riñéndome. Papá también está en la cocina tomando su café, pero la diferencia es que a él le da igual si llego tarde o no.
— Mamá, ya sé que es tarde. Ya lo sé. — digo mientras voy subiendo las escaleras.
Y aún debo ducharme. Y desayunar. Mierda. Cojo la ropa que ya había escogido antes de salir a correr y me voy a la ducha. Pongo mi música, como siempre, y una canción de Billie Elish suena por todo el baño. Mientras el agua caliente cae por mis hombros me relajo por completo, a pesar de que no es lo que debería hacer.
Por primera vez le hago caso a la voz de mi cabeza que me dice que exijo mucho de mí mismo. Que mis músculos están cansados, y apenas duermo la mayoría de las noches. Algunas porque me quedo estudiando, y otras en cambio porque soy incapaz.
Un grito de mamá me recuerda que voy más tarde que nunca. Así que salgo, me visto lo más rápido que puedo y bajo las escaleras. No me da tiempo a desayunar. De hecho, tengo el tiempo justo para coger mi moto y llegar al instituto.
— No te da tiempo a desayunar. — dice mamá.
— Lo sé. Ahora cogeré la moto y me voy. Ya comeré algo antes del entreno.
— De acuerdo. — asiente. — ¿Josh? — pregunta cuando me acerco a la puerta — Este fin de semana tenemos otra gala. Lo digo para que te prepares. Vendrá una estilista a tomarte las medidas para el traje.
Ruedo los ojos.
Lo que faltaba.
(...)
— Vas a romper la máquina. — escucho un tono divertido en su voz.
Veo de reojo como ella se acerca hacia mí. Tiene el pelo recogido en un moño despeinado, y una sonrisa que supongo que es porque estoy haciendo el ridículo.
— Lo siento. Normalmente tengo paciencia, pero no me ha dado tiempo a comer antes del entreno, y necesito ese sándwich ya. De hecho, me estoy mareando y todo.
— De acuerdo, de acuerdo. — dice medio riéndose de mi —. Solo tienes que darle a este botón — le da al botón y el bocadillo cae — ¡Y voilà!
— Gracias. — murmuro cogiendo mi bocadillo.
Ella luce más feliz que de costumbre, no sé por qué.
— Iba a salir fuera, porque en la biblioteca últimamente hay mucha gente, ¿me acompañas?
Ella asiente, ya ambos empezamos a andar hacia el patio del instituto. He de decir que sienta bien caminar por los pasillos vacíos y no escuchar a la gente murmurar.
Eso es porque aún quedan cinco minutos para que todo el mundo salga de sus clases.
Leah y yo andamos en silencio, y nos sentamos en la parte más alejada de la gente. Uno delante del otro. Observo como ella se deshace su moño para hacer una coleta mejor hecha. Yo voy comiendo mi bocadillo en silencio.
— ¿Siempre estás en la biblioteca? Porque llevo bastante tiempo yendo ahí a la hora del recreo y nunca te había visto.
Leah niega con la cabeza.
— No. La verdad es que no muchas veces. Esta semana si porque mi mejor amiga ha estado la media hora con la profesora de matemáticas. — me mira y sonríe —. Para que la ayudara a aprobar el semestre. Y como no sabía dónde ir, pues me iba allí. ¿Tú sí?
El aire frio mueve sus mechones castaños.
— Ajá. Yo tampoco es que tenga a alguien con quien pasar las horas de recreo. Además, siempre aprovecho la media hora para hacer deberes.
— Es extraño. — dice con el ceño fruncido. —. Porque eres Josh Hill, el chico más popular del instituto. — hace comillas —. Y no me creo que no tengas a nadie para pasar la hora del recreo.
Tiene razón.
— Una cosa es ser popular— hago comillas en la última palabra—. Como tú dices, y la otra es tener amigos. Yo tengo la primera, pero no la segunda.
Leah asiente, con los labios cerrados.
— Bueno, nunca es tarde para hacer nuevos amigos. — dice poniendo la mano delante mío— Ignora que llevamos dos años aquí. — dice flojo. — . Josh Hill, yo soy Leah Thompson. Encantada de conocerte.
Una sonrisa aparece en mis labios. Es una sonrisa gigante, una sonrisa feliz. Junto nuestras manos sin pensarlo. La suya es casi igual de grande que la mía, pero muy suave.
— Leah Thompson, soy Josh Hill, y también estoy encantado de conocerte.
Albos sonreímos. Y en ese momento no me importa nada más: ni mamá, ni los entrenos, ni ningún examen. Todo eso desparece y solo somos ella y yo sonriendo.
(...)
Algo dentro de mí se alegra completamente al ver que estoy solo rn cada.
Subo hasta mi habitación, casi corriendo, y cojo la guitarra. Dejo la mochila del instituto en algún sitio de la casa, y con una sonrisa en la cara empiezo a tocar los acordes de una canción que he escuchado esta mañana y lleva todo en mi cabeza.
No sabes que no soy bueno para ti
He aprendido a perderte, no puedo permitirme.
Rompí mi camisa para que dejaras de sangrar
Pero nada nunca detiene que te vayas.
Silencio cuando vuelvo a casa, estoy solo.
Y podría mentir, decir que me gusta así, me gusta así
Podría mentir, decir que me gusta así, me gusta así
No sabes demasiado ya, sólo te haré daño si me dejas.
Llámame amigo, pero mantenme cerca
Y te llamaré cuando termine la fiesta.
Silencio cuando vuelvo a casa y estoy solo.
En el momento en que mis dedos tocan el ultimo acorde, empiezo a llorar. Así, sin más.
La mayoría de veces, cuando lloro, no sé porque lo hago, es decir, no hay un solo motivo. No soy una persona que suele llorar frecuentemente, así que cuando lo hago es porque no puedo más. Porque los problemas que tengo en mi vida empiezan a dar demasiados y no me dejan respirar.
Solo hay dos cosas que me alivien cuando pasa eso: llorar, o la música.
Y supongo llorar es mi única vía de escape.
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JOSH & LEAH [SIN EDITAR]
ספרות נוערJosh es el hijo de uno de uno de los empresarios más famosos del mundo. Su madre es abogada. Él debe ser el mejor en todo. El mejor jugador de futbol, el mejor estudiante, el mejor hijo y la mejor persona. Debe sonreír incluso cuando no quiere y hac...