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Huir a la concurrida Seúl había sido una decisión difícil, de hecho, estaba bastante temeroso al principio, pero era la oportunidad que no podía simplemente ignorar. Sólo necesitaba un poco de esa calmada diversión que tanto idealicé cuando planeaba independizarme, ese fue el plan inicial desde que salí de Busan, la segunda ciudad más grande de Corea del Sur.

Estudié y terminé la universidad, pero ahora sólo soy un muchacho de veintiséis años que trabaja en una tienda departamental de ropa, en donde debo soportar clientes exigentes, abusivos e incluso algunos chiflados; lidiar con mis compañeros de trabajo tampoco es fácil y si tuviera que ganar dinero por las veces que me han preguntado por "mi problema", es probable que el trabajo ya hubiera abandonado.

No sé hasta qué punto era malo ser yo, digo, terminé una carrera universitaria y mi sueldo en una tienda con acciones bastante elevadas no era precisamente lo que tenía en mente. La mejor parte fue que dejé a mis sobreprotectores padres en Busan, quizá la única parte buena de vivir solo en la capital.

Estoy bien conmigo mismo a pesar de soltar algunas lágrimas en la almohada por las noches y tener que levantarme a tomar una taza de té para contar ovejitas pasadas las dos de la madrugada.

—JungKook—chasquea los dedos frente a mí sacándome de mi resumen mental—, ¿dónde están las cajas que recién llegaron? Por Dios, despierta, no querrás que Jin venga a molestar.

—En la bodega, GaHyeon—respondo con un suspiro y termino de escribir el último número en la hoja de contabilidad.

En fin, tengo que darme algo de crédito después de todo, al final del día sólo ansío llegar a casa y refugiarme en mis mantas mientras mi extraño compañero de piso lleva una persona diferente cada tres noches; debo aprovechar y descansar todo lo que pueda hoy, mañana empezará su rutina de nuevo y no quiero levantarme a preparar té mientras me pongo los audífonos para que la voz relajante de Lionel Richie me haga compañía en mi soledad incuestionable.

Sí, incuestionable. Es una palabra fuerte, pero no es una sorpresa para mis conocidos que mi poco deseo en encontrar una pareja siquiera me moleste. Mi doctor dice que soy un Omega sano, mis celos son regulares y no tengo problemas para controlarlo, aunque le resulta desacostumbrada mi clara fatiga al querer hablar de mi pequeña situación.

El veintiséisañero que vive en una sociedad en donde los Omegas se relacionan con los Alfas y los Betas con los Betas, la sociedad de la que estoy seguro que no pertenezco.

Me palpo el brazo hasta la base de mi cuello-hombro y me masejeo—. Debilucho y defectuoso—susurro cansado. 

Atender clientes con niños es aún más cansado que el resto de los quehaceres, es quizá lo peor de este trabajo.

—Ehh, JungKook—la pelinegra reaparece ante mi vista con una miradita de reproche—. Deja de hablar solito y ven a ayudarme, que las cajas son muy pesadas.

Llevo tres años trabajando para Jin, el gerente general de Atelier Blu, este lugar. La tienda de ropa más frecuentada de la cuadra por esa evidente imagen que busca vender el concepto de la elegancia y la juventud; un taller repleto de prendas que tengo que mover, organizar, administrar y acarrear de un cliente a otro. Por Dios, ¿que no pueden ir a la boutique de al lado?

No, claro que no. Kim SeokJin no permitiría eso. Y yo perdería mi trabajo si descubriera lo que pienso.

Subo la última caja y la abro encontrándome con un vestido azul cobalto y pedrería alrededor de un cuello redondo.

—¡Este está hermoso! Quisiera probármelo—escucho exclamar a GaHyeon mientras ve soñadora a la prenda.

Sacamos unos cuantos más para organizarlos por su talla y colocarlos en serchas de madera, el vestido protagónico del mes. Las fiestas de fin de año habían acabado, y GaHyeon y yo habíamos sido los lamentables afortunados en acomodar la nueva mercancía de Jin, pero sé perfectamente que a la chica no le molesta. Estoy seguro que es su parte favorita del trabajo, especialmente cuando se acerca el cambio de temporada.

—¿Qué tal las vacaciones?—me pregunta acomodando los vestidos carísimos en los percheros.

—Bien—dios, eso se escuchó horrible—. Me quedé en casa, dormí hasta tarde y salí con amigos—agrego adornando mi mentira.

La parte en donde dije que había salido con amigos le hizo fruncir el ceño, claro, como no quise venir al convivio de Atelier Blu—. ¿Tú qué hiciste?—pregunto antes de que me invada con preguntas que no quiero responder.

—Visité a mis padres con SangHyuk—suelta un suspiro de enamorada y coge otra prenda. Lee SangHyuk es el Alfa de GaHyeon; sus ojos se pasean incómodos por mi rostro inexpresivo, sé que el tema les resulta poco común, pero ya dejó de molestarme hace algún tiempo.

—¿Harás caso a tu resolución de Año Nuevo e irás a todas tus citas con el doctor Jung?—se acomoda un mechón detrás de la oreja y aprovecha el momento de su error.

—Eso intentaré—me encojo de hombros y le regalo una sonrisa—. Hoy es la primera.

Jung HoSeok es mi andrólogo Beta y quien lleva mi caso de poco (poquísimo) interés en los Alfas y el control de mi salud como Omega. Sí, el último año no fui muy responsable y no acudí a la clínica para los chequeos, pero he hecho una promesa y más me vale cumplirla.

—Sabes, no quiero hacerte sentir incómodo, pero sigo sin entender tu... ¿problema?

—El doctor dice que es una patología... Y aún no han determinado algo concreto, así que siguen evaluándolo.

Mi primer celo fue a los catorce, el dolor se expandió en mi vientre y la clara necesidad de tocarme era evidente, pero era controlable y lo sigue siendo. De los tantos que tuve en mi época universitaria no necesité de ir en busca de un desinteresado Alfa que estuviera dispuesto a pasar una noche divertida y sin compromisos, tampoco me muero por ello y mucho menos necesito tenerlo.

Los dedos son mis buenos amigos y punto. No necesito nada más.

—El extraño caso de Jeon JungKook—suspira moviéndose hasta el mostrador con mis pasos siguiéndola y una sonrisa pegada en mi rostro.

Cuando el reloj azul extravagante que compró Jin por capricho marcó las cinco en punto de la tarde, mis zapatos de cuero negro iban ya dirigiéndose al consultorio de HoSeok, si prometo cosas debo cumplirlas por muchas ganas de sabotearme que tenga.

—¡JungKookie!—exclama contento cuando me ve cruzar el umbral.

Me planto frente a él y tan pronto me encuentro en la silla—. Es una sorpresa verte por aquí—dice mientras parece buscar algo en su ordenador.

—¿Algo nuevo?—ignoro su claro y evidente tono sarcástico.

—¿En tu Déficit de Atracción?—clickea un par de veces más y por fin pone sus ojos en mi regalándome una de sus sonrisas radiantes—. No, pero que bueno que llegaste. Tengo entendido que tu caja de supresores se acabaría para hoy.

Asiento con un suspiro que escapa por mi boca, detesto los malditos supresores; es una carga para mí.

Así es, este soy yo. La vida de Jeon JungKook; el veintiséisañero que trabaja en una boutique, odia los supresores y tiene cierta apatía con los Alfas.

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A D V E R T E N C I A S

Pareja principal - NamKook

El mundo Omegaverse puede variar según el autor.

Lamento cualquier falta de ortografía o de redacción, así como también de incoherencia, incongruencia y/o huecos argumentales.

Error 404 Not FoundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora